“Los auténticos noventa” (Silvia Prieto, 1999) por Tamara Rey
En el año 1999 se estrenaba Silvia Prieto de Martin Rejtman. En ese mismo año cursaba mi último de Realización Audiovisual, se analizaban fragmentos de películas como Cigarros (Smoke, 1995) de Wayne Wang, maravillosa metáfora en la que uno de los personajes muestra su álbum de fotos tomadas por él en una misma esquina y en un mismo horario que repetiría al día siguiente y así sucesivamente, disparando fotogramas que sorpresivamente contaría una historia distinta de un día al otro. Se formaban además pequeñas comunidades dentro de la escuela de cine por el fenómeno Dogma ´95 de los daneses Lars Von Trier y Thomas Vinterberg que se manifestaban (y varios estudiantes con ganas de «militar» también) contra la industria de Hollywood, ambos directores filmaban con cámaras de video Mini DV y sin artificios de ningún tipo. Algo novedoso también fue descubrir El sabor de las cerezas (Taʿm-e gilâs, 1997) por el iraní Abbas Kiarostami, un protagonista que conduce por una carretera desolada en la montaña buscando alguien que lo entierre para poder terminar con su vida.
El séptimo arte atravesó fronteras y aunque pueda dilucidarse una dicotomía entre el cine independiente y comercial ¿qué sorprendía y qué atrapa hoy al espectador? teniendo en cuenta en los ´90, particularmente en pequeñas ciudades, consumían en su mayoría producciones de los Estados Unidos que colmaban las salas como Belleza Americana (American Beauty, 1999), Sexto sentido (The Sixth Sense, 1999), Matrix, El proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project), Un lugar llamado Notting Hill (Nothing Hill), entre tantas. Los carteles de películas eran verdaderos conquistadores, hoy después de más de veinte años se convergen en banners que navegan en las redes brindando al espectador un intercambio de cine ilimitado.
Martin Rejtman, cineasta argentino, escritor y precursor en la generación de los ’90 del Nuevo Cine Argentino (Rapado,1996) cuenta parte de su experiencia en Silvia Prieto: «Lo hice pensando en amigos cercanos para que actuaran y trabajaran como técnicos. La idea era filmar algo que fuera posible en todo sentido. Los equipos y las luces estaban en casa, filmamos todo cerca de donde yo vivía en ese momento».
La película de Rejtman relata la historia de una joven que decide cambiar repentinamente de vida en busca de otro futuro, al mismo tiempo que se entera de que no sólo es ella, sino que existe otra Silvia Prieto. Contextualizado en un barrio porteño donde cada escena es una postal en movimiento, desde una marquesina a una pared con grafitis en una esquina, el frente de un local vidriado con calcomanías de la época y por delante las intérpretes en medio de la lluvia, el color rojo de las sillas sueltas o apiladas en un paisaje de neblina a metros del mar, el amarillo intenso de los taxis, del mameluco de Silvia, un muelle en perspectiva, lo urbano y solitario en su mayor expresión, una avenida céntrica saturada de tráfico y edificios que la envuelven como el balcón de su departamento donde sólo habita ella y el pájaro en su jaula. El sonido ambiente, un reloj despertador, el canto del pájaro, el ruido exterior, la música como la voz en off componen instantes creando aún más naturalidad. El director hace foco en lo esencial: los diálogos, las singularidades de una juventud progresista, la idiosincrasia del ser humano. Combina estilos de narrativa transformando el conflicto en humor y añadiendo en el epilogo un fragmento documental, algo verdaderamente auténtico.