El pianista: Filmar para no olvidar Por Matías Carricart
Hay muchos reconocimientos en la industria del cine. Las entregas de premios como los Oscar, BAFTA y el Cóndor de Plata son uno de ellos. Hay otro que es el de los festivales, que entregan sus propios premios. Uno de los más reconocidos es el de Cannes. Su importancia se debe a que es considerado de categoría A. Esto significa que son los más importantes en cuanto a la competencia y se entrega por un gran premio. Berlín, Venecia, San Sebastián y Mar del Plata también forman parte de esta categoría. En tiempos donde algunos funcionarios quieren que el de Mar del Plata sea el festival de las plataformas, bien vale recordar que ya es uno de los más importantes del mundo y no necesita reconfigurarse.
Respecto a Cannes, en la edición de 2002 hubo una película que se llevó la Palma de Oro, el premio más importante, además de todas las miradas de la crítica internacional: El pianista (The Pianist, 2002) de Roman Polanski. El director venía de dirigir La última puerta (The Ninth Gate, 1999), una adaptación de la novela “El club Dumas” del escritor español Arturo Pérez Reverte. Para esta ocasión, decidió adaptar las memorias de Wladyslaw Szpilman, un músico polaco sobreviviente del gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. No era una casualidad: el propio Polanski había sobrevivido al gueto de Cracovia y perdió a su madre en el campo de concentración de Auschwitz. El guion corrió a cargo de Ronald Hardwood, que ya tenía experiencia en historias de la Segunda Guerra, con los guiones de El vestidor (The Dresser, 1983), Countdown to War (1989) y Tomando parte (Taking Sides, 2001). El elegido para interpretar a Szpliman fue Joseph Fiennes, pero debió rechazarlo por compromisos teatrales. Luego de haber visto Harrison’s Flowers (2000), Polanski se decidió por Adrien Brody.
El pianista muestra la instalación del Gueto de Varsovia y las peripecias de Szpilman para sobrevivir. Su profesión de músico en la radio local lo convierte en una especie de privilegiado, si es que se puede llamar así a una persona que sufre hambre y está obligado a esconderse para sobrevivir. Por el contrario, los judíos de la ciudad (como su familia) no solo son torturados, sino que también sufren la degradación constante por parte de los ocupantes nazis. Tal como hizo en sus películas anteriores como Repulsion (1965), El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1969) y El inquilino (Le Locataire, 1976), Polanski utilizó la arquitectura para presentar al gueto como un espacio opresivo del que es difícil escapar. Hay que destacar que se filmó en exteriores en las escenas de la ciudad y en estudio para el gueto, siendo casi nula la utilización de efectos especiales.
La actuación de Adrien Brody fue uno de los elementos más destacados de la película. El actor no solo aprendió a tocar el piano y perdió 14 kilos, sino que en muchas escenas no tiene diálogo dado que el personaje debía permanecer escondido y casi sin relacionarse con otras personas.
El pianista recaudó 120 millones de dólares, superando ampliamente los 35 millones de su presupuesto. Pero su mayor éxito fue el reconocimiento, tanto de la industria como de la crítica. En Cannes, ganó el premio mayor en un jurado presidido por David Lynch. En esa misma edición, también participaron dos clásicos del cine argentino de este siglo: El bonaerense (2002) de Pablo Trapero y Un oso rojo (2002) de Israel Adrián Caetano. En cuanto a los Oscar ganó tres premios: mejor director, mejor actor y mejor guion adaptado. No pudo consagrarse con el premio mayor de mejor película, que se lo llevó Chicago (2003) de Martin Richards. También ganó en los BAFTA y en los Premios César.
En cuanto a la crítica, Michael Wilmington del “Chicago Tribune” lo definió como “la mejor película dramática que vi sobre la experiencia del Holocausto, una declaración tan poderosa sobre la guerra, lo inhumano y la redención del arte que puede señalar la redención artística de Polanski”. Por el lado de la crítica local, hubo un contrapunto en la revista “El amante” entre Eduardo Russo y Tomás Abraham, donde el primero la trata de una “pálida remake del film devastador” y diciendo que el director tiene otras obras mejor resueltas, mientras que el filósofo la recomienda y apunta contra Russo por no dejarse conmover.
Roman Polanski continuó estrenando sus siguientes películas en festivales, siendo La piel de Venus (La Vénus à la fourrure, 2015) la única que volvió a competir por la Palma de Oro. Este premio, a pesar del prestigio que otorga, no le da una popularidad inmediata a cada película ganadora, ya que en Cannes suele premiarse más a un cine de autor que comercial. Desde El pianista, solo El árbol de la vida (The Tree Of Life, 2011), Amour (2013), Parasite: Parásitos (Gisaengchung, 2019), El triángulo de la tristeza (Triangle Of Sadness, 2022) y Anatomía de una caída (Anatomie d’une chute, 2023) fueron nominadas a mejor película en los Oscar, siendo la coreana la única triunfal en ambas ceremonias. Con esto, queda demostrado que los festivales no son solo una entrega de premios y que son necesarios para la industria del cine.