
Amigos Míos: Sin metas ni mañanas Por Luciano Cundino
Supongamos que uno está ubicado en la estación de tren, más precisamente esperando que la formación inicie el recorrido contemplando el paisaje que tenemos a través de la ventana abierta, y un grupo de inadaptados nos mete un cachetazo solo por el simple hecho de reírse de nosotros. No es el comienzo de esta historia pero posiblemente sea uno de los momentos mas graciosos y disparatados de esta película de dos horas de duración.
Durante los primeros diez minutos, es inevitable no sentir alguna que otra conexión con un movimiento cinematográfico como lo fue el neorrealismo italiano de la posguerra, aquel género que reflejaba historias cotidianas luego de un periodo nefasto. Historias que reflejaban la tragedia de la sociedad italiana.
Peliculas que desde el comienzo ya sabíamos que no serían fáciles de digerir y este paralelismo se siente en las bases de Amigos míos (Amici Miei, 1975) que sucede treinta años después de finalizada la guerro pero puede remitir a ese movimiento más que nada por la melancólica atmosfera que Monicelli crea para narrar la amitad particular que une a estos personajes.
Mario Monicelli, de origen romano, nació el 16 de mayo de 1915 en la toscana, Italia y varios aspectos de su vida son dignos de una película, ya que su infancia y juventud se desarrollaron en uno de los periodos más oscuros de la historia del continente europeo, la primera y la segunda guerra mundial. Hijo de un periodista antifacista, Mario fue testigo no solo del ascenso del fascismo sino tambien de las consecuencias que ello implicó para la vida profesional y personal de su padre.
Irónicamente se iniciaría en el mundo del cine gracias al hijo de un dramaturgo cercano al régimen de Benito Mussolini y estreno su primer cortometraje en 1934, El corazón Delator, basado en el célebre relato de Edgar Allan Poe. Pero el reconocimiento definitivo llegaría con una película emblema de la llamada “comedia a la italiana”, Los Desconocidos de Siempre, también conocida como Rufufú (I Soliti Ignoti, 1958) estrenada en 1958, la cual incluía un reparto de lujo como Marcello Mastroiani, Vitorio Gasmann, Toto y Claudia Cardinale.
Hagamos un salto en el tiempo y viajemos a la Italia de la década de 1970s, una época del cine con referentes de nivel internacional como Pier Paollo pasolini y su “trilogía de la vida” compuesta por El Decameron (Il Decameron, 1971), Los cuentos de Canterbury (I Racconti Di Canterbury, 1972) y Las mil y una noches (Il Fiore Delle Mille e Una Notte, 1974). Un cineasta con un reconocimiento mas discreto como Marco Ferreri con películas como La última mujer (1976) y Adiós al macho (1978). Pasando por Ettore Scola con Feos, Sucios y Malos (Brutti, sporchi e cattivi,1976) y Un día Muy particular (Una giornata particolare, 1977) y otro cineasta de renombre como Dino Risi con filmes como En nombre del pueblo italiano (In nome del popolo italiano, 1971) y Perfume de Mujer (Profumo di donna, 1974).
Tanto Risi como Scola colaborarían con Monicelli en una secuela, Los nuevos monstruos (I nuovi mostri,1977) una comedia disparatada de episodios. Pero dos años antes, Monicelli estrenaría un proyecto que había comenzado Pietro Germi, los títulos iniciales rezan “Una película de Pietro Germi” a modo de homenaje. Amigos Mios (1975) está basada en las vivencias de cuatro hombres adultos residentes de Firenze, Italia, que utilizan las burlas como método de evasión. Ellos son Raffaello Mascetti (Ugo Tognazi), Rambaldo Melandri (Gastone Moschin), Giorgio Perozzi (Philipe Noiret) y Guido Necchi (Duilio Del Prete)
La película puede segmentarse en cuatro claras secuencias y cada una tiene como objeto presentar diversas situaciones con la excusa de desarrollar todo tipo de momentos de carácter cómico pero la forma en la que la situacion de va gestando pone en evidencia la cruda realidad que rodea a cada uno. Es por esto último que esta película es una comedia, pero, si se hace un análisis de contenido más profundo, la historia se estaría desarrollando en un contexto claramente dramático que se sugiere por momentos y por otro es bastante explicito.
Monicelli diseña sus personajes de manera tal que no se tomen casi nada de lo que les sucede con la seriedad que la situacion exige e incluso si alguna escena presenta un arco dramático, la misma puede finalizar con un chiste corto y un corte abrupto, que lo descoloca a uno como espectador, pero cuyo efecto es indiscutible, siempre y cuando lo que se expone cause gracia, ya que no hay nada mas subjetivo como el humor.
Un aspecto particular es que gran parte de la historia esta narrada desde el punto de vista de Giorgio Perozzi, quien es quizá el que tiene el menor de los problemas y este podría ser la tirante relación con su hijo adulto, Luciano quien constantemente reniega del comportamiento de su padre. Luego tenemos a Rambaldo, quien durante una internación que involucra tambien a sus amigos luego de una noche de juerga, conoce a la mujer de un cirujano del hospital y no solo se enamora, sino que es tan correspondido ese amor que debe llevarse incluso a los hijos de ella y a sus mascotas. Todo con la aprobación de la ex pareja de la mujer. En una secuencia demencial que torna aún más increíble cuando el exmarido se involucre en las bromas mas pesadas.
Quizá, el que peor la pasa es el personaje de Ugo Tognazi, casado y con una hija, vive una historia de amor con una menor de edad. Es aquí en donde la película puede tornarse incomoda para el espectador si no se ubica en el año en el que la película se realizó, incluso hay una clara secuencia de violencia entre el y su amante, no solo psicológica sino tambien física, orquestada explícitamente para la carcajada pero que puede resultar discutible sin tener gracia alguna.
El personaje de Necchi, funciona directamente como participe de las bromas y como dueño del bar que funciona tanto como pensión como tambien de punto de encuentro y es hacia el final que nosotros nos enteraremos cual es la tragedia personal con la cual carga, un hecho que inevitablemente genera cierta conmoción, pero como espectadores nos permite seguir mirando de costado.
Los últimos cuarenta minutos son una gran broma pesada a un desconocido que acudía frecuentemente al bar. No hay lugar para momentos lacrimógenos. Los personajes se olvidan del resto del mundo y su objetivo es simplemente burlarse del otro. Entiendo que al leer este escrito uno teme que los personajes a simple vista sean repulsivos e insoportables, pero cuando uno se enfrenta a una película como Amigos míos, todas las situaciones toman sentido y podemos comprender el porqué. Hay personajes más antipáticos que otros, pero el balance es realmente positivo y a favor de la historia que Mario Monicelli construyo.
Una tragedia real parece materializarse casi al finalizar la película y lo más curioso de todo esto es que Monicelli nos posiciona en lugar de los burlados y es aquí en donde no estamos seguros si debemos reír. Un momento en el cual no sabemos si lo que esta sucediendo es la realidad misma o si es todo artífice de una pesada broma por parte de uno de estos personajes, condicionándonos, poniéndonos a prueba para que el sentido del humor pueda hacerle frente a algo tan serio y dramático como la muerte.