
Expreso de medianoche: La fuga siempre ha sido una curiosa forma de la épica Por Tamara Rey
La salida de un espacio de encierro, la lucha contra un sistema y la resistencia del ser humano vislumbran a la escapatoria como un único triunfo posible: la libertad. El cine ha explorado y conquistado con animosidad y adrenalina esa victoria, a través del póster de Raquel Welch detrás del tunel en Sueño de libertad (The Shawshank Redemption, 1994), camuflándose tras las cabezas fabricadas en La fuga de Alcatráz (Escape from Alcatraz, 1979) o cayendo por un acantilados en Papillon (1973). En la historia de Alan Parker, Expreso de medianoche (Midnight Express, 1978) el protagonista William Hayes soborna al jefe de guardias El Oso Hammid para escapar, pero éste lo arrastra a un cuarto, lo encierra y se baja los pantalones, Hayes se defiende empujándolo y el jefe de guardias choca de espaldas contra la pared degollándose accidentalmente con un perchero, unos cuantos fotogramas homenajeando al cine de explotación.
Un caso real
William Hayes ocultaba bajo su ropa hachís (sustancia derivada de las plantas de marihuana) cuando lo detuvieron en el aeropuerto de Estambul. Había sido su último día de vacaciones y esperaba tomar el vuelo con destino a Estados Unidos. En su defensa sólo tenía intenciones de fumar y quizás vender a algunos amigos al llegar a Long Island, pero la Corte Suprema de Ankara lo sentenció a cadena perpetua por contrabando. Antes de recibir su condena él transcribe su discurso en el libro «Expreso de medianoche» ( junto a William Hoffer) donde pronuncia sus palabras ante los jueces, el fiscal y su abogado, con resignación por aberrante fallo, los perdona y los lleva a reflexionar poniendo en tela de juicio el concepto de delito y el castigo apropiado para tal teniendo en cuenta el lugar y la época de una sociedad y lo controversial de un delito, lo que ayer era legal hoy podría ser ilegal o a la inversa, mientras que en Expreso de medianoche el guionista Oliver Stone añade en el discurso un remate mucho más crudo hacia la sociedad turca cuando el personaje de Hayes manifiesta con desesperación y odio: «Qué gracia en un país de cerdos no se coman a los cerdos».
Stone también desactiva su pluma y anula por completo los subtítulos de los diálogos entre turcos durante todo el film, (en Argo (2012) tampoco subtitulan a los iraníes) generando en un principio incertidumbre por el destino del protagonista y confluyendo en una especie de anulación sobre la voz de otra cultura. Hayes en su libro traduce palabras y frases para comprender determinados relatos en cuanto a la manera de pensar de ellos, no sólo a lo que dicen.
Explota el acorde, no la bomba
El sonido estridente de los latidos del corazón de Hayes en su intento de pasar desapercibido con las láminas de polvo de hachís pegadas con cinta sobre su abdomen y axilas en cada paso dentro del aeropuerto es escalofriante, es más estremecedor aún por la banda sonora de Giorgio Moroder, el nivel de tensión compuesto con un sintetizador es inmaculado.
Los soldados turcos estallan a carcajadas cuando uno de ellos lo aparta antes de subir al avión y desnuda el torso de Hayes develando hachís y no una bomba. Algunos guerrilleros cargaban con explosivos para poner en los aviones. Un mes antes de la captura de Hayes se habían desatado los Secuestros de Dawson’s Field, militantes del Frente Popular para la Liberación de Palestina secuestraron simultáneamente cuatro vuelos con destino a Nueva York y uno a Londres, como consecuencia Nixon emitió una directiva en 1970 para promover la seguridad en los aeropuertos, la vigilancia electrónica y los acuerdos multilaterales para abordar el conflicto. En éste contexto el jovencito estadounidense jugaba al escondite entre los turcos con dos kilogramos de hachís para entretenerse en Occidente.
Venerando a Carrie
La transformación de Brad Davis en la piel de William Hayes interpretando a un joven turista yanki ingenuo y fachero que se presenta en la pantalla con sus gafas oscuras y su cigarro encendido encubriendo sus labios en la capital de Turquía para a los pocos minutos ir cayendo a lo largo de la trama en la desesperación, delirio y depresión por el encierro en una prisión al otro lado de su continente se manifiesta en una escala ascendente por su magistral virtud actoral.
Una de las escenas más violentas adentro de la prisión es cuando él asesina a otro recluso llamado Rikfi, en el libro es Ziat y no lo mata, pero describe del mismo modo el odio hacia él. Rifki es un turco imbécil cómplice de los guardias, esconde dinero en una radio la cual jamás enciende, al darse cuenta de ésto Max, compañero de celda y amigo de Hayes, le roban el dinero, y también una bayoneta, ésto desencadena en una terrible golpiza de El Oso Hammid a Max. Hayes ante ésta situación enloquece de una manera indescriptible con palabras y como un salvaje persigue, atrapa y amordaza a Riski hasta arrancarle la lengua y asesinándolo como un animal a otro en medio de una selva, cerrando la escena con un plano del rostro de Hayes ensangrentado y suspendido en la locura al estilo hitchcockiano.
El péndulo de los locos
Van Gogh se encontraba en un hospital psiquiátrico cuando pintó su famosa obra «La ronda de los presos» en 1890, una escena surrealista y sin retorno a la libertad que va inspirar a Stanley Kubrick en su transposición cinematográfica en La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971) y años después la tomará Alan Parker en Expreso de medianoche. Su director de fotografía, Michael Seresin, proyecta una sórdida puesta en escena recreando una atmósfera asfixiante, oscura, inmunda y aplastante. Tanto en el libro como lo describe Hayes y en la película como lo proyecta Parker, la ronda de los reclusos dementes en una especie de cueva caminando lentamente con dirección a las agujas del reloj y mirando hacia abajo se sostiene con fidelidad e impacta de manera extraordinaria en ambos lenguajes generando una majestuosa sensación de desolación, caos, desidia humana y demencia.
Ser animal
Para los turcos la homosexualidad es un delito, pero sin embargo a muchos les gusta mirar y hacer más también, El Oso Hammid es uno de éstos. William Hayes no ahonda en relatar violaciones adentro de la cárcel, aunque sí refleja con pocos detalles descriptivos lo atroz del jefe de guardias, así como contrariamente y de manera amable y respetuosa dedica unas cuantas páginas al vínculo íntimo con su compañero recluso Jimmy (Arne), profundizando en los cuerpos y las miradas. El amor como sentido de subsistencia. Parker logra perturbar en la retina del espectador cuando aparece en escena Susan (Lillian), él la ve entrar en la cabina de visitas, un Hayes cada vez más devastado y sumergido en la enajenación, y le ruega balbuceando se corra la blusa para poder masturbarse, algo similar sucede con un tenor mucho más brutal y ezpeluznante en El Crimen de cuenca (1979) cuando el preso quita a su propia bebé amamantando para abalanzarse sobre su esposa. El salvajismo y la pérdida de cordura resultan como sinónimos de perversidad y miseria del sistema carcelario.
Línea de fuga
El «expreso de medianoche» es la frase implícita entre los presos para fugarse. William Hayes es trasladado a la cárcel Imrali donde logra escapar una noche de tormenta, amarrar un bote y remar bajo condiciones extremas de frío, hambre, turbación y miedo. Atraviesa un campo de ejército, se escabulle, improvisa y es atrapado nuevamente por soldados, pero esta vez griegos, los eternos enemigos de los turcos. Finalmente es deportado a su país y recupera su libertad luego de exhaustos días. Una fuga impresionante contada en primera persona en el libro autobiográfico «Expreso de medianoche». En la película, luego del degollamiento, Hayes se viste con el uniforme de El Oso, a contraluz y con una mezcla de sonido infartante donde se va desvaneciendo una música oriental para ir elevándose el sintetizador de los latidos del corazón, el protagonista camina fortuitamente por fuera de la prisión, gira, y de espaldas a la cámara toma un callejón a la libertad. Suena «The Chase» de Giorgio Moroder, la cual se convirtió en una especie de insignia musical, de la liberación de las cadenas y la opresión.