
Club Zero: El club del ayuno por Laura Díaz
Juventud, delgadez, dietas de moda y su vínculo con las élites aparecen retratados en Club Zero (2023), la cinta de Jessica Hausner, luego de realizar Little Joe (2019). Allí Miss Novak (Mia Wasikowska) reúne a un grupo de estudiantes en una clase de alimentación consciente. Lo que en un principio parecía una inofensiva manera de establecer una relación sana con las comidas termina enrareciéndose.
La profesora oficia de una especie de líder de culto que, ante la docilidad de los jóvenes, los conduce al “club cero” comida. Cada uno de los miembros del grupo lo logra, no sin antes pasar por momentos de sufrimiento y lesiones. Se muestran extremos como un plano secuencia de una de las chicas comiendo su propio vomito frente a sus padres.
El contraste de los colores vivos de los uniformes con decorados pasteles, o incluso el exagerado maquillaje a medida que dejan de alimentarse, resalta la frivolidad del ambiente. Pero ahí queda toda la crítica. Este intento de sátira social, que recuerda a largometrajes como El triángulo de la tristeza (Triangle of Sadness, 2022) de Ruben Östlund, no va más allá que señalar actitudes sin preguntarse razones y motivos de los personajes: ¿por qué acatan con tal rapidez que “se puede vivir sin comer”?
La moraleja está siempre en primer plano, haciendo que la forma pierda fuerza: intermitente entre lo humorístico, el absurdo y lo perturbador. El tema es especialmente actual y la profesora recuerda a gurúes que vemos en redes sociales, quizás por eso no llega ni a causar extrañeza o un shock.
Los jóvenes culminan abandonando todo para alcanzar un nuevo plano de existencia. El mensaje desesperanzado de la directora queda plasmado en la ruptura final de la cuarta pared: “tienes que tener en fe”. Sin embargo, toda la película nos muestra que fe es lo que sobra.