El samurai – El asesino
De un epilogo a un prólogo de una vida
Por Andrea Dómina
Estas dos magnificas realizaciones, El samurai (Le Samouraï, 1967) del director francés Jean Pierre Melville y El asesino (The Killer, 2023) del director norteamericano David Fincher relatan un fragmento de la vida de dos asesinos a sueldo; la primera es del año 1967 (su género el film noir) protagonizado por Alain Delon en el personaje de Jef Costello y la segunda de 2023 con Michael Fassbender en su personaje anónimo. Dos asesinos, dos épocas, dos personalidades con distintas existencias, dos vidas estancas; ambas atravesadas por la compañía de una mujer.
Epílogo: Francia-Republica Dominicana
Costello decide su muerte en pos de salvar a Valérie, una pianista de un club nocturno parisino, con la que intercambia miradas y apenas una conversación; quizás suficiente para que lo atraviese algo de lo vital por otro, su libra de carne; dan el vuelco a su decisión de una vida solitaria, precaria y sin miras a cambiar. Mientras el asesino de Fincher, en su declive regresa a su morada lujosa y paradisiaca con su compañera en busca de una posible tranquilidad y disfrute.
Jef Costello es un asesino a sueldo cuya vida transcurre en Paris (Francia) regida por la vieja escuela y en ella priman el código de honor y el silencio; solitario en su departamento de paredes sucias y grises, sin un rayo de vitalidad; solo cultiva el cuidado de un pequeño pájaro como su única compañía. Nunca traicionaría a sus mentores, el silencio y obediencia es su forma, pero, como un ronin, su trabajo era rápido y eficaz, con una reputación de deshonra y su status indeseable, vergonzoso; por lo cual estos no han depositado la misma confianza en él y buscan el momento para hacerlo desaparecer después de cometer “un encargo” y haber sido detenido por la policía.
Su impostura impecable dándole cuerpo a su atuendo con su impermeable gris y su sombrero negro, parco, de pocas palabras, cauteloso; recorre las calles parisinas casi vacías de un invierno de almas desoladas, en idas y venidas apresuradas, inquietantes, provocadas por la persecución de sus clientes y la policía en una asfixiante cacería y no menos aparatoso seguimiento en el metro, donde las paradas se encienden en un mapa; rememorando los recursos típicos de la guerra fría. “No hay mayor soledad que la de un samurái, a menos que sea quizás la de un tigre en la jungla “, leyenda del Libro del Bushido.
El protagonista de El asesino es un anónimo y multifacético, que ha pasado su vida dedicada a matar a otros, casi sin emociones y sin cuestionar su trabajo; pero con un toque de humor negro y un enfoque más profundo buscando desenredar lo que pasa por su mente y lo que lo mueve en ese mundo criminal.
Transcurre sus tareas con un relato en off en primera persona; frio, sarcástico y brutal; no sufre lo que hace, hasta que llega un momento en el que todo cambia, se encuentra en la situación de idear un plan de supervivencia. Dotado de una inteligencia y tecnología del siglo 21, emprende su cacería, y nos da cuenta del interior de sus pensamientos y certezas; su psicología, sus rituales casi perfectos, su método kantiano, y como se prepara, en la que deja vislumbrar su manera en la que su percepción del mundo esta alterada incluyendo sus motivaciones.
Su entrenamiento físico y mental, su manera camaleónica de vestirse, sus artilugios, sus armas, el cambio de identidad, tarjetas de créditos y de movilidad, harán de su persecución un abanico atractivo de lugares del mundo, que van de lujo a los suburbios en tonos oscuros y verdosos. Cada una de sus victimas es arribada en su entorno; su blanco en Paris, Nueva Orleans el abogado, Florida la bestia, New York la profesional, Chicago el cliente. El encuentro con algunas de ellas se suscita un duelo intelectual de supuestos titanes de la filosofía del crimen, pretensiosos de pertenecer a una élite.
Su repetición y decadencia esta en puerta, para alguien que en un tiempo se creía interesante y sarcástico, pero solo es la pieza mas débil y reemplazable de una cadena en la que no le queda otra que sentirse vital. La vida y propósitos de estos asesinos -tan diferentes y tan semejantes a la vez- discurren en un viaje pendular que va del ataque a la autopreservación, de lo defensivo a la venganza, investigar y desarmar las confabulaciones en su contra, eliminar las amenazas y defender a los suyos.
Aún con las similitudes su destino final será muy distintos; el amor o la compañía de una mujer los atraviesa de manera disímil. Mientras uno decide vivir para proteger a su compañera, el otro decide salvarla con su propia muerte, emulando los honores de un verdadero samurái.