
Cigarros: Humo en tu corazón Por Tamara Rey

En los años ´90 descubrí mi película favorita: Cigarros (Smoke, 1995) Aunque claro no olvido, entre tantas ¿A quién ama Gilbert Grape? (What’s Eating Gilbert Grape?, 1993), Golpe a la vida (The Boxer, 1997) o Dos vidas en un instante (Sliding Doors,1998), títulos que me apasionaron así como otros me perturbaron aun después de terminar de verlas y refiero a Contra Viento y Marea (Breaking The Waves,1996), Ojos bien cerrados (Eyes Wide Shut, 1999) y 8MM (1999). Del mismo modo el placer del cine de acción, la adrenalina de Máxima Velocidad (Speed, 1994) me sigue fascinando al día de hoy. Cigarros no trata sobre el tabaco como puede sugerir el título, sino el humo juega de manera implícita como recurso para contar sobre las emociones, miserias, dolor, ilusiones que envuelven a diferentes personajes, el lenguaje de la fotofrafía tradicional funciona maravillosamente como parte de la narración. Cuando tuve mi primera cámara de fotos, una Pentax K1000, fantaseé y aún deseo copiar la idea de uno de los protagonistas de hacer «las mismas fotos».
De prisa
“Si crees vas a morir, ¿qué es más importante, un buen libro o un cigarro?, y chupó y echó el humo, y poco a poco se fumó su libro” leyenda sobre Mijail Bajtin)
Son los años ´90 en Brooklyn, Auggie (Harvey Keitel) es dueño de un almacén de revistas, diarios, películas, dulces, bebidas y sobre todo puros ilegales. Paul (William Hurt) es escritor, novelista.
La tienda Brooklyn Cigar co está cerrando cuando Paul irrumpe agitado por comprar sus Schimmelpennincks, Auggie vuelve a abrir su persiana, no tiene que ir a ninguna ópera añade con ironía, y allí sobre el mostrador entre ellos dos y de perfil al espectador aparece una cámara analógica Cannon Ae1. Le pertenece a Auggie, él le cuenta es un hobby que sólo le toma 5 minutos al día y el cual no le permite vacacionar porque todos los días de su vida así llueva, truene, nieva o salga el sol debe estar a las 8 am frente a la esquina de la Tercera con la Séptima Avenida para fotografiar un instante. Miles de fotografías en su álbum de un mismo lugar, en un mismo plano y a la misma hora. «Son todas iguales», expresa Paul con algo de comicidad y desconcierto, a lo que Auggie responde: «Vas muy de prisa amigo, no miras las fotos. Son todas iguales pero cada una es diferente a la otra. Algunas veces la misma gente, otras diferente, y a veces lo diferente se vuelven los mismos y los mismos desaparecen». La magia de una fotografía sucede entre el instante del disparo y la proyección de ese instante reivindicando cada imagen se convierta en una única e irrepetible historia, las formas, los cuerpos, los objetos, la arquitectura o el cielo se intensifican o desdibujan, se imponen o esfuman.
El peso del humo, una metáfora
Se oyen ruidos como golpes, la transmisión de algún evento desde un canal de comunicación y conversaciones difusas. Seguidamente se encienden las luces y el director de la película Wayne Wang junto al escritor y guionista Paul Auster comienzan a revelar la trama, los golpes eran de un tranvía atravesando por el barrio de Brooklyn y el evento un partido de béisbol. Dentro de la tienda de Auggie discuten sobre el juego, un deporte favorito tanto para yankies como afroestadounidenses. Entra Paul a comprar sus cigarros y menciona a Walter Raleigh quien fue el que introdujo el tabaco en Inglaterra y entre risas sobre si compartían puros el Marino y la Reina Isabel I les cuenta la anéctoda del peso del humo en una balanza experimentado por Raleigh, el cual sería la diferencia entre el peso del puro sin fumar y luego el peso de las cenizas y colilla. Como querer pesar el tiempo.
El arte como redención
Cuando se trata de algo bien hecho una sóla imagen habla por sí misma, un plano general de Paul, Auggie, Rashid, Cyrus (Forest Whitaker) y su mujer con su hijo en brazos alrededor de una mesa cruzando miradas y compartiendo tabacos. Una composición impecable por parte del director en la que exterioriza, y lo hace en silencio, (en contraste a la escena anterior) la aceptación de realidades de distintos personajes rotos por un pasado para luego entrelazarlos con sutileza en un presente. Cyrus (Forest Whitaker) es el padre de Rashid, no se veían desde hacía años, cuando supo su papá trabajaba en una gasolinera lo buscó sin decirle quién era en verdad, el pretexto del jovencito fue una poesía inigualable, se quedó en frente dibujando la fachada del lugar, Cyrus molesto de ver a un extraño desde el lado opuesto se acercó enfurecido, pero Rashid se justificó diciendo que su garage estaba tan destrozado que lo hacía interesante para plasmarlo en un papel, Cyrus le contestó: «Pero pintar un dibujo no mejorará su aspecto».
Solo era un cuento
Se acerca Navidad y Paul tiene que escribir una historia para un diario de Nueva York, una historia que transcurra en Navidad, Auggie le ofrece una verdadera, en primera persona. Inolvidable plano secuencia donde la cámara lentamente toma en un travelling hacia adelante desde un plano medio de ambos acercándose a planos detalles gigantescos de los labios y nariz de Auggie exponiendo su mentira y robo en contraplano a los ojos de Paul deslumbrado por una historia tan bien contada. Y aquí la maravilla del epílogo de la película, «El cuento de Navidad de Auggie Wren» (libro de Paul Auster) la excusa para llevar al cine una obra que tiene un Fin en blanco y negro, musicalizado con «Innocent when you dream», donde las texturas y expresiones traspasan la pantalla. Wayne Wang transforma el objetivo en una especie de lupa para retratar historias de vida que andan vagando en busca de reconstruir sus vidas o tal vez, simplemente subsistir.
El cine indie americano de los ´90 desplegó un abanico de ofertas, pero algunas sólo se conseguían en vhs en videoclubes. Cigarros era una de las tantas se exhibían en un estante. En 2006 fue ganadora de las categorías Mejor película extranjera en los premios del Cine Alemán, Mejor guion en los premios Independent Spirit Awards, y Mejor Actor (Harvey Keitel) en los premios David de Donatello.

