12 hombres en pugna: Matar a otro antes que a uno mismo por Tamara Rey
En 12 hombres en pugna (12 Angry Men, 1957), dirigida por Sidney Lumet y escrita por Reginald Rose, un joven de 18 años puertorriqueño y de clase baja es acusado de asesinar a su padre. Dentro del Tribunal de Nueva York con vista al edificio Woolworth (el rascacielos más alto del mundo hasta 1930) el jurado compuesto por doce hombres debe conseguir la unanimidad del veredicto culpable o no culpable. El debate se plantea a partir de la duda de culpabilidad de sólo uno de ellos mientras que los once restantes votan en primera instancia para condenarlo a la silla eléctrica.
Los doce, representados con números, se sientan por orden alrededor de una mesa en una habitación estrecha sin poder salir y en uno de los días más calurosos del año, un ambiente un tanto asfixiante. En la primera ronda de votación no habría lugar a interrogantes por un caso tan explícito de sentencia a muerte, excepto para el Jurado N° 8 (Henry Fonda) que a pesar de aquellos testimonios y elementos que darían credibilidad a un homicidio premeditado es el único en poner en tela de juicio la certeza absoluta de los hechos y desprender la idea de probabilidad de inocencia del joven. Más adelante el Jurado N°12 (Robert Webber) inadvertidamente reconocerá que la Justicia no es una ciencia exacta.
La trama irá avanzando en un debate moral revelando los prejuicios personales entre ellos ante la desigualdad de clases sociales y raciales, en una escena el Jurado N°4 (E. G. Marshall) expone su apreciación personal: «los barrios pobres son criaderos de criminales» haciendo alusión al acusado y provocando una defensa por parte del Jurado N° 5 (Jack Klugman) quién exclama que vivió toda su vida en un barrio pobre.
Las caracterizaciones de cada uno de los jurados se van entretejiendo dentro de un mismo caso, indiferente a sus vidas, pero bajo su poder, y consecuentemente convirtiéndolo en un relato que refleja en gran parte una matriz empobrecida, ignorante y perversa de una sociedad. En un principio y en algunos de ellos podría pensarse como un juego al que fueron invitados, el entusiasmo del Jurado N° 2 (John Fiedler) por ser su primera vez, el sarcasmo del Jurado N° 10 (Ed Begley) al sugerir votar como senador al Jurado N° 1 (Martin Balsam) sólo por intentar este último ser políticamente correcto en un procedimiento judicial, un presidente de jurado que también exterioriza algo de infantilidad al ser juzgado por su accionar.
El Jurado N° 12 sintiéndose afortunado de ser partícipe en un caso de asesinato y no de uno de menor complejidad por lo que resultaría «aburrido» aunque de todas maneras bajo la temible responsabilidad de decidir por la vida o muerte de alguien se lanza a dibujar un boceto publicitario de tostadas de arroz y se lo enseña al Jurado N° 11 (Jiří Voskovec). Para el Jurado N° 7 (Jack Warden) el verdadero juego está afuera, el partido de béisbol de los Yanks contra Cleveland, un fanatismo que lo vuelve tan insensato como insensible. En contrapartida, el Jurado N° 6 (Edward Binns) busca «un motivo» en la causa de asesinato mientras que el Jurado N° 3 (Lee J. Cobb) con su actitud fascista piensa en que esos jóvenes, apuntando al acusado, habría que abofetearlos por ser una pérdida de tiempo y dinero.
A la mitad de la trama, aproximadamente, aparece un primerísimo primer plano del Jurado N° 9 (Joseph Sweeney), el anciano que reflexiona sobre el testimonio de otro anciano, «ser importante», alude al hecho de un testigo podría inventar inofensivamente una historia porque quizás en su propia vida ya no tiene mucho más para crear o ser reconocido.
Entre bambalinas y guerras
Las calles de Brooklyn y el teatro formaron parte del origen judío de Sidney Lumet. A los 12 años interpretó a un niño lisiado (arquetipo de la Gran depresión) en Un Tercio De Una Nación (One Third Of A Nation, 1939) película que resultaría un disparador para él decidir bajar del escenario por sentir demasiada exposición corporal y «autorrevelación para extraños» (así distingue el director a la profesión del actor) y elegir situarse del otro lado: detrás de la cámara. Habiendo plasmado más de cuarenta obras cinematográficas recibe a sus 81 años el Premio Oscar por su trayectoria, momento en el cual agradece y reconoce humildemente de haber fantaseado con un discurso si lograba ser ganador en 1957 con su ópera prima 12 hombres en pugna.
Lumet fue un cineasta comprometido tanto con el arte como el drama social. A los 17 años se alistó para el ejército, zafó de la lista de Joseph McCarthy, el «inquisidor» anticomunista que lideró la cacería de brujas del siglo XX en Estados Unidos. De experiencias abrumadoras crea un relato como en La colina (The Hill, 1965) o un sutil y espeluznante estilo visual en El prestamista (The Pawnbroker, 1964) «¿Cómo es mi memoria cuando no quiero recordar algo? Son pequeños destellos.» (Lumet hablando sobre las imágenes de ésta última película).
En una de las entrevistas televisadas en los años ´90 Lumet menciona La pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d’Arc, 1928) y Días de ira (Vredens Dag, 1943) del director danés Carl Dreyer cuando el periodista estadounidense Charlie Rose le pregunta sobre sus influencias en el cine. Rose lo incita además a reconocer si alguno de sus propios filmes no le gustó revelando una opinión propia sobre otro director: «Francis Ford Coppola no ha hecho una película realmente me guste mucho, los pulgares del Gore y críticos no dirían eso…» (un periodista audaz para tal confesión pública) claro que Lumet también es audaz y le responde que si expusiera cuáles películas suyas no le gustaron las dejaría huérfanas haciéndose cargo de manera subyacente de haber tenido fracasos o arrepentimientos. Ante la pregunta si se puede estropear un guion el director contesta: «Los grandes guiones se pueden estropear mucho más fácilmente porque la demanda que plantean es mucho mayor». Algunos críticos habían acusado a Lumet de filmar obras de teatro.
Separar los hechos de una fantasía
La película costó 349 mil dólares y el director sólo necesitó de dos semanas de ensayo para luego rodar una historia que transcurriría dentro de un pequeño recinto, «convertir una desventaja en ventaja, a medida que avanzaba la película hice la habitación más pequeña, las lentes se hicieron más largas, por lo que las paredes se acercaron más y más. La cámara cayendo del techo justo sobre sus cabezas, toda la pieza siguió contrayéndose, y dramáticamente de eso se trata la película» cuenta el director.
12 hombres en pugna forma parte del AFI (American Film Institute) en la categoría de «películas jurídicas». En 2007 fue considerada «cultural, histórica y estéticamente significativa» por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y seleccionada para su preservación en el National Film Registry.