La conversación: Un diálogo eterno por María Cabrera
“Era como una ecuación con dos incógnitas.
Bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran una pura fantasía.”
George Orwell, 1984.
La conversación (The Conversation, 1974), dirigida por Francis Ford Coppola, es una película que explora los oscuros rincones del espionaje y la paranoia a través de la historia de Harry Caul, un experto en vigilancia que se ve atrapado en un dilema ético y en los confines de su propia mente, que, al saber demasiado, se vuelven obscuros y recónditos. Estrenada en el contexto del escándalo de Watergate, ofrece una reflexión atemporal sobre la invasión de la privacidad y la desconfianza hacia las instituciones. Cuando un film cómo este, que tiene más de 50 años, y trata en gran parte sobre tecnología, ha logrado dialogar con la realidad a lo largo del tiempo, desde la presidencia de Nixon hasta la era digital, es algo realmente especial y digno de analizarse.
En el contexto de la filmografía de Francis Ford Coppola es una obra fundamental del director, y ocupa un lugar único entre sus producciones menos laureadas, que asimismo se relaciona con sus otros trabajos y su evolución como director.
Durante los años 70’s el director tuvo un periodo altamente productivo y exitoso. Justo antes de «La conversación», Coppola dirigió El padrino (The Godfather, 1972), una película que redefinió el género de la mafia y estableció su reputación como uno de los grandes directores de Hollywood. Después de «La conversación», Coppola continuó con El padrino II (The Godfather Part II, 1974) y Apocalypse Now (1979), consolidando su estatus como autor de cine.
Aún con este pequeño extracto de su carrera, podemos ver cómo hay temáticas que persisten en su obra. La moralidad y responsabilidad individual están muy presentes en este periodo. Al igual que en «El padrino», donde la familia y la lealtad se enfrentan a la corrupción y el crimen, «La conversación» profundiza en los dilemas morales de su personaje principal y las consecuencias de sus acciones. También hay grandes discrepancias, a diferencia de las narrativas expansivas y complejas de El padrino y Apocalypse Now, La conversación es notable por su enfoque minimalista y su estilo más contenido. La película utiliza una cinematografía sobria y un diseño de sonido innovador para crear una atmósfera de tensión y aislamiento.
Esta obra es especialmente reconocida por su transformador uso del sonido, a cargo de Walter Murch, una leyenda por sí mismo. La manipulación del audio es crucial para la narrativa, reflejando la obsesión del protagonista con su instinto de supervivencia y moral. Desde grandes detalles como la edición de la conversación que da nombre a la película, otros aspectos juegan un papel destacado en el relato de la historia.
La banda sonora está dominada por sonidos de piano, a diferencia del padrino, donde abundan las cuerdas. Está decisión encuadra la película en un ámbito más personal, ya que las notas se van agudizando a medida que la acción avanza, dando un sentido de persecución intima, que las grandes cuerdas del padrino no podrían lograr. Sin embargo, cuando nuestro protagonista se sienta solo en su mundo personal, toca Jazz, el único género musical reconocido ampliamente por su improvisación y de alguna manera, falta de control. Esto funciona como una pequeña ventana hacia el mundo interno del personaje, quien tiene la absoluta necesidad de controlar todo y saber todo, pero que para sí mismo, elige la libertad.
En su estreno, «La conversación» fue aclamada por la crítica por su profundo análisis psicológico y su tensión atmosférica. Se leyó como una alegoría de los tiempos, un comentario sobre la erosión de la privacidad y la ética en el uso de la tecnología de vigilancia. La película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y recibió varias nominaciones al Oscar, consolidándose como una pieza clave del cine de los años 70.
Desglosando el misterio: aspectos técnicos
Coppola escribe y dirige esta película. Su enfoque aquí es más íntimo y psicológico comparado con sus otros trabajos épicos, de hecho, muchas fuentes la catalogan como “un estudio de personaje”. La narrativa de «La conversación» se centra en crear una atmósfera de tensión constante. La estructura no lineal y el uso de flashbacks y repeticiones de la charla grabada contribuyen a la creciente manía del protagonista.
La cinematografía de Bill Butler utiliza una combinación de tomas largas y encuadres cerrados para reflejar el estado mental de Harry Caul. Las tomas largas crean una sensación de vigilancia constante, mientras que los encuadres cerrados enfatizan la claustrofobia y la paranoia de Caul.
La paleta de colores es mayormente fría y neutra, lo que complementa el tono sombrío de la película. El diseño de sonido, a cargo de Walter Murch, es fundamental para la narrativa. La película se centra en la grabación de una conversación y el sonido es manipulado para crear una sensación de intriga y aislamiento. El uso del sonido y la repetición de la conversación grabada simbolizan la obsesión de Caul y su incapacidad para escapar de su propia creación. La destrucción de su apartamento al final de la película simboliza su completa desintegración psicológica. La conversación es una película técnicamente brillante, desde la dirección y el guion hasta la cinematografía y el sonido, creando una historia profunda y perturbadora sobre la falta de control sobre nuestra intimidad. La relevancia de estos temas ha aumentado con el tiempo, haciendo de esta película una obra atemporal que sigue resonando en la era digital actual.
El Paso de los años
En los años 70, Estados Unidos se encontraba sumido en una crisis de confianza debido al escándalo de Watergate. La revelación de que el gobierno estaba involucrado en actividades de espionaje ilegal y encubrimiento creó un clima de desconfianza generalizada. «La conversación» refleja perfectamente este ambiente. Harry Caul, interpretado por Gene Hackman, es un personaje obsesionado con la privacidad y la seguridad, lo que resuena con la paranoia colectiva de la época. La película que menciona explícitamente Watergate, se imbuye de este espíritu de desconfianza hacia el poder y la vigilancia.
La escena inicial en la que Harry y su equipo graban una conversación en una plaza pública utilizando sofisticados equipos de vigilancia es un reflejo directo de las técnicas de espionaje que se temían y se denunciaban en aquel momento. Esta secuencia establece inmediatamente el tono de la película, mostrando la habilidad de Harry para penetrar en la vida privada de las personas sin que ellas se den cuenta. La escena con la que comienza la película, es también el tono que va a tener durante la duración del metraje. Como espectadores, nos zambullen en una situación que no entendemos, pero la tensión es palpable. Indudablemente este sentimiento de confusión es buscado por el director, y es lo que acompaña al protagonista a lo largo de la historia.
Años 80 y 90: Cambios tecnológicos y nuevas interpretaciones
En las décadas siguientes, «La conversación» continuó siendo relevante, aunque en nuevos contextos. Con la aparición de nuevas tecnologías de grabación y espionaje, la película se mantuvo como una advertencia sobre los peligros de un exceso de vigilancia. La figura de Harry Caul se convirtió en un precursor de las preocupaciones modernas sobre la persecución estatal y corporativa.
La escena en la que el experto descubre que su propia oficina ha sido intervenida, a pesar de todas sus medidas de seguridad, resuena particularmente en esta era. La sensación de que nadie está a salvo de ser vigilado, ni siquiera los expertos, subraya la creciente preocupación por la privacidad en un mundo cada vez más tecnológico y confuso para las generaciones analógicas.
Durante los años 80 y 90, el desarrollo de nuevas tecnologías como las cámaras de vigilancia y sobre todo los primeros pasos hacia la digitalización trajeron nuevas dimensiones a los temas de la película. Aunque la tecnología avanzaba, la esencia de la preocupación por la invasión de la privacidad sin control seguía más vigente que nunca. El problema de la tecnología cómo vemos en la escena del loft de Harry, es que es un arma con dos filos. Se puede usar para protegernos, pero puede ser usada tan fácilmente para invadirnos. En el caso del film, a Harry le implantan una grabadora en una pluma a modo de chiste, algo que a él no le resulta sospechoso en un principio, pero que viendo al día de hoy la película se hace bastante obvio. Harry le termina contando sus secretos más privados a una mucho más joven dama, salida de un film noir, mientras tiene implantada la grabadora. La cinta es solo utilizada en forma de chiste por el grupo, pero le hace notar a nuestro protagonista su propia vulnerabilidad, tanto emocional como profesional. Del mismo modo, cuando esta joven modelo decide quedarse con un hombre que probablemente la dobla en edad, que conoce hace 5 minutos, que es emocionalmente inaccesible y no es ni rico ni apuesto, como audiencia entendemos inmediatamente que hay algo extraño y que esta mujer sea probablemente un agente. Sin embargo, la película tiene 50 años, los hombres sentían que tenían derecho a un premio por sus logros, y tanto para Harry como para el público puede haber resultado una sorpresa; hiriendo aún más el ego y la seguridad del protagonista.
La era de internet y las redes sociales
Con la llegada del siglo XXI y la revolución digital, La conversación adquirió una relevancia renovada. En una era donde las redes sociales y la inteligencia artificial dominan nuestras vidas, la entrega voluntaria de nuestra identidad a internet plantea nuevos desafíos. Las preocupaciones de Harry Caul sobre la privacidad se reflejan en nuestras propias preocupaciones sobre el big data, la minería de datos y la vigilancia masiva. La escena culminante en la que Harry, devastado por la culpa y la paranoia, destruye su apartamento en busca de micrófonos ocultos, se convierte en un poderoso símbolo de nuestra propia desesperación por privacidad en la era digital. Este acto de autodestrucción refleja la vulnerabilidad que sentimos al saber que nuestra vida personal puede ser expuesta en cualquier momento. En la escena el protagonista revisa frenéticamente toda la casa, y al no poder encontrar nada, vuelve a su saxofón. Cada vez que bajamos una aplicación, aceptamos términos y condiciones, sabemos que venden nuestra información, y seguimos con nuestra vida, porque no hay otro camino.
Las redes sociales como Facebook, Instagram y X (Twitter) recopilan enormes cantidades de datos personales, mientras que los dispositivos inteligentes y las aplicaciones de rastreo monitorean nuestros movimientos y comportamientos. «La conversación» se convierte en un espejo de estas preocupaciones modernas, subrayando la vulnerabilidad de nuestra identidad en la era digital. La invasión de la privacidad no es un problema que quedó en 1974, está más presentes que nunca.
La relación entre Harry y el director de la empresa que lo contrata para espiar la conversación, interpretado por Robert Duvall, resuena con las dinámicas de poder actuales donde grandes corporaciones y gobiernos tienen acceso a vastas cantidades de información personal. La revelación final sobre la verdadera naturaleza de la conversación grabada por Harry añade una capa de complejidad, subrayando cómo la información puede ser manipulada y malinterpretada.
Es importante destacar, que al mismo tiempo que demandamos privacidad, demandamos protección. La estrategia más antigua para que los ciudadanos cedan sus propios derechos es el miedo. De hecho, después de los atentados del 7 de julio de 2005 en Londres, hubo un aumento significativo en el uso de cámaras de seguridad en la ciudad. La cantidad de cámaras de CCTV en áreas públicas aumentó aproximadamente en un 72%. Este incremento se dio como parte de una serie de medidas para mejorar la vigilancia y la seguridad en la ciudad, con el objetivo de prevenir futuros ataques terroristas y mejorar la capacidad de respuesta ante incidentes similares (United States Institute of Peace) (GOV.UK).
Exceso de información y teorías paranoicas
En la era actual, el exceso de información y la proliferación de teorías conspirativas han llevado a una situación donde todo parece real y nada parece real al mismo tiempo. Un ejemplo notable es la persistente teoría de que Barack Obama no es ciudadano estadounidense a pesar de la existencia de su partida de nacimiento. Este tipo de teorías prosperan en un ambiente de desconfianza hacia la información oficial y los medios de comunicación.
La psicología detrás de las teorías conspirativas es compleja y multifacética. Las personas pueden ser atraídas a estas teorías por diversas razones psicológicas y sociales. Por ejemplo, la búsqueda de control y certeza. En tiempos de incertidumbre y caos, como durante crisis políticas, desastres naturales o pandemias, las teorías conspirativas pueden proporcionar una sensación de control y orden. Ofrecen explicaciones sencillas para eventos complejos, ayudando a las personas a sentir que entienden lo que está ocurriendo.
Otro factor es lo que se conoce como “pensamiento de patrón: los humanos tienen una tendencia natural a buscar patrones y conexiones, incluso donde no existen. Este pensamiento de patrón puede hacer que las personas vean eventos desconectados como parte de una gran conspiración.
Sumadas a otros factores, como desconfianza de las autoridades y respuestas emocionales, los tiempos que corren son un caldo de cultivo para estas teorías. El peligro de las mismas es la desinformación. Tener todos los datos al alcance de las manos, pero la incapacidad de transformarlos en información es uno de los grandes virus de la época digital. Entender estos factores puede ayudar a abordar la propagación de teorías conspirativas y promover una mayor alfabetización mediática y crítica en la sociedad. El arte puede ayudar en esta época de información líquida, por eso obras como la de Coppola siguen importando.
En «La conversación», esta dinámica se refleja en la escena donde Harry revisa repetidamente la grabación que ha hecho, intentando descifrar su verdadero significado. La interpretación de las palabras “Él nos mataría a todos si tuviera la oportunidad” («He’d kill us if he got the chance») varía según el contexto en que Harry las escucha, lo que ilustra cómo la información puede ser manipulada y reinterpretada hasta el punto de volverse ambigua y sospechosa. Este constante replanteamiento de la información refleja la desconfianza moderna hacia las fuentes oficiales y cómo las teorías paranoicas pueden distorsionar la realidad.
“El lujo es vulgaridad”, dijo, y se fue a New York.
En países periféricos como Argentina, la cuestión de la privacidad adquiere matices diferentes. Mientras que en los países centrales es una preocupación generalizada, en países periféricos es a menudo un lujo que solo se pueden permitir las clases media y alta. Las tecnologías de vigilancia y la capacidad de proteger la privacidad están más accesibles para aquellos con mayores recursos económicos.
En Argentina, los escándalos de vigilancia y espionaje han afectado a figuras políticas y han generado titulares, pero no han provocado el tipo de movilización masiva que se vio en Estados Unidos durante el escándalo de Watergate. La realidad cotidiana de muchos ciudadanos, donde la inseguridad económica y la desigualdad son preocupaciones predominantes, significa que la privacidad es una preocupación secundaria.
En el contexto político y social moderno, «La conversación» adquiere nuevos significados. En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la vigilancia se vuelve cada vez más intrusiva, la película nos ofrece una reflexión profunda sobre la importancia de la privacidad y la necesidad de mantener un equilibrio entre la seguridad y la libertad individual. La película de Coppola, con su trama envolvente y sus personajes complejos, sigue siendo una herramienta poderosa para entender y cuestionar nuestra relación con la privacidad.
La manipulación de la información es un tema central en la película. Harry Caul cree que tiene el control y el conocimiento, pero descubre que la información que posee puede ser malinterpretada o utilizada de manera perjudicial.
De la misma manera, a pesar de la abundancia de datos disponible en la era digital, la desinformación se ha convertido en un problema significativo. Las redes sociales son canales donde la información falsa puede propagarse rápidamente, influenciando la opinión pública de manera efectiva. Este fenómeno subraya la importancia de la capacidad de discernir y la educación, en lugar de simplemente tener acceso a datos. La información es poder, pero solo cuando se entiende y se utiliza correctamente. La película muestra que tener información no es suficiente; la interpretación y el uso de esa información son cruciales.
En el contexto argentino, podemos ver como el presidente Milei ha capitalizado en la información disponible y las redes sociales para consolidar su poder. Sin embargo, la paradoja es que una generación con acceso ilimitado a información puede estar desinformada si carece de educación adecuada para interpretarla críticamente. Esto subraya la necesidad de políticas educativas robustas para que la información realmente empodere a la población.
La conversación ofrece una rica fuente de reflexión sobre cómo la vigilancia, la información y la desinformación impactan la vida privada y la sociedad. Estos temas son extremadamente relevantes en la Argentina actual, donde el presidente ha utilizado las redes sociales para influir en la opinión pública, en un contexto donde la capacidad de discernir y la educación se vuelven más importantes que nunca.
Impacto duradero
La conversación demostró ser una película atemporal, que sigue dialogando con el espectador a lo largo de las décadas. Su capacidad para reflejar y comentar sobre las preocupaciones de cada era la convierte en una obra transcendental del cine. Desde el escándalo de Watergate hasta las inquietudes modernas, la película de Coppola sigue siendo una referencia crucial en las discusiones sobre privacidad y ética. Ya sea que lo llamemos un empresario desalmado, una víctima de su propio engaño o un improbable hombre común, este antihéroe indeleblemente dibujado, con su solitario saxofón de jazz, su inflado sentido de importancia y su mente, en última instancia, tan saqueada como su departamento, encarna los peligros de la era de la vigilancia como ningún personaje de la pantalla antes o después. Algunas advertencias se escuchan mejor sin gritar, como lo atestigua el elegante y desgarrador film de Coppola.