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No es paranoia si te están persiguiendo 

“The Truman Show” (1998), “Ciudad en tinieblas” (1998)

 

Por Alejandro Reys

La del ’90 fue una década de convulsiones, especialmente en su segunda mitad. Por empezar, la proximidad del final del siglo XX y el inminente cambio de milenio hicieron resurgir las profecías de Nostradamus sobre el fin del mundo. Esto impulsó un cierto regreso del cine catástrofe por un lado, con ejemplos donde peligraba el planeta como Armageddon (1998) o Impacto Profundo (Deep Impact, 1998), y la aparición de películas que hacían referencia directa a la llegada del anticristo, como El día de la bestia (1995) o El día final (End of Days, 1998), por el otro. Además se sumaba el miedo más palpable y menos esotérico al Y2K, retratado por ejemplo, entre otras, en Días extraños (Strange Days, 1995). Allí se hace presente también otro gran temor de la época; el del avance de ciertas tecnologías. El surgimiento del video digital y la expansión de internet implicaron un salto enorme para las telecomunicaciones, lo cual generó preocupación sobre los límites de la vigilancia y la pérdida de la privacidad, premisa de películas como La red (The Net, 1995) o Enemigo público (Enemy of the State, 1998). Coincidentemente, la aparición de los grandes reality shows, basados en el morbo voyerista y cuya popularidad explotaría a principios de la década siguiente, también se dió por esos años. Todo esto abonó el terreno para teorías conspiranoicas de lo más variado: Medidas extremas (Extreme Measures, 1996), Hombres de negro (Men in Black, 1997), El complot (Conspiracy Theory, 1997), Al filo de la muerte (The Game, 1997), Pi (1998), Intriga en la calle Arlington (Arlington Road, 1999) y una larga lista de etcéteras, que incluye la que sería la primera versión cinematográfica de la serie conspiranoica por excelencia, Los expedientes X: La película (The X-Files, 1998). En este contexto surge una andanada de films que destacan por sus similitudes: Abre los ojos (1997), The Truman Show (1998), Ciudad en tinieblas (Dark City, 1998), El piso 13 (The Thirteenth Floor, 1999), Matrix (The Matrix, 1999) y eXistenZ: Mundo virtual (eXistenZ, 1999). Más allá de tocar varios de los temas mencionados, todos giran en torno a un eje argumental que podría resumirse en cuatro palabras: “la realidad es mentira”.

Más temprano en algunas, más tarde en otras, los protagonistas invariablemente despiertan a la existencia de una realidad mayor, que contiene a la que hasta ese momento consideraban propia. Diversos son los motivos por los que se encuentran confinados a estos mundos subalternos, incluyendo el de haber entrado (aún desconociéndolo) por propia voluntad. Pero la sensación de que existe un poder externo, que controla y modifica las reglas de forma caprichosa, constituye una constante. Se presenta, sin embargo, una diferencia fundamental en la constitución misma de estos mundos. En cuatro de los casos, muy a tono con los temores por los avances tecnológicos de la época, se recurre a la realidad virtual como explicación. Una sofisticada simulación que se presenta ante los ojos (y mentes) de los personajes. Los protagonistas de The Truman Show y Ciudad en tinieblas en cambio (como sugiere esta última mediante una muy poco sutil analogía), corren cual ratas en un laberinto. Un laberinto controlado y del cual no pueden escapar, pero tangible. Una suerte de maqueta en escala 1:1 de una ciudad, construida por tiranos arquitectos.


Truman Burbank (Jim Carrey), un vendedor de seguros que lleva una vida tan tranquila como ordinaria en la idílica ciudad de Seaheaven, despierta metafóricamente a la realidad a causa de una serie de extraños sucesos: un foco de iluminación, salido aparentemente de la nada, cae en medio de la calle, la radio del auto de repente parece relatar detalladamente sus acciones y cree encontrarse con su padre, fallecido años atrás. Esto, entre otras cosas, hace que empiece a sospechar de la existencia de una conspiración en su contra para que no abandone la ciudad; y no se equivoca. John Murdoch (Rufus Sewell), por su parte, despierta de manera más literal. Lo hace desnudo, en una bañera llena de agua, en una habitación de hotel, junto al cadáver de una desconocida y sin recordar absolutamente nada de lo sucedido. Perseguido por la policía y por un grupo de misteriosos hombres de negro muy pálidos, John también intenta salir de la ciudad; sin más éxito que Truman. Ambos, por distintos medios y con dispares recursos, pretenden huir de un contexto que los oprime. Sin embargo, el anhelo por escapar corre en paralelo con el de comprender qué es lo que está sucediendo. Es ahí donde la relación con sus respectivos entornos juega un rol fundamental, obstaculizando tanto la salida como el acceso a la verdad.

 

La ciudad que alberga/recluye a cada protagonista y las formas en las que sujeto y entorno se influyen mutuamente, tocan varios puntos en común. Ambos guardan, por ejemplo, a través de una serie de recuerdos, algún tipo de conexión con el agua; que se relaciona a su vez con los límites conocidos. En ambos casos también el tiempo, el espacio e incluso el clima son modificados según la voluntad de quienes detentan el control. Así mismo, ambas realidades habitan en una suerte de tiempo fuera del tiempo, lleno de anacronías: autos de mediados de los ‘90 pueblan las calles de Seaheaven, pero sus habitantes se visten como en los ‘50 y miran I Love Lucy, mientras que en la ciudad en tinieblas fedoras y gabardinas de los ‘30 conviven con modernas (y extrañas) tecnologías. Incluso en sus diferencias ambos films resultan complementarios, conformando dos caras de la misma moneda. Mientras John es el único que sabe la verdad, Truman es el único que la desconoce (inversamente, todas las personas que los rodean, consciente o inconscientemente según el caso, son igualmente prisioneras de estas realidades artificiales). Mientras una ciudad oprime a sus habitantes mediante un espacio monótono, repitiendo hasta el hartazgo un sinfín de casas blancas e idénticas cubiertas grises, la otra lo hace mediante uno en constante cambio, que modifica su configuración cada vez que las agujas del reloj marcan las 12. Mientras que en la ciudad de Murdoch no existe el sol, en Seaheaven pareciera ser constantemente de día, llegando a forzarse un amanecer a mitad de la noche. Mientras que para uno de ellos los recuerdos asociados al agua constituyen un elemento que lo aprisiona y retiene, para el otro representan una añoranza de liberación. Y, por último, mientras que una película comienza siendo una comedia para convertirse en un drama, la otra realiza una transición similar, del noir a la ciencia ficción. Incluso en un nivel metadiscursivo ambas, al igual que las ciudades que retratan, tampoco son lo que parecen en un principio.


The Truman Show y Ciudad en tinieblas se rodaron prácticamente en paralelo y se estrenaron con apenas tres meses de diferencia. Son el producto y el reflejo de una época de cambios vertiginosos, temores e incertidumbres. Y paranoia, sin duda. En ellas, los protagonistas se descubren a sí mismos viviendo una vida que no controlan, en un mundo que no comprenden y cuyas reglas cambian continuamente. Su carrera por escapar y su búsqueda de respuestas los llevan, además de conocer el verdadero carácter de sus ciudades, a encontrarse a sí mismos, a descubrir su propia naturaleza. Y a pesar de que sus caminos son similares, en el final se bifurcan. Posibilitados, finalmente, de elegir en relación a sus mundos artificiales, Truman decide huir, mientras que John prefiere aceptarlo, modificarlo y permanecer allí. En un contexto de globalización y atomización de las instituciones, que afectó tanto a las ciudades como a nuestras formas de habitarlas, integra una toma de posición frente a uno de los (tantos) conflictos de la vida urbana. Ante un entorno que no elegimos al nacer, un entorno que nos oprime, condiciona y limita, ¿aceptamos las condiciones dadas, adaptándonos lo mejor posible, o nos aventuramos a lo desconocido, buscando mejores destinos donde habitar? Lamentablemente, como para Truman y John al comienzo de sus historias, la posibilidad de elegir no siempre es una opción.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –

LABORATORIO DE CRITICA NRO 2