Los delincuentes: ¿A dónde está la libertad? Por Matías Carricart
Los delincuentes (2023) es la nueva película de Rodrigo Moreno, la primera de ficción desde Réimon (2014) y luego de Una ciudad de provincia (2017), su primer documental que retrata la vida en la ciudad entrerriana de Colón. Para este caso, decidió tomar la historia de otra película: Apenas un delincuente (1949) de Hugo Fregonese. Pero no es una remake, sino que utilizó el hecho desencadenante como base, incluso con la repetición del protagonista, el empleado bancario José Morán (interpretado por José Salcedo en la película original y por Daniel Elías en la actualidad). Moreno (como Fregonese) retrata desde el inicio la vida rutinaria de la ciudad. Planos de subtes, colectivos, edificios del microcentro, gente que anda a las apuradas para insertarse en un lugar de trabajo. Morán no quiere tener más esa vida, en la que ve (y se ve) al resto de las personas con ojos vacíos y sin expectativas. Quiere escapar de esa rutina donde la conformidad es más resignación que deseo. Para esto, idea un plan: robar el mismo banco el que trabaja. En la obra de Fregonese, aquel Morán modifica el importe de un cheque. En esta, roba dinero de la bóveda de la cual tiene acceso. No hay que esperar persecuciones: Morán se entregará, irá preso y cumplirá una pena. Todo es parte de su plan. Incluso la complicidad forzada de su compañero Román (Esteban Bigliardi), el cual le entrega una suma de dinero para que cuide, aunque éste no sepa nada.
Morán, si bien hace el plan solo, necesita de su compañero con nombre similar. La dualidad es un elemento con lo que la película juega constantemente. Desde el inicio, se plantea un problema en el banco: hay dos clientes con una misma firma. Esta trama, luego abandonada, es una demostración de lo que ocurrirá a lo largo de la película. Morán y Román son ambos “delincuentes”, aunque uno nunca haya tenido la intención de serlo. Pero ambos lo viven de forma diferente. Morán prefiere estar preso, para luego ser libre. No tiene una ambición mayor. No roba una cifra estrafalaria: roba la suma de su salario hasta su jubilación. Por el otro lado, Román debe ir todos los días al banco, en el que es castigado porque creen que sabe algo más, gracias a la investigación de Laura Ortega, en otra actuación maravillosa de Laura Paredes, acaso la mejor actriz del país luego de sus papeles en Argentina, 1985 (2022) y Trenque Lauquen (2023).
Entonces, ¿quién es el que está preso de verdad? ¿Morán, en una prisión donde el tiempo pasa; o Román, que sufre el calvario de ir al banco cada día? Claro que la realidad siempre pone piedras en el camino. La prisión no es un lugar donde solo pasa el tiempo. Morán sufre su estadía, debido a ese mandato que no está escrito, sobre los capos de la cárcel. Garrincha es el líder que le pide dinero para su protección. Si bien así comentado puede parecer un personaje más, no pasa desapercibido que es interpretado por Germán Da Silva, quien también hace el papel de Del Toro, el gerente del banco. Una misma cara para presionar a Morán y a Román, los delincuentes del título. Por su parte, Román tiene una crisis con su pareja. Todo lo que parecía que iba bien, se le derrumba por el sueño (¿o capricho?) de su compañero.
Los delincuentes no es una película policial, como la sinopsis parece indicar. Porque tiene una segunda parte (sigue el juego del dualismo) en el que parece una película diferente. A esos planos de medios de transporte, edificios y gente sin cara, se le superpone el del campo: pasto, montañas y ríos. Ahí es donde estará el dinero oculto por Morán. No en una bóveda en el subsuelo de un banco, sino debajo de una piedra con indicaciones precisas para llegar. Los compañeros del banco son reemplazados por dos hermanas y un amigo cineasta. Claro que no son obstáculos fáciles de superar. Norma (otro anagrama de Morán y Román), interpretada por Margarita Molfino, es la mujer de la que ambos se enamoran desconociendo esta coincidencia. La libertad se reconfigura: de dejar ese banco, a estar con esa mujer de pueblo.
La nueva película de Rodrigo Moreno viene a poner en debate el concepto de la libertad en tiempos donde fue una de las palabras más renombradas en la última campaña electoral. Un concepto que tomó una mezcla entre lo económico y lo aprehensivo. Suena, quizás, paradójico reclamar una libertad sin nadie que acalle ese reclamo. Morán pudo haber cambiado de trabajo, pero no es una cuestión económica para él. Por eso robó lo que corresponde a su salario. La libertad, entonces, está asociada a abandonar esa rutina diaria. Pero eso se debe a que así está formado el ser humano en su vida en sociedad. Ya lo había dicho Louis Althusser en “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”: en la infancia se va a la escuela; en la adultez, al trabajo. La libertad, entonces, será la resistencia. Morán quiere cumplir ese deseo que la sociedad reclama. A costa de un ilícito, claro, pero será libertad al fin. Pero Morán pecará de individualista. Lo que para él será su libertad individual, arrastrará a otros en su decisión. Román, el cómplice que no quiere serlo y que tirará a la borda su pareja y Norma, que debe elegir entre uno u otro (o ninguno o ambos). Él cree que esa es su libertad. Puede elegir cómo vivirla, pero no sabe cómo será realmente. Escapando de la estructura de la rutina, condicionará la elección de sus relaciones sociales.
La película de Moreno se cocina a fuego lento. Son tres horas donde el dinero va perdiendo el valor inicial que se le asignó en la primera parte. Importará qué hacen Morán, Román y Norma con sus vidas. Los delincuentes puede que compita en los premios Oscar, como puede que se quede en el camino previo. Quizás no dejó tanto dinero en la taquilla como el reconocimiento que tuvo en Cannes y otros festivales. Pero, a tono con estos tiempos, vino a discutir esa palabra tan mencionada con tanto significado, pero con un significante tan difuso. Como canta Pappo en el Volumen 1 de Pappo’s Blues: “A dónde está la libertad, no dejo nunca de pensar, quizás la tengan en algún lugar, que tendremos que alcanzar”.