
Terminator 2: Paranoia androide Por Matías Carricart

En agosto de 1991 tenía casi dos años y medio de vida. Ese mes se estrenó en Argentina Terminator 2: El juicio final (Terminator 2: Judgment Day, 1991), secuela de Terminator (The Terminator, 1985), ambas dirigidas por James Cameron. Debido a mi corta edad, no viví testimonialmente su estreno. Sin embargo, en aquellos tiempos las películas llegaban a los hogares a través de los VHS y, luego, la televisión por cable (sin pack de canales, todos estaban en el básico). Fue así que, para 1994, ya con 5 años, pude ver esta obra por primera vez.
Mi hermano era el encargado de llevarme al videoclub de la calle Pichincha (que cerró en enero de este año) para alquilar el blockbuster esperado, la recomendación del empleado cinéfilo o la caja que nos llamara la atención. Terminator 2: El juicio final fue elegida varios fines de semana, junto a las comedias protagonizadas por Jim Carrey como La máscara (The Mask, 1994) y Tonto y retonto (Dumb and Dumber, 1995), o las de la saga de Indiana Jones. Cuando Terminator 2: El juicio final legó a HBO Olé y a Telefé, se dejaba el canal y no se cambiaba.
Por supuesto que para esa edad no estaba al tanto de todo el argumento, en el que un androide del futuro viajaba para asesinar a John Connor (Edward Furlong), mientras que otro lo hacía para protegerlo. Había varios elementos que me llamaban la atención. Los personajes eran uno de ellos. Por empezar, la aparición desde un rayo de un Arnold Schwarzenegger que se encargaba de alborotar todo un bar a puño limpio para vestirse con ropa de cuero, lentes de sol y manejando una Harley Davidson. Éste era el encargado de encontrar a un nene, John Connor, el protagonista que se preocupaba más en jugar a los fichines que en estudiar. También está Sarah Connor (Linda Hamilton), su madre, la gran heroína de la saga (y de los últimos tiempos), a la que hicieron pasar por loca y que solo los espectadores sabíamos que no era así. Por último, el gran villano, el T-1000 (Robert Patrick), un robot que se regeneraba en seres humanos u objetos, convirtiéndose en una máquina asesina sin piedad. No necesita ser un gigante ni tener músculos majestuosos para ser el gran villano del T-800 de Schwarzenegger. El solo hecho de verlo correr generaba más temor que las películas de terror de la época. Pero los personajes no son el único elemento destacado. Las escenas de acción fueron otro. Hay persecuciones corriendo, en auto, explosiones, tiroteos, golpes a puño limpio. No hay una sola metodología. Hay varias. Robots y seres humanos involucrados. Así como a la película original, una película de ciencia ficción que tenía características del género terror, ésta las tiene del género de acción.
Terminator 2: El juicio final no era únicamente una película con explosiones. También se hace presente la teoría de la singularidad tecnológica, que postula que la inteligencia artificial en algún momento superará a la humana. Cameron agregó que Skynet será capaz de diseñar estrategias militares con el objetivo de aniquilar a la humanidad. En la actualidad, la inteligencia artificial está al alcance de la mano. Se crean fotos, textos, canciones y es inminente que se realicen películas. Habrá que discutir sobre la ética en el uso de esta tecnología que puede ser tanto favorecedora como peligrosa. Por último, esa escena final en la que el salvador, el T-800 de Schwarzenegger, decide sacrificarse. Esa especie de padre sin expresiones, desafía su propio destino y, a pesar del llanto de John, se sumerge en la lava por el bien de la humanidad, que entrará en guerra con las máquinas. Este robot tomó consciencia de que sus actos tendrán sus consecuencias.
La saga de Terminator continuó con Terminator 3: La rebelión de las máquinas (Terminator 3: Rise of the Machines, 2003), Terminator: La salvación (Terminator Salvation, 2009), Terminator Génesis (Terminator Genisys, 2015) y Terminator: Destino oculto (Terminator: Dark Fate, 2019); además de una serie de tv y videojuegos, pero ninguna tuvo ni el éxito comercial ni de crítica que tuvieron las dos primeras. Se intentaron hacer soft reboot, debido a las complicaciones que sufrió la historia con sus viajes temporales, pero no hubo caso. Hay proyectos mientras los derechos de la saga, cada tanto, son negociados. James Cameron, por su parte, se alejó de la franquicia luego de la exitosa secuela. Como director, se destacó en Titanic (1998) y Avatar (2009), el gran universo que creó y que tiene ideas para varias películas. Retomó como productor y consultor para Terminator: Destino oculto, aunque no volvió a ser el éxito esperado.
He visto, en más de una oportunidad, cada película y ansío mucho cada noticia de la franquicia Terminator. Si bien me fui decepcionado de la sala, no dejo de tener un hilo de esperanza para que la franquicia retome su popularidad. Somos pocos los que seguimos en este tren, pero me subí a los cinco años y, treinta años después, no estoy cerca de bajarme.

