
Scorsese apto para todo público (La invención de Hugo Cabret) Por Claudio Marcelo Mion
Scorsese apto para todo público (La invención de Hugo Cabret)
Por Claudio Marcelo Mion

“Quería rodar algo que pudiese ver mi hija”, dijo Martin Scorsese unos días antes del estreno mundial de La invención de Hugo Cabret (Hugo, 2011) en noviembre de 2011. Fue Francesca, de 12 años en ese momento y hoy actriz y aspirante a directora como su padre, quien le acercó el libro La invención de Hugo Cabret (2007) de Brian Selznick (primo del mítico David O. Selznick, productor de Rebeca y Lo que el Viento se Llevó) en el cual retrata en forma de novela gráfica infantil la aventura de un niño huérfano en el Paris de los años treinta. Sin embargo, lo que terminó de deslumbrar a Marty es que también se contaba la historia de George Méliès, pionero del cine de principios de siglo veinte. Dos puntos hacen de la película un titulo singular dentro de la filmografía del director: además de ser su primera película apta para todo público hace uso de la tecnología 3 D (hasta el momento no volvió a repetir en sus películas de ficción esta rareza).
Hugo Cabret (Asa Butterfield) es un niño huérfano que vive en la estación de trenes de Montparnasse en 1930 y tiene como premisa desentrañar un misterio relacionado con su difunto padre (Jude Law), fallecido en un incendio. Gracias a los conocimientos mecánicos heredados de él se dedica a reparar y mantener los inmensos relojes de la estación cuando es prácticamente abandonado por su tío borracho (Ray Winstone). También posee como herencia una especie de robot muy complejo, un autómata, una pieza mecánica con forma de hombre y con una pluma estilográfica, con un complicado mecanismo al que le faltan varias piezas y sobre todo una llave que lo ponga en funcionamiento. Hugo cree que el autómata va a poder funcionar y revelar un mensaje del más allá de su padre. Para esta búsqueda se relaciona con el huraño restaurador de juguetes que posee un local en la estación, que resulta ser George Melies (Ben Kingsley) y con Isabelle (Chloe Grace Moretz), su ahijada, siempre bajo la mirada implacable del jefe de la estación Gustave (Sacha Baron Cohen) y su doberman Maximiliano, ocupado en resolver pequeños hurtos y enviar niños huérfanos al orfanato.
En algunos momentos muy ingenua y en otros una obra absolutamente dickensiana, La invención de Hugo Cabret es la película que mas se distancia de la obra previa del autor de Taxi Driver (1976) y Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), y muy especialmente de La isla siniestra (Shutter Island, 2012), un thriller psicológico oscuro y perturbador protagonizado por Leonardo DiCaprio, estrenado un año antes. Las marcas de su cine no se encuentran en los personajes sino en la cinefilia explicita de la que hace referencia en la mayor parte del relato, su amor por los pioneros del cine y la conservación de las películas son los puntos más atendibles. Es la película que deja al descubierto sus pasiones personales, su proyecto de vida, y otras inclinaciones además de la de director. Scorsese fundó en 1990 junto a cineastas como Woody Allen, Robert Altman, Francis Ford Coppola, Clint Eastwood, Stanley Kubrick, George Lucas, Sydney Pollack, Robert Redford y Steven Spielberg una institución llamada The Film Foundation, organismo que vela por la conservación, restauración y exhibición de películas clásicas con el fin de que no sean olvidadas (sin ir más lejos Scorsese presentó este año la copia restaurada de Prisioneros de la tierra, película de Mario Soffici de 1939). Dirigió además dos documentales extraordinarios que hablan de su amor por el cine: Un viaje personal a través del cine estadounidense ( A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies, 1995), un recorrido por las grandes obras que lo marcaron, y Mi Viaje a Italia (Il mio viaggio in Italia, 1999), su visión de los grandes maestros del cine italiano.
Hay dos escenas (entre muchas otras otras) que manifiestan la pasión cinéfila del director. Una es la en la que Hugo e Isabelle ingresan en forma clandestina al cine para ver El hombre mosca (Safety Last, 1923) con Harold Loyd, y la mítica escena del protagonista colgado de las manecillas de un reloj en las alturas de un edificio (escena que a todo color Marty recrea en la huida de Hugo por el reloj de la estación, con la torre Eiffel de fondo). La felicidad de ambos y la sensación de asombro son impagables (Hugo iba a cine con su padre e Isabelle nunca había ido en su vida, aunque era una ávida lectora). La otra es cuando ambos descubren en el libro “La historia de las primeras películas” de Rene Tabard, quien es en verdad el padrino George. Las imágenes de las páginas del libro cobran vida, y aparecen escenas de películas clásicas como El pibe (The Kid, 1921) de Charles Chaplin, El maquinista de la General (The General, 1926) de Buster Keaton, La caja de pandora (Die Büchse der Pandora, 1929), con Louise Brooks, El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920), de Robert Wiene, entre muchas otras.
Aunque la vida de George Melies está retratada en parte en las viñetas del libro original, es muy difícil que un estudio hubiese financiado una película con la vida del mago de Montreuil. Es por eso que Scorsese aprovecha al máximo este punto, y en forma de flashback recrea los comienzos de este personaje tan singular, mucho más que el “creador de los primeros efectos visuales de la historia del cine”. No solo aparece la legendaria primera proyección de la historia de los hermanos Lumière en el Boulevard des Capucines el 28 de diciembre de 1895, en la cual entre el público convocad0 estaba un asombrado George Méliès, y donde se puede ver, entre otras, Llegada de un tren a la estación de la Ciotat (L’arrivée d’un train à La Ciotat, 1898), aunque este hecho no es real ya que la película no formó ´parte de las diez que se dieron ese dia, si La salida de la fábrica Lumière en Lyon (La Sortie des usines Lumière, 1895). También recrea meticulosamente la realización de los primeros cortos, y su posterior descenso y caída. Es así que vemos la génesis del primer estudio de cine, edificio creado especialmente para filmar películas (somos testigos también de un pequeño cameo de Scorsese como fotógrafo), y los trucos que forman parte del patrimonio de la historia del cine: “apariciones y desapariciones”, personajes voladores, objetos que se mueven solos, maquetas, y por supuesto Viaje a la Luna (Le Voyage dans le lune, 1902), película de 14 minutos, la mas recordada de sus creaciones. Su desilusión con el cine también queda en evidencia, con la destrucción de sus negativos, mensaje claro de que el cine tiene una historia y las películas (incluso en la era digital) pueden morir, perderse y quedar en el olvido, como las del propio Méliès.
Uno de los aspectos más destacados de la película es la exquisita dirección artística de Dante Ferreti y su impresionante diseño de producción, sobre todo en la fantástica recreación de la estación Montparnasse de Paris. Scorsese recrea en forma meticulosa la atmósfera de la estación de tren y el París de la década de 1930, transportando al espectador a ese mundo mágico y encantador. Cada escena está cuidadosamente compuesta y la cinematografía de Robert Richardson captura la belleza y el misterio de la historia. Mención especial al aporte inigualable de Thelma Schoonmaker en la edición, es notable como logra condensar en apenas 100 segundos la copia coloreada de Un viaje a la luna.
La película fue nominada a once premios Oscar en la edición de 2012 incluidos mejor película y mejor director, de los cuales obtuvo cinco (fotografía, diseño de producción, edición de sonido y efectos visuales). Fue el mismo año en que El Artista (The Artist, 2011) de Michael Hazanavicius se alzaba con los Oscar principales. Dos películas diametralmente opuestas que hablan sobre los inicios del cine, ésta última sobre el traumático paso del mudo al sonoro. Ambas de una u otra forma lo homenajean. La de Hazanavicius es una historia del cine americano contada por un francés, la de Scorsese la historia de un genio francés contada por un americano. Dos formas enfrentadas en recrear un pasado que puede perderse si no se lo conserva adecuadamente.
Dos años más tarde, en 2013, Martin Scorsese finalmente logra después de muchos años concretar el proyecto de dirigir El Lobo de Wall Street (The Wolf of Wolf Street, 2010) historia basada en el libro autobiográfico de Jordan Belfort, que narra su ascenso y caída como corredor de bolsa de Wall Street. Un retrato atravesado por los excesos, las drogas y el sexo. Marty volvía a las andadas, una vez más.



