
«Abrázame fuerte y no me sueltes»
Peter Miller es un hombre de unos 50 años que trabaja en las altas esferas, y que cuenta con un buen pasar económico. El individuo está juntado en segundas nupcias con Beth, con quien están criando a un bebé. Él tiene un hijo adolescente, Nicholas, de un matrimonio anterior. Un día, Kate, su ex mujer, se presenta en la puerta de su departamento, para informarle que Nicholas hace un mes que no va al colegio. Peter habla con su primogénito y hay algo en la actitud del mismo que lleva a grandes preocupaciones que pueden requerir soluciones inmediatas.
El nuevo film de Florian Zeller, escrito por el susodicho y basado la obra de teatro ‘Le Fils’, del propio Zeller, nos trae un complejo relato sobre una situación cúlmine, que ahonda en el corazón de una familia que ya no es tal, exactamente.
La ‘alegría’, el desparpajo y la serenidad de Peter pronto chocarán ante una realidad. Esa realidad que pocos quieren ver. Los ecos de las frases de alguien que evidentemente pide auxilio harán mella en la humanidad del sujeto. Pero no, hay algo interno que clamará por una normalidad factible, por ver la sonrisa fácil de un chico que parece haberla perdido.
El pasado, atrás quedó, y hay que convivir con las decisiones del presente. Nicholas actúa, y habla, y cuando habla menciona la unión de las dos personas que más quiere en el mundo, que se vio quebrantada. Más allá del amor que Miller todavía profesa por Kate, cree en su derecho a seguir adelante con su vida, en esa decisión que cambia todo un panorama.
Hasta su nueva pareja implica que hay algo raro. Pero es más fácil creer que con el tiempo y los pasos que se creían certeros, todo se irá arreglando, porque no puede ser, ese muchacho hasta hace dos días era un niño que jugaba con su padre en un mar que ya nadie recuerda.
Por supuesto, lo que demuestra el film, es que los antecedentes familiares son claves. Cuando Peter Miller visita a su propio papá, recibe otra cachetada de realidad, tanto literal como moral. Mientras sus pasos se alejan de aquella mansión que poco afecto le trajo, repite seguramente y no por primera vez, la frase: ‘Yo no voy a ser así’.
Una de las escenas más fuertes del largometraje, -tampoco se ahondará en mayores detalles por cuestiones obvias-, implica aunque fuera por unos instantes, un vistazo a lo que pudo haber sido, o lo que debió haber sido, según los deseos paternales más íntimos. Despertarse tras un sueño placentero solo puede ser satisfactorio si la existencia lo es para el que sueña, caso contrario es un gramo más a ese dolor y culpa que se traduce en esa voz interna que dice que todo podría haberse evitado, de una forma u otra.
Hugh Jackman realiza una notable actuación como Miller, en tanto que Laura Dern es Kate, Vanessa Kirby es Beth, y el joven Zen McGrath, de grata ‘performance’ también, es Nicholas. Quien aparece brevemente pero se destaca de una manera sobresaliente es Anthony Hopkins, que interpreta al padre de Peter y abuelo de Nicholas. Hopkins, figura central del film anterior de Zeller, ‘The Father’, también basado en otra obra del teatro del director, por el que ganó el Oscar como Mejor Actor, aquí se aleja de cualquier pretexto de afecto para demostrarnos que no ha sido el patriarca más cálido del mundo, por decirlo en pocas palabras.
Quieran a sus hijos, escúchenlos, acompáñenlos siempre mientras crecen. A veces no podemos evitar que sucedan ciertas cosas, pero la unión y la presencia siempre son claves para formar una gran familia. Al fin, y al cabo, todos somos seres humanos.
Puntaje: 7,5 de 10
Guillermo Bruno