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Hotel sin salida: No duermas afuera                    

por Tamara Rey

La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, en especial a lo desconocido. Esa sensación de angustia se esconde en el subconsciente advirtiendo que algo puede acontecer. Unheimlich (adjetivo alemán) significa ominoso o siniestro; refiere a un fenómeno psicológico estudiado por Freud en que existe una dinámica inconsciente donde lo familiar e íntimo se invierten acercándose a su sentido contrario extraño, es decir, miedo a lo incierto. 

Las películas de terror son un estimulante de adrenalina para que el espectador pueda enfrentarse a aquello que tanto lo atemoriza pero que intrínsecamente sabe que nada de eso le sucederá. El desconocimiento que lleva a la incertidumbre se plasma en el cine de terror como un viaje fantasmagórico de ida y afortunadamente de vuelta para la representación de lo terrorífico, una metamorfosis de «monstruos» con un mismo fin: asustarnos. «El público va al cine quizás para aceptar unas mentiras como verdaderas y vivir emociones con ellas una impresión de la realidad». La llegada del tren (1896), de los Hermanos Lumiére generó un impacto en los espectadores quizás mucho más aterrador que el que luego experimentaron con los primeros filmes mudos de terror. Frankenstein (1910) de J. Searle Dawley es por muchos considerada como la primera película intencionada del género, aunque fue Georges Méliès quien abrió el portal de la magia, dibujante e ilusionista que pensaba en términos teatrales de vanguardia y creador de los estudios cristalizados de cine. 

La mansión del diablo (Le Manoir du diable, 1896) sería verdaderamente la primera del género de terror, Méliès logró mediante efectos visuales proyectar en pantalla escenas espeluznantes. En cualquier parte del mundo las películas reflejan trazos o telones de su realidad sociocultural, crisis económicas, guerras, catástrofes, descubrimientos, así como revoluciones que funcionan a la perfección «como engranajes de la maquinaria del cine de terror». Una trillada metáfora; historias donde repentinamente se avería una cubierta, el tablero indica la falta de combustible o quizás el deseo o angustia de huir y entonces, azarosamente, se desploma la trama en algún hospedaje, un espacio fortuito sin identidad. 

Si bien puede resultar una repetición como falta de originalidad no siempre lo es. Alfred Hitchcock en Psicosis (Psycho, 1960) muestra de un modo visual asombroso y escalofriante el asesinato de una mujer dentro de la ducha del Bates Motel, una escena memorable en la historia del cine. El resplandor (The Shining, 1980) Stanley Kubrick nos adentra en el mundo subterráneo de la psiquis del protagonista quien se instala junto a su familia en el Overlook Hotel.  Identidad (Identity, 2003) James Mangold relata la historia desde un primer personaje entretejiendo con otros nueve más acorralados en el Golden Palm Hotel donde la paranoia es el perfecto contexto. 

Hotel sin salida (No Vacancy, 2007) es una película estadounidense dirigida por Nimrod Antal y producida por Hal Lieberman Company, filmada en el mismo estudio donde se realizó «El mago de Oz». La banda sonora pertenece a Paul Haslinger, músico y compositor austríaco. Antal estudió en la Academia de Cine en Hungría donde filmó su ópera prima Kontroll en 2003 ambientada en los subtes de Budapest, filme premiado en Cannes, dirigió también Blindado (Armored, 2009) y al año siguiente Depredadores (Predators) y en 2013 Metallica: Through the Never

Para Hotel sin sálida presentaron una estrategia de marketing donde uno podía llamar a un número de teléfono gratuito y sonara como si realmente estuviera llamando al Pinewood Motel, de fondo se escuchan gritos que acompañan a la voz del propietario quien informa sobre los precios «rebajados» y las ofertas «asesinas», la voz era la de Frank Whaley quien es parte del elenco, interpretando a Mason (el verdadero y estrafalario gerente del motel en la ficción). Mark Smith, guionista del filme, cuenta que mientras viajaba por carreteras observaba moteles aislados y prácticamente vacíos y se preguntaba cómo seguían abiertos y de dónde conseguían el dinero para subsistir. 

En el documental Voyeur (2017) el periodista estadounidense Gay Talese conocido por su trabajo en el New York Times y por su defensa del llamado «nuevo periodismo» investiga a Gerald Foos, propietario de un motel en Colorado años atrás, ya envejecido tuvo el afán, por fama y tal vez por «no tener motivaciones», de contar su trastornada historia de haber espiado a sus huéspedes por más de 30 años. Por un lado, en la ficción de Antal, la protagonista se esconde en el cielorraso de la habitación y ve a través de una rendija de madera como torturan a su marido, por otro Foss en la vida real y con premeditación instala rejillas de ventilación en los techos del motel con el objetivo de ver a sus clientes en la intimidad.  Él encuentra entre algunas, una justificación en cuando era niño y sus padres no hablaban de sexo, algo que resulta tan patético ya que ni aún en la actualidad existen en los hogares un banquete libre de intercambios de ideas y confesiones sexuales, y que si aún así lo fuera tampoco sería una garantía para no entrar en el abismo de la perversión. 

 Una paradoja donde la ficción supera la realidad, en la escena final de 8 milímetros (1998) por Joel Schumacher, Tom (Nicolas Cage) le pide al asesino, George (Chris Bauer) que se quite la máscara y cuando éste se desvela expresa: «¿esperabas un monstruo? no tengo nada que decir para que se comprenda, no fui golpeado ni abusado ni me han violado, solo soy lo que ves». Existen detrás de escenas en todas las fachadas, reales o imaginarias. Hotel sin salida abre un relato melodramático y tal vez insustancial de una pareja en crisis, Amy (Kate Beckinsale) y Adam (Luke Wilson) quedan varados en medio de la ruta a causa de un incidente con su vehículo y sin señal para comunicarse los invita improvisadamente a pasar la noche en un motel. Una vez en la habitación descubren unas cintas de VHS donde ven grabaciones de crímenes, snuff movies, que ocurrieron exactamente en el mismo espacio donde se encuentran ellos (Smith escribirá luego «Vacancy 2: The First Cut» que funciona como una precuela y se centra en cómo los empleados del motel comenzaron sus torturas). 

David Cronenberg, quien escribió y dirigió Cuerpos invadidos (Videodrome, 1983) dijo alguna vez: “Todo el mundo cree que existen, pero las snuff movies son un invento de unas personas que querían ganar dinero, pero luego, este invento fue utilizado con motivos políticos por grupos de presión anti pornográfica”. Mientras se expandía el nuevo cine de Hollywood con narrativas y personajes ambivalentes por debajo fluía un mundo de arte cinematográfico más subversivo en el que se manifestaban historias que generaban tanta intriga como repulsión: violencia gráfica, sexo explícito o consumo de drogas con el fin de conseguir popularidad y que si bien las temáticas aborrecían socialmente igual se comercializaban, el denominado cine de exploitation

 Hotel sin salida se acerca a un thriller psicológico más que a un cine slasher (subgénero del cine de explotación) las escenas inverosímiles pueden restar pero la trama alcanza su nivel de suspenso, inicia con unos títulos sugestivamente interesantes logrando una atmósfera de tensión constante de expectativas y horror a lo que vendrá y sellando el miedo en un primer plano de David frente a nuestra pantalla con su mirada absorta dentro de otra pantalla revelando que esa ficción que está viendo está a instantes de convertirse en su realidad. «¿Qué hacen ellos?» pregunta Amy, «Sólo se están divirtiendo», responde David.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –

LABORATORIO DE TERROR