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El arte en dos direcciones

El misterio del Soho y La La Land: una historia de amor

Por Tamara Rey

Damien Chazelle, 37 años, director y escritor de la película La La Land: una historia de amor (La La Land 2016) voló a Los Ángeles para dedicarse al cine donde tuvo que confrontar sus sueños con la realidad de cómo se vive cuando se siente estar fuera de escena, esa parte de sentimiento de derrota ante el imposible sistema de entrada a Hollywood. 

Baterista de jazz y amante de los viejos musicales de Hollywood, sobre todo de Jaques Demy (uno de los representantes de la Nouvelle Vague) se enamoró del género musical cuando era estudiante de historia del cine artístico en Harvard, estudiaba y volvía a ver películas como Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, 1952) y clásicos de Ginger Rogers y Fred Astaire. Narra en ésta historia lo que significa ser una persona con un sueño en cualquier lugar del mundo y lo hace a través del prisma de los musicales de los años ´30 y ´40.  El creador de la banda sonora cuenta que pudo enseñarle más de 1.900 demos de canciones al piano a Chazelle antes de que encontraran las 15 piezas definitivas que iban a aparecer en la película. El proceso creativo se adaptó para elaborar primero la narración y a partir de ella las canciones y coreografías.

Edgard Wright, 48 años, director y co-escritor de la película El misterio del Soho (Last Night in Soho, 2021) era apenas un niño cuando recibió de sus padres una super8 de segunda mano para ya sumergirse en el universo de la fantasía. Fanático de la banda de punk blues Jon Spencer Blues Exposion, recuerda con picardía cuando era pequeño y robaba los vinilos de los años ’60 que oían sus padres y así sentir como una exploración al pasado, una época que siempre le ha generado curiosidad y que lo inspira a representar de manera artística y brillante en su película cuando la protagonista escucha esas canciones que se convierten en una especie de máquina del tiempo. # Si pudiera vivir en cualquier lugar y cualquier momento, viviría aquí: en Londres, en los 60.

El costo de soñar

En La La Land: una historia de amor (La La Land) Mia (Emma Stone) es camarera en una cafetería que se encuentra en el backlot de Warner Bros. en Los Ángeles, «la ciudad de los sueños» nada casual para alguien que desea fervientemente ser actriz e idealiza cada estrella que se asoma allí dentro. Escapa y corre insaciablemente hacia castings y deja su alma en cada uno de ellos, la frialdad y competencia en su alrededor abruma pero ella insiste, ama interpretar personajes. Se enamora perdidamente de Sebastian (Ryan Gosling) un pianista que trabaja en un restaurante tocando canciones navideñas, repertorio impuesto por el dueño. Amante del jazz, también está en una búsqueda profunda de tener en un futuro su propio club de música. Ellos son una combinación perfecta de pasiones.

En El misterio del Soho, Eloise (Thomasin McKensie) fantasea, se disfraza y baila frente al espejo de su dormitorio. Su rostro luminoso recuerda a su madre y refleja su deseo de jugar, en éste caso a ser diseñadora de modas y sin dudas se embarca a lograrlo. Se despide de su abuela y viaja desde una zona rural del sudoeste de Inglaterra a Londres «una ciudad emblemática». Apenas emprende su viaje se encuentra con situaciones de temor y de superficialidad cuando llega a destino. Ingresa a la escuela de moda y encuentra al fin un cálido alojamiento, la Sra. Collins (Diana Rigg) le brinda una habitación, un espacio en que Eloise se siente segura y donde no faltarán al lado de su camas sus pertenencias, los discos para disfrutar al finalizar el día, canciones que la llevarán a un viaje por la noche donde conocerá a una cantante bellísima y exuberante de los años 60 llamada Sandie (Anya Taylor-Joy). Un viaje de sueños, y de las peores pesadillas. 

 

Ambición por la puesta  

Ambos realizadores arriesgan todo y claramente lo logran. Uno apuesta a recrear la época dorada de los musicales de Hollywood ambientándola en Los Ángeles y en la actualidad (durante las décadas de 1940 y 1950, Hollywood se convirtió en la meca del cine).

El otro, a revivir la época dorada de la moda en Londres, revolución cultural que estalló después de la segunda guerra mundial (una era moderna y positiva que pintó el color de las calles londinenses, la cultura y el arte. Swinging Sixties como Swinging London surgieron a raíz de la creación de una emisora de radio pirata de esa época).

Una realización visualmente impecable, «las manchas de tungsteno fueron mis principales fuentes de luz la mayor parte del tiempo», dijo Linus Sandgren (el director de fotografía de La La Land: una historia de amor), quien utiliza la rueda cromática de casi todas las formas posibles y con significancia, planos monocromáticos, triadas de colores, como también el valor de la luz natural. Un lente que se desplaza infaliblemente en busca del objetivo y hasta improvisa en algunas escenas de composición coreográfica realizando sólo una toma. Proyecta su historia en un formato cinemascope para dar un aspecto retro y llega a grabar en más de 60 locaciones.

Sólo un banco y unas farolas para dar magia a un escenario real, escena donde ambos protagonistas bailan y cantan A Lovely Night con vista a la ciudad en Griffith (Park Cathy’s Corner). Filmar dentro del observatorio está prohibido así que tuvieron que recrear su interior para poder grabar. The Angel´s Flight, un funicular que en 2013 habían clausurado por cuestiones de seguridad y la producción realizó reparaciones para poder filmar allí también. El cine Rialto se cerró en 2007, pero en la película está abierto y los soñadores pueden ver dentro Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1955). Una primera y jugadísima secuencia musical en un atasco en el intercambio que conecta la Century Freeway 105 con 110. El inmenso mural en el que están representados grandes íconos de Hollywood sentados en un cine (You are the Star, que se creó en 1983 y está en el Paseo de la fama) en la película lo muestran como fachada del restaurante donde Mia descubre a Sebastian. El bar donde trabaja Mia es ficticio pero la decoración que hay enfrente salieron en una importante película (como lo cuenta ella: por la ventana de ese edificio Humphrey Bogart e Ingrid Bergman se asomaban en Casablanca).

Wright muestra un relato donde se mezclan entre sí el musical y el terror

Luces de neón e imponentes marquesinas que resplandecen pero que van supliendo intensidades como un encandilamiento que se va absorviendo por la oscuridad. Composiciones visuales técnicamente asombrosas, algunas imposibles de dilucidar cómo fueron resueltas.

El barrio londinense de Soho era, en realidad, algunas fachadas construidas por talentosos carpinteros y diseñadores de arte. El director recorre las calles emblemáticas de Londres y menciona: «DFG» (Dean, Frith y Greek)  tres calles contiguas en «el corazón de Soho», calles que vistieron de manera extraordinaria para ambientarlas a esa época. El Rialto, es un sitio que está actualmente en construcción pero donde pudieron recrearlo. En el Café de Paris grabaron a la vuelta y recrearon la entrada así como la marquesina de cine, también dentro del lugar lo reformaron en un foro para poder filmar las escenas de baile donde Eloise y Sandie se ven paralelamente por las escaleras, en espejos y se intercambian. El Tucán, un bar que funcionaba como «Knuckles» donde tocaron grandes artistas visionarios como Jimi Hendrix, es también entre tantos parte de la escenografía. 

Triste, solitario y final

Parafraseando a Osvaldo Soriano, estos relatos son historias cargadas de tensiones, de angustias. Reales o imaginarios, cuentos partidos en pedazos. Mia después de tanto luchar se frustra y regresa a su pueblo pero Sebastian la busca y acarrea su pasión para que ella se presente a un último casting y lo consigue. Es elegida, vuela a París y se convierte en esa estrella que tanto deseó ser. El tiempo ya es otro, Mia sale con su marido y padre de sus dos hijos, se detienen improvisadamente en la entrada de un bar, entran y se acomodan como si fueran las butacas de una sala de cine: del otro lado, un artista y dueño de ese club se sienta en el piano: es Sebastián. Los momentos de ellos dos juntos existieron, pero tal vez sólo en ilusiones, en momentos mágicos. La realidad es otra, una pantalla que proyecta una vida que podría haber sido pero no lo es y otra pantalla, la nuestra, que cuenta lo que en verdad es. Sueños cumplidos pero partidos en dos.

Eloise logra ser diseñadora de modas y más aún, presenta su propio estilo «retro» en un desfile, pero cuando finaliza el evento cruza frente a un espejo donde ve reflejada a su madre, vibra un aire de calma y éxito, a los segundos ve el reflejo de Sandie, el terror psicológico no se esfuma. Cuando Eloise penetraba ese viaje de sueños se transportaba a 1960 de la espléndida Londres y allí aparecía Sandie, la joven seductora que soñaba con ser cantante, una chica que termina siendo presa de abusos de poder, engañada por un hombre que trabajaba en un club nocturno, Jack (Matt Smith), quien cuando la descubre la enamora y le promete un futuro exitoso, pero detrás de esa máscara su intención era prostituirla. Sandie era la mujer que habitaba en el cuerpo de la Sra. Collins, la propietaria del refugio de Eloise, una habitación inundada de historias horroríficas en el que la misma víctima tomó venganza de todos esos hombres asesinándolos. Esos hombres perseguidores y amenazantes se presentaban como fantasmas en las pesadillas de Eloise.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –

LABORATORIO DE CRITICA NRO 2