Diego Lerman: “Una especie de director” por Támara Rey
Diego Lerman: “Una especie de director”
Por Tamara Rey
«Está buenísimo cuando caen las luces y se muestra por primera vez la película…»
Nació el día 24 de marzo de 1976 en Buenos Aires, Argentina. Estudió Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires y Dramaturgia en la Escuela Municipal de Arte Dramático. Su primer cortometraje fue la «Prueba» en 1999.
En 2005 apuesta a «La guerra de los gimnasios» en el cual expone un relato fantástico y hasta bizarro de una batalla entre diferentes academias de artes marciales, así como paralelamente, proyecta una protesta salarial del sindicato de actores. Una rebelión de personajes y situaciones que une el protagonista, él interpreta a un actor secundario de televisión y que decide entrenar, para verse estéticamente más poderoso, en un gimnasio. Para el 2007 realiza el documental «Servicios prestados» y «La casa» una serie para televisión que estrena en 2015, entre otras producciones. Es uno de los creadores de la productora independiente Campo Cine, en la que realiza proyectos propios así como ajenos.
“Tan de repente” (2002), una película en blanco y negro, que cuenta una historia donde sus complejos personajes solitarios buscan una conexión para finalmente enlazarse entre sí; sin palabra el nombre del bote que conduce a ellos a enmendar un viaje hasta que aparece un primerísimo primer plano de uno de esos rostros, preciosamente texturado, y por unos segundos suspendido y corte. Al instante imágenes de sólo espacios vacíos en los que antes estaban llenos de todo. Una poesía.
“Mientras tanto” (2006) es un relato coral en el que el director de cámara circunda esas historias y las une. Un pasillo en el que un personaje se va y otro ingresa al mismo tiempo y por el mismo camino de desamor o refugio, ambos extraños se saludan y continúan su andar. Un no vidente desesperado, una madre sobreprotectora, una mujer que le pide un tiempo a su marido para pensar qué es lo que en verdad busca, un perro que desafía y agobia, otro que enternece y enamora; tatuajes que identifican un antes y un después en la vida de alguien, un pescador que espera, sólo espera que algo suceda.
“La mirada invisible” (2010) narra la historia de Marita, una joven e ingenua preceptora del Colegio Nacional de Buenos Aires en el año 1982. El régimen militar es el contexto y ella intenta sumergirse en esa rigidez, pero en una de esas rutinas se acerca de manera amenazante, como corresponde hacerlo allí, a uno de sus alumnos por observar su cabello demasiado largo lo cual remite a una regla no permitida y de pronto, su ambivalencia la derrumba. La mirada ante todo se transforma.
En “Refugiado” (2014) Laura toma un camino improvisado con su pequeño hijo para huir de la violencia de su marido. Un conflicto reflejado no sólo a través del cuerpo de la mujer sino también de los ojos del niño. El miedo y desarraigo ya se funden desde la primer escena donde el pequeño está jugando pero atrapado en un pelotero. Más tarde: Congelada!! le grita el pequeño a otra niña, (con otra historia, pero también con un trasfondo que abruma) ellos están jugando a las escondidas en un centro de refugiados; la sonrisa gigante de la rubiecita de ojos que conquistan el mundo está a la expectativa de que la encuentren. Una escena maravillosísima.
“Una especie de familia” (2017) Malena viaja a un pueblo en Misiones para adoptar un bebé. Una elección en la que deberá afrontar trabas tanto morales como legales. Su mirada dudosa se asoma detrás del parabrisas de su vehículo, una llovizna de deseos que se mezclan entre gotas desenfocadas y faroles luminosos que acompaña a una decisión colmada de inseguridades pero al mismo tiempo de un deseo profundo de ser madre.
Diego Lerman se autodenomina como analógico, para él en algunos casos un sólo plano cuentan más verdades que muchos. La música también es protagonista, diálogos que se cuentan rítmicamente. La poca profundidad de campo embellece rostros, resaltan miradas, así como contrapone planos que amenazan como una gigantesca simetría de un edificio en la época de la dictadura. Contrapicados que transmiten otras perspectivas, la de un niño que ve su mundo y logra nos penetremos en él. Juega respetuosamente y a veces de manera improvisada con la miseria en las relaciones humanas, en una de las escenas de Una especie de familia la madre biológica debe salir a la luz con su bebé en brazos para que minutos después lo cargue la madre adoptiva.
Refleja ideales y sentimientos de diferentes generaciones, una hija, madre, abuela. La ingenuidad que reflejan los niños en los juegos como escondites pero que sí hay una salida. El deseo de amar, sólo amar algo o a alguien más. La nostalgia, los barrios, las viejas casas. El desamor, la violencia, el abuso de poder, la muerte, la justicia por mano propia. Sus largometrajes fueron reconocidos y valorados tanto en su país como en otros, y, aún más, algunos de ellos premiados en festivales internacionales. Lerman conoce y manipula más de una pieza en el arte del cine: contar una historia, producir, montar, guionar y crear para luego transformar miradas.
Y entonces, sólo anhelar que las luces se apaguen y mostrar la película.