Re-Sonator: El terror como deleite
Por Martín Vivas
Desde su aparición como la más joven de las artes, el cine ha sido catalogado como una notable fuente de entretenimiento, que no puede aburrir al espectador. El terror, género cinematográfico marginal e infravalorado por cierto público y sector de la crítica, cumple con dicho requisito y, además, ejerce una misión sublimadora. Esto es, “la catarsis apolínea, traducida como purificación… la manera con la cual las emociones son depuradas dentro del alma mediante el espectáculo o la creación artística” 1. Desde nuestra infancia podemos experimentar esta incidencia en nuestras vidas.
La fascinación por los monstruos tiene un claro programa sanador. Constituye el contacto inicial con la muerte (si antes no se nos murió alguna abuelita o mascota en el mejor de los casos) y con la violencia extrema. A través de sus historias, el terror conjura las angustias y miedos más profundos del público. Nos acerca el dolor, la pérdida, las pesadillas más agobiantes, y muchos más. Los pone justo frente a nuestros ojos, nos lo enrostra sin tapujos. Los legitima, además, brindándoles un contexto lúdico. Así, cuestiones tabú se vuelven naturales en la pantalla, generando una reacción distinta a la que se daría en el mundo real.
En el documental In Search of Darkness (2019), de David A. Weiner, se señala a la década del ochenta como la que mejor ha sabido expresar esta cuestión. El tono irónico y el excesivo placer del terror pueden identificarse fácilmente con ese período. Uno de los cineastas que logró manifestar esta tendencia con mayor éxito fue Stuart Gordon; director y guionista, que no logró el merecido reconocimiento que sí han tenido algunos de sus colegas.
Generalmente, Gordon es reconocido por ser el guionista de Querida, encogí a los niños (1989, Honey, I shrunk the kids) o por quizá su film más destacable: Re-Animator (1985), una versión libre del “Frankenstein” de Mary Shelley. Esta última se encuentra basada en una de las historias de H. P. Lovecraft, escritor estadounidense influenció a todo tipo de artistas. Nuevamente el mito prometeico es llevado al cine. Hoy la película es considerada como una obra de culto, con su propia iconografía como el caso de las cabezas parlantes y la banda sonora a cargo de Richard Band, inspirada en la compuesta para Psicosis (Psycho, 1960) por Bernard Herrmann.
Al año siguiente de Re-Animator se estrena Re-Sonator (1986, From Beyond), también basada en un relato de Lovecraft. Gordon reincide en la idea del científico loco jugando a ser Dios. El Dr. Edward Pretorius (Ted Sorel) y su asistente, Crawford Tillinghast (Jeffrey Combs), ponen en funcionamiento el Re-Sonator, un singular experimento que estimula la glándula pineal alojada en el cerebro humano, habilitándoles el encuentro con seres de otra dimensión.
En la década del ochenta, el género se sirvió de la ciencia y la pseudociencia para partir en búsqueda de nuevas historias. Como en otro momento lo había sido el escritor francés Julio Verne, el canadiense David Cronenberg fue el más destacado en este recorrido. Ninguno de los dos era clarividente, pero los guiaba un fuerte interés por el campo científico y sus posibilidades. Así la telepatía, la influencia en la mente de los ciudadanos de los contenidos mediáticos y las alteraciones genéticas, entre otros, sirvieron de punto de partida para muchos relatos cinematográficos. En Re-Sonator, la activación de la epífisis abre las puertas de un mundo desconocido.
De la glándula pineal, llamada así por su parecido con el de una piña, se conocen sus funciones endocrinas, esto es, regula el sueño, influye en las hormonas sexuales, entre varias funciones más. Pesa alrededor de 150 miligramos y tiene el tamaño de un grano de arroz. El filósofo René Descartes la definió como la sede del alma. Ahora, para el budismo y algunas falsas ciencias este tercer ojo puede activarse, logrando una supraconciencia que otorga poderes sobrehumanos. El Re-Sonator despierta la pineal que, agrandada y con aparente vida propia, sale por la frente de Pretorius y Crawford.
Esto nos orilla al concepto de terror erótico, que Stuart Gordon exprime magistralmente. Las epífisis, los monstruos y el Re-Sonator tienen forma genital.
El despertar de la glándula provoca en los personajes la idea reprimida del placer sexual, fundamentalmente en la Dra. Katherine McMichaels (Barbara Crampton) que pasa del cliché de la intelectual mojigata a una impetuosa dominatrix que interpela sensualmente a sus compañeros, entre ellos el policía Bubba Brownlee (Ken Foree) que integra una especie de tridente de la represión institucional junto a la Dra. Bloch (Carolyn Purdy – Gordon) y la vecina (Bunny Summers).
La principal amenaza la constituye el Dr. Pretorius, que ya es monstruo antes de convertirse en un cuerpo amorfo y maleable a su antojo. Es que su experiencia humana atenta contra las normas sociales y culturales predominantes; además de intentar experimentos inmorales lleva adelante una vida sexual que incluye el sadomasoquismo (bdsm). Su disfunción eréctil, acusada por Crawford, promueve la experimentación científica en busca de nuevas maneras de disfrute sensual. El final del film, con la muerte de los científicos y la destrucción del Re-Sonator, puede ser interpretado como un final feliz si se entiende que se ha dado con todo ello el restablecimiento de la represión.
A su vez, Re-Sonator pertenece al subgénero denominado cosmic horror, ya que abarca un terror que se encuentra fuera de la comprensión humana. En este caso, lo inefable emana de otro plano que el dispositivo hace visible. También encontramos en el film otra variante: el body horror. La alteración grotesca del cuerpo humano encuentra su plenitud en la batalla final entre Pretorius y Crawford, éste último desde dentro del cuerpo del primero. Y la muerte de Bubba es puro gore.
Los monstruos fijan el género. La viscosidad y los fluidos que destilan recuerdan a aquellos que brillan en films como El más allá (L’aldilà, 1981) de Lucio Fulci o El enigma de otro mundo (The Thing, 1982) de John Carpenter. Otro de los elementos que definen la categoría lo constituye la casa maldita (embrujada) donde se desarrollan gran parte de los eventos de la película. La vivienda donde se encuentra el Re-Sonator, el cual ocupa una habitación entera, se encuentra al fondo del terreno, tras un pesado portón de rejas y un camino inquietantemente prolongado. Esta distancia ya nos sugiere un alejamiento del mundo conocido.
Dentro de la misma abundan los cuadros exóticos, una escalera viperina y el infaltable sótano. En fin, la casa como un laberinto, que se nos presenta como un establecimiento más grande de lo que aparenta por fuera.
Otra de las patas fuertes del terror como género es la lucha que se da entre el bien y el mal. Generalmente, las fuerzas oscuras se imponen durante la mayor parte de la obra, aunque en el final se restaura el bien. En contadas excepciones, el desenlace nos deja un sabor agrio prefiriendo el éxito de las sombras. En Re-Sonator hay sin duda villanos, pero ¿qué hay de sus agonistas? No se vislumbra con claridad que Crawford y Katherine sean parte de este grupo. Si bien batallan contra el Dr. Pretorius, ambos son cautivados por sus propias obsesiones, y en ocasiones se entregan a la propuesta sexual del Re-Sonator. Quizás el único que podemos marcar como héroe y mártir sea el detective Bubba, que logra controlar su libido frente a la encuerada psiquiatra.
Es necesario rescatar a Re-Sonator como una obra fundamental del género de terror, a la par de Re-Animator y de otros films de aquella época. Stuart Gordon logra este clásico de culto, en donde la diversión y el entretenimiento parecen ser siempre el objetivo; si hasta la casa de Pretorius lleva el 666 en su fachada y da de frente a Benevolent Street. Este es un juego que se permite el cineasta, el de la ironía, poniendo patas arriba los elementos propios del horror. Y si el género puede ser entendido como una religión, la cual genera un tipo de identificación especial con el público, Gordon merece ser conocido como uno de sus apóstoles.
1) Dufays, Sophie. (2016). “Infancia y melancolía en el cine argentino: De La ciénega a La rabia”. Editorial Biblos.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –