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«Señores jueces…»

Argentina, Ciudad de Buenos Aires, mediados de los 80. La oscuridad porteña se va desvaneciendo. Aquellas almas perdidas empiezan a vislumbrar un dejo de justicia. Ya estamos en democracia y los amaneceres son más plenos. El fiscal Julio César Strassera ha tenido otro día estresante. La sensación de sentirse espiado no lo deja en paz, más cuando cree que hay muchos asuntos de esos tiempos recientes del terror, que aún no han sido resueltos. Hasta que logra tener la carta magna en su mano: La posibilidad de realizar un juicio a las juntas militares de la Dictadura.

En esa lucha consigo mismo, la valentía vencerá al miedo, dando paso a una oportunidad inigualable de quedar en la historia de un país que ha sufrido demasiado y que necesita una luz de esperanza y de castigo para los culpables de innumerables atrocidades.

Contundencia narrativa. Esa es la expresión que mejor define al film de Santiago Mitre en su andar. Desde un inicio, observamos al personaje principal y a sus colegas mientras se adentran en un territorio pedregoso y lleno de obstáculos, en el que cualquier error equivale a una impunidad de la que tal vez no haya retorno. Cuando el reloj judicial comienza a correr, el destino de los pétreos acusados estará en sus manos.

Hablando de los individuos en el banquillo, se los muestra inertes, inexpresivos, sin inmutarse demasiado ni proponiendo ninguna defensa enérgica que pueda salvarlos de su porvenir. Aquí, la fuerza radica en los testimonios de los damnificados, en particular en uno específico, en donde podremos escuchar y sentir de primera mano todo aquello que vivió en carne propia, mientras la sangre de los presentes con conciencia, quedará helada.

La tensión en los diálogos es acorde a la situación en la que están inmersos los profesionales judiciales. Desde alertas internas, pesquisas al límite y duras discusiones, el nerviosismo se respira en el aire a toda hora.

La Buenos Aires de la década del ’80 está eficazmente recreada, desde la presencia de antiguos racontos que aún existen, hasta un inteligente juego de luces, que cuando las mismas se apagan y el silencio se apodera de las calles, hace creer que el peligro acecha a la vuelta de la esquina.

Ricardo Darín realiza una potente actuación como Strassera. Un hombre férreo, estricto, que deja poco lugar para las emociones, conciente de lo que está enfrentando. Más allá del poder del alegato final, el protagonista mantiene una firme consistencia a lo largo del asunto, con el objetivo bien claro pero sin descuidar a los suyos. Peter Lanzani interpreta al joven fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo, cuya fuente de intercambio, ayuda y confrontación terminan siendo vitales para impulsar la cuestión. El elenco incluye a Carlos Portaluppi, Gabriel Fernández, Norman Briski, entre otros.

Se ha hablado mucho sobre las omisiones que presenta el relato verídico de ‘Argentina, 1985’. De todas formas, independientemente de cualquier licencia que exista, la película exhibe los pormenores de un hecho clave en el regreso de la democracia argentina, que sentó las bases para la creencia de un país mejor, más allá de lo que el presente nos devuelva como espejo.

Puntaje: 8 de 10

Guillermo Bruno