
Hellbender: Soñar, soñar Por Pamela Rodríguez
Desde que tengo memoria para mí dormir es un incordio, soñar no es algo a lo que esté acostumbrada y, en ocasiones, me siento privada de ese universo. Me paso horas preguntando y escuchando a otros relatar quimeras creadas por sus cerebros durante el descanso, y me encuentro fascinada cada vez. Mundos fantásticos, historias de amor y terror cósmico se mezclan para dar forma e interpretar lo que el cerebro no puede procesar conscientemente. Así, entre el anhelo y la envidia, navego por lo más cercano a un sueño que desconozco: las películas.
Generalmente me siento atraída hacia macabros relatos, intrigas y folclore de todas partes del mundo siendo la brujería uno de mis placeres sin culpa y con esta mezcla vista miles de veces, pero explorada desde una distancia prosaica es que llega hasta mí Hellbender (Toby Poser, John Adams, Zelda Adams 2021). Estrenada en el año 2021 en el Fantasia Festival con excelente recepción del público la familia Adams nos sumerge en un pequeño e íntimo universo escrito, dirigido y actuado por la misma -incluso la casa donde está filmada la película es de su propiedad- donde una mujer y su hija viven en las montañas aisladas del mundo ya que la hija tiene una enfermedad siendo peligroso para ella rodearse de otras personas. Lo que descubrimos pronto es que son brujas caníbales, ¡Perdón! Hellbenders aunque no es una definición que la madre (Toby Poser) nos permita explorar ni a nosotros ni a su hija Izzy (Interpretada por Zelda Adams, su hija en la vida real) sino que es un nombre impuesto por otros (que asumimos no son brujos) porque les temen y es con esa misteriosa premisa que nos adentramos en un coming of age (una suerte de despertar a la adolescencia) que probablemente hayamos visto muchísimas veces.
El film no escatima en sangre, rock (H6llb6nd6rs, la banda de Toby Poser y Zelda Adams) y rituales paganos para situarnos en la dinámica familiar, aunque lo que resulta interesante es justamente la falta de explicación sobre la naturaleza de las Hellbenders que es un rol ocupado solamente por mujeres. Aquello que Izzy descubre lo hace junto al espectador y a medida que la verdad sale a la luz nos vemos envueltos en sombras de sospecha, preguntas y poco a poco la historia se complica para centrarse en la frase más repetida (intencionalmente) de la película “La primavera se come al invierno. El invierno se come al verano. El verano se come a la primavera”.
Somos testigos de los cambios en la relación madre/hija cuando la niñez abandona el vínculo y es reemplazada por las inquietudes típicas de la adolescencia, pero de manera casual como esas imagenes sin sentido que suelen aparecer a los soñadores se pueden entrever dos mundos completamente distintos: en uno las vemos jugar y experimentar con los poderes recién descubiertos por la menor reforzando activa y positivamente la conexión,pero en el otro empiezan los problemas. Lo que llama la atención de esta realidad es que por momentos la madre se muestra temerosa, confundida y constantemente culpable por su naturaleza, más la hija continúa experimentando con su poder encontrando el gozo en la rebeldía, escapando de su casa y en ocasiones siguiendo a su madre al pueblo de forma terrorífica explorando los límites de su supremacía; es ahí donde se revela la inquietud de la progenitora pues las Hellbenders viven ocultas para estar a salvo y proteger el relevo generacional que ocurre cuando la hija consume a la madre para gestar una nueva bruja. Las piezas encajan cuando la matriarca le pregunta a su retoño si estuvo visitando sus sueños y descubrimos que en efecto esos dos mundos tan complejos y similares se superpusieron, pero que también se mezclaron para que esa niña pronta a ser una Hellbender reclamase lo que le era imperioso conocer.
La definición del sueño es “un estado de conciencia caracterizado por acontecimientos sensoriales, cognitivos y emocionales”, pero sigue siendo conocedor de la experiencia vital de cada uno de nosotros, lo que conocemos y el bagaje que cargamos por eso, por hoy, doy gracias de no poder soñar.