Adrián Caetano: “Oda al margen” por Alejandro Reys
Adrián Caetano: “Oda al margen”
Por Alejandro Reys
Nacido en Montevideo, en el seno de una familia de trabajadores metalúrgicos y militantes comunistas, a los 14 años Israel Adrián Caetano llega a la argentina, escapando de las penurias económicas provocadas por los últimos coletazos de la dictadura uruguaya.Tras un período de relativa estabilidad, a los 19 años es golpeado por otra crisis económica y pierde su trabajo de peón en una fábrica metalúrgica, producto de la hiperinflación de 1989. Persiguiendo una posibilidad de trabajo se muda a Córdoba, donde empieza a experimentar en el terreno de lo audiovisual, mayormente de manera autodidacta. Después de realizar tres cortos, gana el primer concurso de cortometrajes del INCAA con “Cuesta abajo” (1995), siendo el único realizadorde los nueve ganadores sin formación académica.Los resultados de este concurso se compilan en la antología “Historias breves” (1995), generalmente señalada, junto con “Rapado” (1992) de Martín Rejtman y “Picado fino” (1993/95) de Esteban Sapir, como uno de los puntapiés iniciales del Nuevo Cine Argentino. Un movimiento que despegaría definitivamente con el éxito de “Pizza, birra, faso” (1997), primer largometraje de dos directores nóveles: Bruno Stagnaro y, casualmente, el propio Caetano.
En términos temáticos, su cine se ve atravesado por una serie de aspectos recurrentes.Probablemente el rasgo más característico y reconocible sean sus personajes, quienes invariablemente se encuentran, de uno u otro modo, en los márgenes de la sociedad. Se trate de delincuentes juveniles o inmigrantes ilegales, se encuentren privados (legítima o ilegítimamente) de su libertad, sean ex presidiarios, prostitutas, una asesina a sueldo odesempleados luchando por salir adelante(osimplementehastiados de todo), los encontramos siempre a punto de caer por el borde del sistema.Sin embargo, esto nunca se presenta en un tono declamatorio, moralista o de denuncia. Estos personajes enfrentan siempre sus propios conflictos, pero sin sufrir su condición de marginalidad. A diferencia de lo que sucede en películas como “Carancho” (2010), no reniegan de lo que son ni luchan por dejar de serlo. Se trata, en palabras del propio Caetano, de “patriotas a la fuerza”, que defienden su raigambre y lo poco que tienen, porque la sociedad no les permite aspirar a más.Por otro lado, casi como contracara y a la vez complemento de estos protagonistas, otra constante consiste en unaactitud críticahacia las fuerzas de seguridad.Amén de ejemplos como “Tumberos” (2002), “Crónica de una fuga” (2006) o “El marginal” (2016), en donde constituye una parte central de la trama, todas sus películas contienen al menos un personaje o escena en tal sentido. Corrupción, abuso de poder y uso desmedido de la fuerza son moneda corriente para los agentes del orden dentro de su universo. Incluso en “Francia” (2009), que podría considerarse su película más luminosa, un psicólogo de la fuerza policial inicia la primera capacitación de sus compañeros con la pregunta “¿Estamos seguros, los que estamos acá, de que somos buenas personas?”.
Pero lo que hace a Caetano un director interesante, más allá de estos aspectos temáticos recurrentes, es que se ha adaptado y permitido a si mismo evolucionar en términos estilísticos.En tal sentido, su obra hasta la fecha podría dividirse en tres etapas. Sus primeras películas, especialmente “Pizza, Birra, Faso” y “Bolivia” (2001), se encuentran fuertemente vinculadas a los inicios del Nuevo Cine Argentino, evidenciando una relación directa entre lo formal y los modos de producción, que se determinan mutuamente. Con presupuestos ínfimos y actores que no lo son, la puesta se caracteriza por una aproximación casi documental a las historias, por una actitud de urgencia, donde predomina la cámara en mano y los planos en exteriores filmados sin permiso. “Un oso rojo” (2002), a pesar de reflejaren estos aspectos la presencia de un presupuesto significativo, podría considerarse dentro de este primer grupo, ya que formalmente mantiene más similitudes que diferencias con sus dos primeras películas (véase, a modo de ejemplo, el vertiginoso tiroteo del comienzo). Pero la evolución estilística no sería gradual, ya que la segunda etapa comprende un cambio radical en cuanto a la primera. Y, curiosamente, no inicia en el cine si no en la televisión.
A partir de “Tumberos” (2002), y gracias a la absoluta libertad con la que contó en su producción, Caetano comienza un período de experimentación formal, signado por una puesta mucho más estilizada e hiperbólica, que abunda en dramáticascomposiciones de plano y angulaciones, de lenteyde cámara, exageradas.Todo esto, mucho de lo cual ya estaba presente en “Cuesta abajo”, se traslada a su siguiente film, “Crónica de una fuga” (2006), y alcanza su pico con “Francia” (2009), su película más lúdica en cuanto a lo formal. Finalmente, en la última etapa, integrada por “Mala” (2013) y “El otro hermano” (2017), pareciera haber dado un paso atrás en lo experimental y alcanzado un equilibrio. Al margen de lo desparejo en cuanto al resultado final, ambas películas presentan una puesta en escenaque se aleja de los extremos anteriores.Los formalismos más marcados conviven con momentos de aparente apremio y desprolijidad, muchas veces incluso dentro de una misma secuencia. Lo urgente es calculado y la estilización sutil, pero persistente.
El cine de Caetano es, sin dudas, profundamente político. En él se reflejantanto los antecedentes militantes de su familia, como las propias experiencias y convicciones ideológicas, junto con su formación cinéfila autodidacta, mezcla de films estadounidenses de género, Costa-Gavras y “La hora de los hornos” (1968). Sus películas (y producciones televisivas) han logrado hacer confluir estos elementos, retratándolos a través de un prisma formal propio y particular. Su próximoproyecto, que se encuentra en proceso de post-producción y se espera que se estrene en los próximos meses, se trata de un western urbano,en el que un cuidacoches de Montevideo debe defender su territorio y a sus vecinos de los embates de un grupo de narcos. Nuevamente, Caetano parece dispuesto a caminar por la fina línea de la estilización de la marginalidad. Nuevamente, haciendo equilibrio entre la denuncia y la romantización. Y, nuevamente, es probable que lo logre.