La primera profecía – Saint Maud: Si fueras creyente, Él te bastaría. Pero está claro que eres tan débil como tu fe Por Luciano Cundino

Si hacemos un minucioso repaso por lo que nos entrego el cine durante la década de 1970s, vamos a encontrar un montón de obras superlativas en cada uno de los géneros posibles. Una de las obras que bien podrían ser consideradas pioneras en un nuevo tipo de terror o al menos una mirada de carácter más “serio” fue El bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby,1969) de Román Polanski. Una película que transita por el camino de una fantasía paranoide hasta una pesadilla real. Una película de terror cargada de seriedad protagonizada con maestría por Mia Farrow, que involucraba conceptos claves del género como las sectas y el satanismo.
Adentrándonos en la década de 1970, nos vamos a topar con títulos que tocan estas temáticas como Me bebo tu sangre (I Drink Your Blood, 1971), Todos los colores de la oscuridad (Tutti i colori del buio, 1972), El Culto siniestro (The Wicker Man, 1973), Suspiria (Suspiria,1977) y tambien del mismo año Alucarda de Juan Lopez Moctezuma. Pero que pasa cuando se suma un elemento tan inquietante como la figura de un anticristo materializado en un niño malvado al cual todos le temen. Esto se sugiere en el tramo final de El bebé de Rosemary, pero Richard Donner lo hizo posible en La profecía (The Omen, 1976) largometraje que presentaba al hijo del mismísimo diablo adoptado por una familia adinerada sin saber la cruda verdad. Si debemos añadir una pieza más para formar una lógica trilogía del diablo, esta debe ser El exorcista (The Exorcist, 1973) de William Friedkin. Entonces ya podemos cerrar esta idea del diablo y el niño en tres etapas. Un recién nacido en El bebé de Rosemary, un niño de corta edad en La profecía y una niña preadolescente en El exorcista.
Ahora bien, de las tres películas mencionadas anteriormente, la menos repetida por los amantes del género o del cine en general podría ser La profecía, o por lo menos lo fue hasta este año, 2024, cuando se estrenó su precuela, La primera profecía (The First Omen, 2024) de Arkasha Stevenson, sin lugar a duda una grata sorpresa, ya que cuando se anuncia una precuela o una reversión de una película, uno como espectador o admirador quizá la mira de reojo. No debemos olvidar que a La profecía de Donner, le siguieron tres secuelas y un remake: La profecía II (Damien: Omen II) de Don Taylor, La última profecía ( Omen III: The Final Conflict), La profecía IV: El renacer (IV: The Awakening) y la remake del 2006 tambien llamada La profecía (The Omen, 2006).
La primera profecía se sitúa varios años antes de los hechos acontecidos en la original, en 1971 y teniendo como personaje principal a una joven novicia de nombre Margaret Daino (Nell Tiger Free) quien llega a Roma, Italia para instalarse en un orfanato días previos a tomar los votos como monja. Es cálidamente recibida por el Cardenal Lawrence (Bill Nighy) y por la abadesa del lugar, Silvia (Sonia Braga). Como es de esperar y quienes los más adeptos al género lo sabrán, las cosas no tardarán en ponerse cada vez más oscuras, desde silencios incomodos, violentas escenas de sobresaltos y aterradoras apariciones. Es una película que mantiene la esencia de la original pero que consigue funcionar de manera independiente, ya que en ningún momento se siente una sobreexplotación de los recursos que tanto funcionaron en la película de Richard Donner. Es meritorio que una película consigue mantener la tensión y el interés y pueda tener la suficiente autonomía como para mantener el pulso hasta el final de una historia la cual ya sabemos cómo termina porque conocemos el principio de la siguiente.
¿Qué es lo que realmente genera miedo en esta película?, ¿Qué es lo que me genero miedo a mí? (al menos) en este caso hay una escena particular que, al haber sido vista en una sala de cine completamente a oscuras, genera una mezcla de temor, ansiedad y adrenalina: Margaret cae en una profunda desesperación al intentar escapar del orfanato junto con una de las niñas. Al ser descubierta, es encerrada completamente en una habitación y es en este momento en el cual uno como espectador, si es que está metido en la historia, comienza a sentir inquietud. Primero por el silencio que envuelve la escena luego de unos gritos desgarradores por parte de Margaret, quien se va desvaneciendo mientras se apaga la luz del sol que se funde con unas inquietantes pinturas que decoran el techo de la habitación, toda esta sucesión de imágenes al ritmo de un coro escalofriante. Margaret permanece recostada, con una mirada desconcertante y comienza a observar objetos claramente perturbadores como una cara tallada en un picaporte y un rostro fantasmal que se encuentra bajo su cama. En paralelo, un susurro comienza a invadir la escena mientras nuestra protagonista descubre un extraño símbolo grabado en el suelo.
La tensión se intensifica y la desesperación se incrementa, la fantasmal melodía absorbe la secuencia mientras como espectadores atestiguamos visiones claramente horripilantes. En este punto ya somos la protagonista repitiendo al igual que ella la frase “No es real”, “No es real”, hasta que un susurro pasivamente violento responde: “Que no es real?” y luego el inquietante silencio. Posiblemente el momento que representa mucho y nada al mismo tiempo ya que no hay nada más aterrador que saber que algo anda mal pero peor aún es no saber qué es lo que anda mal.
Personalmente, considero que nada puede asustar más en una película de terror que un susurro en la oscuridad y una toma que enfoque hacia la oscuridad materializada, si es que la puesta en escena esta bien hecha, porque sabemos que no será lo único que escuchemos y puede ser que la adrenalina de saber qué es lo que nos genera ese temor es la antesala del horror presentado en una escena. Peor aún, si la escena continua con un plano fijo de la protagonista mirando a cámara, sabiendo que ella esta observando algo desconocido que se encuentra presente en la oscuridad, podemos ser infundidos por el miedo absoluto cuando la siguiente toma involucra a una silueta que se mueve entre las sombras.
¿Es real lo que Margaret vio? ¿Es figura que finalmente se descubrió estaba presente o era producto de su imaginación? A esta altura creo que no importa. Lo que importa es como se gestó el horror y podemos admitir que cumplió con creces. Ya por lo descripto anteriormente, se puede considerar que La primera profecía fue una de las propuestas de terror más altas del año e incluso tiene rimas con otra gran película del género, pero desde un punto de vista horríficamente psicológico.
Saint Maud es una película estrenada en el año 2019, realizada por la cineasta británica Rose Glass, quien además de dirigir escribió esta historia centrada en una pequeña comunidad situada en la costa de una localidad inglesa. Maud (Morffyd Clark) una solitaria e introvertida enfermera muy entregada a la religión católica, toma el trabajo de cuidar a una bailarina retirada, Amanda (Jennifer Ehle) quien se encuentra afectada por una enfermedad que la está consumiendo gradualmente.
En primera instancia se formará un lazo bastante estrecho entre ambas. Pero algunas acciones de Maud, relacionadas aparentemente con su fanatismo religioso irán empañando la relación con su paciente y su percepción de la realidad, aspecto que tambien se vislumbra en La primera profecía. Saint Maud construye un balance perfecto entre el terror y el drama religioso, dos elementos que siempre van de la mano pero que en algunas producciones es difícil de equiparar y terminan cayendo en lo convencional.
La puesta en escena de Saint Maud se caracteriza por un ambiente mórbido y deprimente, incluso en las secuencias más iluminadas en donde la luz más brillante y esperanzadora puede terminar siendo la más siniestra y claustrofóbica. Y hay una escena puntual que puede generar exactamente el mismo pavor que la escena que describí sobre La primera profecía, la cual inicia de una forma similar. Maud se encuentra recostada en su cama, lo único que podemos escuchar es un fuerte viento y las cuerdas del reloj, reloj que Maud observa con una mirada similar a la de Margaret.
El crujido de una especie de escarabajo invade la escena. Lo único que nos guía como espectadores es la mirada del personaje principal, es metafóricamente el termómetro de nuestro nivel de ansiedad. A los ojos de Maud, las imágenes de unas estampillas y crucifijos se distorsionan para luego encontrarnos con la voz del mismísimo Dios, esta voz es sombría y de ultratumba que la obnubila por completo, culminando la escena con un breve dialogo:
– “Hija mía la hora se acerca. Pronto te unirás al gran abrazo. Hace tiempo que sabes que este mundo es sólo un juego, tu vida, tu infancia, mamá, papá. Podías sentir que había algo más… y lo único que anhelabas era tocarlo. Estoy orgulloso de lo lejos que has llegado. Estoy orgulloso de ti. Acepta esta última prueba y estaremos realmente juntos.”
– ¿Cómo sabré qué hacer?
-Siempre lo has sabido.
Es una escena breve en comparacion con el tiempo narrativo que se aprecia en La primera profecía, pero constituye lo suficiente como para trazar similitudes con Saint Maud. El silencio previo frente a una aparición sobrenatural, la tensa mirada de la protagonista, la oscuridad y una presencia que hasta ese punto puede ser real o no, pero que no le quita merito a la terrorífica atmosfera generada por ambas directoras.


