Llamen a Joe: ¡el rock lo necesita! (Y todxs nosotrxs) Por Jorge Pinzón Bermúdez
“En un mundo casi ya sin ley. Nosotros somos el amor”
Hombre Lobo, Los abuelos de la nada.
Antes de la irrupción de la pandemia del año 2020, en el mundillo de la burocracia judicial imperaban los papeles. Oficios, expedientes, allanamientos, todo se pedía mediante papeles. Por mi oficio de auxiliar de dicho poder del estado, me toco recorrer los pasillos de la gran mayoría de los edificios de tribunales. Una particularidad que atraviesa cada uno de estos sitios, es que están hechos para que la gente no se sienta cómoda transitándolos. Casi que como si no estuvieran hechos para la gente. En estas mazmorras me lo he cruzado a Joe Stefanolo. ¿Sabía que estaba topándome con el tipo que había sacado de más de un apuro a la mayoría de mis ídolos del Rock vernáculo? No. El descubrimiento de su nombre es relativamente reciente, increíblemente nunca profundice en aquella figura sobria y robusta con pelos, barbas largas, y saco gastado. Su semblante, entre serio y atento, y su physique du rol, contrastaban con la mayoría de los salvajes de trajes que pululaban, hoy lo hacen cada vez menos, por dichos pasillos. ¿Quién diría que años después la casualidad de ese encuentro iba a confluir con este llamativo documental? Nadie en lo absoluto.
En el raid de apariciones que da inicio al documental, y en el cual aparecen amigos, clientes y colegas, se esboza una descripción de Joe Stefanolo: una especie de mestizaje entre ZZ Top, el Quijote de la Mancha y Frank Zappa. Ese sujeto que dista de la apariencia corporativa que puede esperarse de un “boga”, es acaso uno de los héroes silenciosos de nuestro Rock Nacional. La película ira haciendo un racconto de cada uno de los logros que lo llevaron a alcanzar ese status pagano, sucediendo relatos y anécdotas, de los referentes, abogados y figuras más vareadas. Toto Ferro, Geniol, Bobby Flores, Andrea Prodan, Joaquin Levinton, Gustavo Bazterrica y varios más, ponen voz y rostro a sus hazañas.
Uno de los aciertos del director Hernán Siseles tiene que ver con lograr fundir dos aspectos esenciales y antagónicos en Joe y que atraviesan todo el film. Su simpleza y su magia. En poco más de una hora de duración lo que aparenta ser un simple y pequeño documental biográfico, comienza a abrir compuertas fantásticas sobre todo apartir de las palabras. En las palabras Joe encuentra su principal aliada. La utilización del montaje paralelo, para intercalar escenas de su cotidianeidad en el barrio de Villa Urquiza, con los relatos de sus gestas refuerza formalmente este sentido. Los planos, casi todos estáticos, se circunscriben a lo que narran sus personajes, que apoyados en el material de archivo y en una locuacidad sumamente carismática, conducen los relatos por caminos delirantes.
Las entrevistas son el componente que dota de dinamismo a las escenas. Dichas entrevistas se encargan de contar las gestas de Joe Stefanolo. Es el propio Gustavo Bazterrica, guitarrista de Los abuelos de la nada y de La máquina de hacer pájaros, quien cuenta en primera persona su causa penal por tenencia y consumo de estupefacientes. El caso es paradigmático ya que sentó jurisprudencia con respecto a la inconstitucionalidad de la ley de drogas, en un contexto en donde hablar y legislar sobre este tema generaba mucha más tensión. En el dialogo con el actor performer Geniol, y con Joaquin Levinton, cantante de Turf, aparece lo mágico nuevamente. La puesta en escena de Geniol es abrumadora. Su voz con su acento, sus gestos, y la presencia con la que se mueve, llaman la atención de cualquiera. Además de contar sus escaramuzas personales con la ley, es el encargado de traer al film, la leyenda de Luca Prodan. Si pretenden ver a Geniol en acción, solo deben ir a ver la presentación de Sumo en Obras de 1986, particularmente en La rubia tarada.
En el mismo sentido, lo de Joaquin Levinton no es solo puesta en escena y carisma. Su intervención persigue un objetivo. Mientras cuenta como, con apenas el recurso de su palabra, Stefanolo le consigue a él y su banda una inmunidad policial legítima para la provincia de Chaco; el líder de Turf intenta abrir un cajón con la utilización de un cuchillo, en donde se encuentra la papeleta de la inmunidad. Resulta interesante ver a que parte de la escena el espectador presta más atención. La secuencia es hilarante, no solo por la aparente espontaneidad de lo que acontece, sino porque al alcanzar su fin, Levinton remata con la frase “Soy un genio”.
Partiendo de su frustración personal con la música, su anécdota con Charly García es increíble, en su rol de abogado termina adquiriendo una relevancia indiscutible para el rock. Su gracia ilumina el rostro de los entrevistados cada vez que lo nombran. Se nota el cariño y la admiración que le tienen. No solo por haberlos salvado en más de una oportunidad, sino por la certeza de tener a uno de los “buenos” cerca. Uno de sus amigos lo comenta al inicio del documental: “Si Joe te dice que hay que estar en el desierto de Sahara a las cuatro de la mañana cuando dobla el sol, estate seguro que él va estar ahí, Joe siempre esta”. Y esa es la sensación luego de terminar el documental con una sonrisa dibujada en la cara. Menos mal que en este mundo lo tenemos a Joe.