¡Huye!: Sikiliza = escuchar
Por María Cabrera
La secuencia de títulos de una película puede ser una simple elección estética, una escena clásica del cine, como los comienzos de las películas de James Bond, o pueden estar cargados de significado. En el caso de Huye (Get Out, 2017), ningún sonido, dialogo, o plano está librado al azar, y los títulos no son la excepción.
El tema principal del film es “Sikiliza Kwa Wahenga” que significa «escuchar a los ancianos» en swahili. Las voces están destinadas a representar a los esclavos difuntos y las víctimas de los linchamientos. La traducción es: “¡Hermano, corre! ¡Escucha a los mayores! ¡Escucha la verdad! ¡Huye! Salvate.»
El swahili no era el idioma de la mayoría de los africanos que se convirtieron en esclavos en América, pero el swahili es un idioma muy musical. No es auténtico, es lo que suena africano para los oídos estadounidenses.
En una película donde el tema principal es el racismo, se toma la decisión extremadamente racista de sustituir un idioma africano por otro, como si fueran intercambiables. Porque para los afrodescendientes en Estados Unidos, lo son. Y esto también es racismo, también es mensaje. La intención es clara, somos todes racistas, todos caemos en la apropiación cultural, todes “exotizamos” al otre, pero como cantan las voces, podemos escuchar la verdad, si queremos.
La década pasada estuvo caracterizada, entre otras cosas, por un “renacer” del genero del terror. Quizás el fenómeno resulta más identificable desde el 2014 con el estreno de El Babadook (Babadook), una película de terror australiana que trata sobre el duelo y los procesos depresivos. Goodnight Mommy es del mismo año, así como Te sigue (It Follows) y La bruja (The Witch) del 2015. Este tipo de terror es al que les críticos les gusta llamar “terror elevado”, un término acuñado para justificar su nuevo encontrado fanatismo por un género al que desdeñan por lo menos desde la década del 60 (en su mayoría). Es un tipo de películas realizadas con extremo cuidado al detalle, cada objeto en escena, la iluminación, la posición de la cámara, el dialogo, la música, todo está medido con exactitud para contar una gran historia de terror, pero también, de una universalidad extrema. Para hablar de salud mental, sexismo, racismo, discriminación de todo tipo, analogías sobre la sexualidad, la vejez, las relaciones familiares, etc. Directores como Peele, Eggers, y Aster se convirtieron de la noche de la mañana en nombres propios y respetados dentro de la industria gracias a la habilidad de crear gran cine de terror.
Claro está que el terror y la ciencia ficción fueron géneros que se amoldaron excelentemente bien a ser contenedores de mensaje, siempre estuvieron cargados de comentario social, desde sus comienzos en la literatura, y el arte mismo.
Para poner un ejemplo, los 70s y 80s traen consigo una desilusión con la tierra prometida, a medida que EE. UU. experimentó un aumento en los delitos violentos junto con las secuelas de la guerra de Vietnam, muchos detalles espantosos de los cuales se transmitieron por televisión, el horror se volvió más oscuro y más basado en la realidad. Las películas slasher reflejaron el miedo social llevando al asesino a la seguridad idílica, por ejemplo, con Martes 13 (Friday the 13th, 1980) trayendo a un homicida al campamento de verano y El resplandor (The Shining, 1980) trayendo oscuridad a un hotel ubicado en un hermoso paisaje
Esta era de terror también vio un aumento en las películas que trataban sobre lo desconocido, como Alien: el octavo pasajero (Alien, 1979) y Tiburón (Jaws, 1975) que investigaban el espacio y las profundidades del océano que permanecían inexploradas. El miedo al declive generalizado de la moral cristiana, y un fenómeno que se conoció como el satanic panic también inspiraron películas clásicas como El exorcista (The Exorcist, 1973) y La profecía (The Omen, 1976).
Durante la década pasada, a medida que el miedo a los grandes conflictos como las guerras mundiales fue disminuyendo, los héroes de las películas de terror ya no se enfrentan a monstruos o asesinos. Como reflejo de los temores más frecuentes de las décadas de 2010 y 2020 (como las injusticias sociales, las noticias falsas y los ataques cibernéticos), las películas de terror abordan con mayor frecuencia a villanos poco claros y enemigos sin forma física.
Las películas de terror han existido desde el comienzo del cine, pero a menudo han sido ignoradas cuando se trata de su verdadero significado y lugar en la historia del cine. En 1974, El exorcista fue la primera película de terror nominada a Mejor Película en los premios de la Academia, y además estuvo nominada a otras nueve categorías. Un par de años después, en 1976, Tiburón recibió múltiples nominaciones al Oscar, incluida la de Mejor Película, pero la Academia ignoró la actuación como director de Steven Spielberg y no lo nominó como “mejor director”, demostrando una vez más la resistencia de la Academia a reconocer plenamente la importancia del terror.
El cine del género terror en Estados Unidos es uno de los que más ingresos le da a la industria de Hollywood año tras año. Hay numerosos filmes exitosos en las taquillas, incluso en la recepción de la crítica, sin embargo, pocos de estos llegan a estar nominados a Mejor película en los codiciados Oscars. De hecho, en los últimos 30 años solo uno ha ganado la estatuilla. El silencio de los inocentes (The Silence of the Lambs, 1991) fue el último largometraje de terror en alzarse con el premio a “mejor película”, y muches debatirían que es más un thriller que una película de terror.
La victoria del guion de ¡Huye! en los Oscar fue lo más revoluciónate que le sucedió al género en muchos años. El éxito generalizado del film no fue nada menos que monumental e increíblemente inesperado. La historia no solo es muy arriesgada desde un punto de vista político, sino que el hecho de que tal historia se contara desde la perspectiva de una película de terror parecía ser el clavo en el ataúd de la película. Aun así, recaudó más de 200 millones de dólares en todo el mundo, ha sido aclamada por la crítica y puede presumir de haber ganado un Oscar.
Sin duda se puede decir que ¡Huye! no es la primera película de terror con subtexto racial, Candyman de 1992 dirigida por Bernard Rose y escrita por el prolifero Clive Barker es un ejemplo sencillo que puede venir a la mente, pero hay factores internos y externos que explican le revolución y relevancia cultural de ¡Huye! por sobre el film de Rose. En primera instancia, en 25 años de cine, afortunadamente tenemos más voces con la capacidad de contar su propia historia. La película del 2017 fue escrita y dirigida por Jordan Peele, un afroamericano contando su propia experiencia con el racismo; y si bien la película de 1992 solo fue estrenada unos meses después de los disturbios de Los Ángeles de 1992 en respuesta a la absolución de un jurado a cuatro agentes del departamento de policía de Los Ángeles acusados de haber hecho un uso excesivo de la fuerza en la detención y paliza de Rodney King, no se siente como una película de denuncia, porque no lo es. Es una película con contenido racial, con tarea para que el espectador se lleve a la casa, pero la experiencia es intransferible, y la película está hecha por gente blanca que tuvo el buen tino de hablar de la apropiación cultural y del fenómeno de la gentrificación, pero no sobre lo que se siente sufrir discriminación.
En ¡Huye! uno de los personajes en apariencia menos racistas, es el que termina comprando el cuerpo de Chris, porque quiere sus ojos. Pero los ojos son solo órganos, para sacar fotografías, para retratar momentos, lo que es necesario es la mirada, y eso es intransferible.
Todos los días hay trasplantes de corneas, es algo tangible que los doctores pueden operar. La mirada es intangible, como un ser humano mira la vida es el resultado de todas sus experiencias, su crianza, su barrio, la música que escuchó, las películas que vio, la familia con la que se crio, todo, absolutamente todo lo que pasó en su vida. Y todo esto filtrado por grandes ejes que determinan de qué lado de las mayorías dominantes nos encontramos. Es imposible imaginar la vida como un afroamericano la ve, pero también es imposible imaginar la vida como una mujer la ve, como un miembro de la comunidad LGBTIQ+, o de una minoría religiosa, o miles de ejemplos más tan amplios que un “etc.” no es suficiente.
Lo que hace Peele en su película, es obligarnos a ir al lugar hundido, y aunque sea por un segundo ver a través de los ojos de un afroamericano. Nos incomoda, porque seguramente, la realidad es que sea un lugar más incómodo para estar que en el que nos encontramos, y porque tristemente nos vemos reflejados en los monstruos y no en el héroe. El director en la década donde todas las luchas sociales salieron de su letargo, levanto un espejo y nos mostró que seguimos siendo racistas. Todes. Y esto no es nada más ordinario que el arte, y nada menos descomunal que la verdad.
Seguimos siendo racistas, sexistas, xenófobos, gordofóbicos, clasistas, elitistas, y gracias a cineastas como Peele, podemos comer pororó mientras enfrentamos nuestras propias miserias.
Claro que el éxito de ¡Huye! abrió la puerta a una amalgama de títulos de denuncia, de todo tipo, con mayor o menor éxito. No solo en taquilla sino en resultado artístico. Elegida (Antebellum, 2020), Vampiros vs. el Bronx (Vampires vs. the Bronx, 2020), Candyman (2021), La casa Belleville (Master, 2022); son algunos ejemplos de películas de terror con alto contenido de denuncia racial. Pero el cambio en el género caló mucho más profundo que solo la etnia.
Dado su bajísimo costo de producción, y su nueva y aclamada “seriedad”, el terror está siendo un campo de exploración para nuevos directores y aclamados actores para adentrarse en tramas que funcionan como reflejo de la sociedad actual y en muchos casos, como denuncia. Midsommar: el terror no espera la noche (Midsommar), In Fabric, La perfección (The Perfection), Perturbada (Unsane), Saint Maud, Relic: herencia maldita (Relic), son solo unos pocos ejemplos de películas que se estrenaron después de ¡Huye! donde la trama o subtrama encara temas sensibles socialmente (que no son la etnia) y nos piden que les demos un segundo análisis, una segunda mirada.
Tal es el cambio que la década del 2020 estará indefectiblemente repleta de simples slashers que deberían solo ser divertidos, y en cambio los productores exigirán contenido social en la trama, de cualquier manera, como sea, sin importar el resultado. Ya lo podemos ver en maravillosos ejemplos del séptimo arte como Jóvenes brujas: nueva hermandad (The Craft: Legacy, 2020) con su casi ofensivo intento de feminismo, Espiral: el juego del miedo continúa (Spiral, 2021) intentando sumar comentario sobre la corrupción policial a la saga de El juego del miedo, La masacre de Texas (Texas Chainsaw Massacre, 2022) con su comentario anti armas, creo, o They/Them (2022) desperdiciando completamente el retorno de Kevin Bacon al campamento.
Pero no todos pueden ser días nublados, cada año en los anuncios de las películas de terror tenemos nuevo material para emocionarnos, y 2022 hasta ahora, tiene grandes películas que ofrecer, con comentario social, excelente terror y hasta buenos guiones. Fresh, X, Resurrection son películas sublimes que quizá hubieran sido muy diferentes sin el éxito de “¡Huye!”. Incluso el maestro del terror Cronenberg volvió este año al horror con lo que podría ser la película más interesante del año Crímenes del futuro (Crimes of the future).
¡Huye!, entre otras, le dieron nueva vida al terror. En el mundo del cine esto significa que mientras el público siga interesado, y siga pagando por ver, los productores seguirán interesados en financiar arte dedicada a explorar las profundidades del ser humano, con una cuota justa de muertes para hacerlo más interesante.
En el film de Peele, el protagonista finalmente salva su vida tapando sus oídos con algodón, símbolo de la opresión que sufrieron sus antepasados en las plantaciones. Ni tapando sus oídos puede dejar de escuchar sus voces y sus reclamos, porque están ahí en el algodón, como la realidad que nos rodea. Como George Floyd. Y depende de nosotres elegir seguir escuchando esas voces, y todas las nuevas que surjan, seguir ampliando nuestra mirada. Sikiliza.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –