Interstellar: La ciencia no es perfecta
Por Pablo Paladino
“La ciencia no es perfecta,
con frecuencia se utiliza mal, no es más que una herramienta,
pero es la mejor herramienta que tenemos: se corrige a sí misma,
está siempre evolucionando y se puede aplicar a todo.
Con esta herramienta conquistamos lo imposible.”
Carl Sagan.
El desarrollo científico es una actividad que requiere muchísima capacidad y dedicación. Estamos hablando de años de hipótesis, pruebas, relevamiento, errores, avances, mucho trabajo en equipo y volver a empezar. Pero se podría decir que una tarea aún más compleja es la divulgación científica. Es menester para la ciencia, que permanentemente realiza los descubrimientos más importantes de la humanidad, ser capaz de transmitir ese saber al resto de los mortales y aplicarlo para el beneficio de todos.
Carl Sagan fue el mejor en eso de divulgar. Su estilo sofisticado pero completamente pedagógico le dió gran visibilidad durante los años 80 y principios de los 90, hasta su muerte en 1996. Sembró semillas de curiosidad científica en millones de mentes a través de libros, textos periodísticos y programas de televisión. Comprendió perfectamente que la teoría es incapaz de hablar por sí sola: hay que interpretarla, traducirla a ejemplos y luego, con astucia y elocuencia, hacerla llegar a todo aquel que quiera escuchar. Eso sí, nunca jamás tratar de tonto al espectador.
La exploración espacial ha despertado fuertes pasiones desde sus comienzos, sin embargo el interés popular ha ido fluctuando a lo largo del tiempo. Un renacer de ese interés parece haber ocurrido hacia principios de la década del 2010, motivados probablemente por sucesos del mundo real que tuvieron buena cobertura mediática. En 2010, la sonda japonesa Hayabusa 1 se convirtió en la primera en traer una muestra de un asteroide a la Tierra. En 2011 se finaliza la construcción de la Estación Espacial Internacional. Al año siguiente, el Curiosity nos entregó información inédita de la superficie de Marte como nunca antes se había visto. En 2012, la famosa Voyager 1 (casi 40 años después de su lanzamiento), dejó los límites de nuestro sistema solar, siendo el primer artefacto creado por el hombre en llegar al llamado “espacio interestelar”. La sonda Messenger se convirtió en la primera en orbitar Mercurio en 2011, y la misión New Horizons se convirtió, no solo en la primera nave en explorar Plutón en 2015, sino que visitó también el objeto más alejado jamás explorado, Arrokoth, en 2019. La sonda Dawn realizó un acercamiento al planeta enano Ceres en 2015, y la sonda Juno alcanzó Júpiter en 2016. Por otra parte, en 2015, la empresa Space X realizó con éxito el aterrizaje de la primera fase de su cohete Falcon 9, lo que significa un hito en la reutilización (y abaratamiento) de cohetes para futuros viajes. En 2017, la sonda Cassini (lanzada en 1997) utilizando su última reserva de combustible, fue desviada hacia la atmósfera de Saturno obteniendo datos e imágenes nunca antes vistas. Finalmente en 2019, un equipo internacional de astrónomos capturó la primera imagen de un agujero negro ubicado a 55 millones de años luz de la Tierra.
Todos eventos reales con resultados difundidos ampliamente, que dan muestra de los sorprendentes avances y a la vez de los enormes distancias y tiempos de viaje que el universo nos plantea. Asimismo, para esos años la idea de “La tierra es nuestro único hogar y lo estamos destruyendo” logra hacer echar raíces con más fuerza en la agenda pública. Marcando así a nueva generación mucho más consciente del daño ecológico irreversible teniendo a la popular Greta Thumberg como portavoz.
En ese contexto, la industria del cine identificó el fenómeno y se lanzaron varias películas de gran presupuesto durante esa época, dentro del mundo de la ciencia ficción espacial. Entre ellas podemos nombrar: Elysium (2013), Gravedad (Gravity, 2013), Oblivion: El tiempo del olvido (Oblivion, 2013), Después de la Tierra (After Earth, 2013), Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014), Misión rescate (The Martian, 2015), Pasajeros (Passenger, 2016) y Ad Astra: Hacia las estrellas (Ad Astra, 2019) por nombrar algunas. Pero hay una producción que, por su dramático guion, su exquisito tratamiento visual y su precisión científica podría ser considerada la más relevante de toda esa década para el género: Interstellar (2014).
Hacia finales de los 70, Sagan, ya consagrado como escritor de divulgación y de ciencia ficción, comenzó a codearse con el mundo del cine y asesoró resumidamente a Stanley Kubrick en su famosísima 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1979). Su libro “Contacto”, nació originalmente como una idea para una película del mismo nombre, Contacto (Contact, 1997) de la mano de la reconocida productora Lynda Obst. Luego de muchas idas y vueltas se adaptó finalmente para cine bajo la dirección de Robert Zemeckis.
Años más tarde, Lynda (naturalmente interesada en la ciencia y su divulgación) le preguntó a su amigo físico, ganador del Premio Nobel, Kip Thorne, cuál sería la idea más increíble que puede salir de su reciente estudio sobre las ondas gravitacionales. “Un agujero de gusano” respondió él.
La idea fue creciendo y en 2007 Jonathan Nolan (hermano de Christopher) fue contratado para escribir una historia alrededor de los descubrimientos científicos de Thorne. Tiempo después, en 2012, Christopher Nolan ingresa como director y juntos trabajan el guión, el cuál tenía una única restricción: Thorne pidió que todo fuese científicamente correcto, que respetara las leyes de la física, y que los componentes de ficción estén, al menos, basados en teorías científicas (aún no comprobadas). Ese es el génesis de Interstellar.
Tal era el compromiso con la precisión científica que Thorne facilitó las ecuaciones matemáticas que controlan la propagación de la luz desde una fuente en el espacio, al jefe de efectos visuales Oliver James, quién ya había trabajado con Nolan en El Origen (Inception, 2010). Astrofísicos y cineastas haciendo uso de las mismas técnicas para producir nuevas imágenes siempre basadas en la relatividad teorizada por Einstein hace más de 100 años. Ciencia aplicada en su máximo esplendor. James y su equipo ganaron el Óscar a mejores efectos visuales de ese año, pero no solo por la precisa representación del gran agujero negro “Gargantúa”. A ese nivel de producción, bien se podría haber optado por hacer todo por computadora, pero Nolan y su equipo pensaron en un producto de calidad por lo que hay muchos efectos que son “prácticos” y dan un resultado muy superior. Los enormes robots asistentes (personajes clave) fueron creados con estructuras de metal reales que permitía a un operador manejarlo por detrás, generando así una interacción mucho más fluida con los actores reales. Los distintos escenarios, la enorme plantación de maíz, las tormentas de arena, los interiores de las naves (y algunos exteriores), el planeta helado (en Islandia), todo es físico y real. Y se nota.
La edición de sonido y la música son especialmente importantes, de la mano del consagrado Hans Zimmer quién tiene un enorme CV: Gladiador (Gladiator, 2000), El Origen (Inception, 2010), Dunkerque (Dunkirk, 2017) y Duna (Dune, 2021), por mencionar las más reconocidas. No sólo por épica y ambientación, sino que también la banda sonora es precisa desde el punto de vista científico. Por ejemplo, cuando descienden en el planeta del agua se puede escuchar un tic-tac prominente de fondo. Estos sonidos ocurren exactamente cada 1,25 segundos. Por cada tic-tac que escuchamos, transcurre un día entero en la Tierra. Música y trama completamente amalgamadas por la teoría de la relatividad.
Incluso el final, la escena de la biblioteca, siendo el componente más esotérico y más cuestionado por la crítica y público en general, tiene basamento científico: teoría de cuerdas, cuarta dimensión, el concepto de teseracto (un cubo dentro de otro cubo), que también fue construido físicamente y luego reproducido al infinito como un fractal por computadora.
Los actores principales: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Michael Caine, Jessica Chastain y un escondido Matt Damon lograron sintonizar con el director y ponerle cuerpo y sentimiento a esta historia sobre el amor y el universo.
Todos los componentes mencionados generan un sólido y gigantesco drama intergaláctico inmersivo que sin dudas no pasó desapercibido y tiene las credenciales como para ser considerado una de las mejores películas de la década. Sin duda será una obra recordada y revisitada por muchos años. Terrestres o de cualquier otra galaxia.

– Acá pueden ver los textos de todos los alumnos del Laboratorio de Críticas –