
La saga de los Fockers: Choque de clases cultural
Al inicio del nuevo milenio se estrenó en Estados Unidos una comedia que en Argentina conoceríamos como La familia de mi novia (Meet the Parents, 2000). La película llamó la atención por su gran elenco, pero sobre todo por sus dos protagonistas: por un lado, tenemos a un actor que ya se había desempeñado en comedias de esa época, pero que con este papel sería reconocido en todo el mundo, Ben Stiller; y por el otro, al mega reconocido y afamado Robert De Niro. Cabe destacar que esta primera entrega fue un éxito en taquilla, permitiendo que se hicieran dos secuelas de la familia «Focker».
En el film, nos cuentan la historia de Gaylord Focker (Ben Stiller), un enfermero judío de clase media comprometido con Pamela Byrnes (Teri Polo), una maestra de preescolar, proveniente de una familia de clase alta. Él está decidido a proponerle matrimonio, sin embargo, su plan se ve afectado por su próximo cuñado, Bob, un reconocido doctor que estaba comprometido con la hermana de Pam. Bob procede a pedirle permiso al padre de ambas, Jack Byrnes (Robert De Niro), para poder tomar a su hija como esposa. Esto provoca que Pam y Gaylord tengan que ir a la casa de Jack, donde se va a festejar el matrimonio. Allí, nuestro protagonista comienza con el pie izquierdo ya que pierden su valija de su vuelo. Luego, al conocer a su futuro suegro, comienzan los chispazos. El personaje que encarna Robert De Niro es un supuesto florista retirado, de clase alta y distanciado completamente tanto cultural como socialmente de su futuro yerno, Gaylord. Esto genera que ambos personajes entren constantemente en un conflicto tras otro. Sin embargo, el mayor problema es que el personaje de Ben Stiller intenta ser una persona que no es, para impresionar a Jack y así poder pedirle el permiso para casarse.
En esta primera entrega, notamos una química más que interesante entre Ben Stiller y Robert De Niro. Éste último en el papel de un ex empleado de la CIA que se encuentra retirado, pero que utiliza sus métodos de espionaje para seguir la vida de los pretendientes de sus hijas, por momentos rozando lo absurdo, pero logrando que el espectador desee poder ajusticiarlo por mano propia. Mientras que Ben encarna a este muchacho de clase media mencionado anteriormente, quien se choca directamente con la realidad de tener que lidiar con personas que viven en un Mundo completamente aislado del Mundo real, dándonos situaciones hilarantes, siendo la escena de la cena en donde rompe el jarrón con las cenizas de la abuela de Pam, la más memorable sin lugar a duda. Cabe destacar que las acompañantes de los protagonistas, la anteriormente nombrada Teri Polo y “Blythe Danner”, la esposa de Jack, llevada a cabo por Dina Byrnes, también están en un punto altísimo, esto genera que los pasajes de comedia sean perfectos, sumando también a las apariciones de Owen Wilson, quien lleva al personaje de Kevin Rawley, un ex pretendiente de Pam, el cual sigue visiblemente enamorado de ella, tiene ganado por completo a Jack, e intenta de maneras absurdas estar cerca suyo y de su familia
Gracias a este conjunto de cosas, la película logró ser una de las comedias más memorable de la década, dando lugar a su primera secuela denominada Los Fockers: La familia de mi esposo (Meet the Fockers, 2004). El título nos dice todo, en la primera película Gaylord conoce a los padres de Pam, ahora Pam y sus padres deberán conocer a los padres de Gaylord. Así es, el mismísimo Jack Byrnes deberá salir de su zona de confort para conocer a la familia de su yerno.
En ésta ocasión el elenco se agranda de una manera magnifica, agregando a Dustin Hoffman como Bernard Focker, el padre de Greg (como se hace llamar Gaylord por vergüenza a su nombre), y a Barbara Streisand como Rozalin Focker, la madre.
La segunda entrega comienza con lo que parecería un cambio de timón en la vida de Gaylord, la vida le sonríe, las cosas le salen bien, lo que salía mal en la anterior película, en ésta oportunidad sale bien. El destino parece sonreírle, tiene todo bajo control hasta que… Se vuelve a encontrar con su suegro. Allí el personaje de De Niro le cambia la cara, la suerte y los planes, haciendo que en vez de ir en avión hacía la casa de los Focker vayan en una casa rodante enorme. En ella irían Greg, Pam, Dina, el mismo Jack y un integrante más, el pequeño Jack, sobrino de Pam, nieto de Dina y Jack, hijo de la hermana de Pam con el Dr. Bob. En esta ocasión el choque social, cultural y hasta emocional es mucho más grande; los padres Focker son dos personas más liberales, que demuestran amor tanto de forma física, como con elogios o palabras de cariño, que no buscan en su hijo una persona socialmente aceptada por logros, sino que lo importante es la forma de ser. Siendo sexualmente abiertos, ya que Roz, la madre de Gaylord, es sexóloga especializada en la tercera edad. Esta segunda parte nos presenta dos situaciones que son, sin duda, las más recordadas de la saga, teniendo a Robert De Niro utilizando un seno postizo para amamantar a su nieto, y por el otro el momento en el que el personaje de Ben Stiller le enseña, sin querer, decir la palabra “tarado”, provocando así, una vez más, una reacción iracunda de Jack.
En “Los Fockers: La familia de mi esposo” destacan, nuevamente, las actuaciones de todos sus involucrados. De Niro y Ben Stiller siguen con su química intacta, pero la adhesión de Barbara Streisand y Dustin Hoffman le dan a la película un toque especial, algo que se necesitaba desde la primera parte, ese contrapunto familiar de la familia de Gaylord. Nuevamente Owen Wilson interviene de forma muy correcta en todas sus escenas, ya que su obsesión con Pam empieza a alcanzar límites insospechados.
Cabe destacar que, en el medio de la segunda película, nos enteramos que Pam y Greg van a ser padres, dando lugar a otro momento en nuestro tercer y último film de la saga: “Los pequeños Focker”. En este caso el título no nos cuenta mucho de la película, ya que conocemos poco y nada de los hijos, simplemente que son mellizos, que uno es más inteligente que el otro y poco más que eso. Lo más importante es que Jack está teniendo problemas de salud y que a Gaylord y Pamela los está consumiendo la rutina. La tercera por algo es la última, no tiene ningún momento memorable ni hilarante como sus predecesoras. Nuestros protagonistas están bien pero no logran sacar ningún paso de comedia que pueda sobresaltar. El único que destaca por sobre el resto es Owen Wilson con su escena final en donde organiza el cumpleaños de los mellizos. Una película de una hora y media que se siente muy larga, mal dirigida y con un guion que se siente vacío. La crítica social personificada en un muchacho de clase media que tiene un trabajo poco convencional para el hombre, enfrentándose a diferentes personajes de la alta sociedad que lo quieren rebajar constantemente, en ésta película se esfuma por completo. Nuestro protagonista ahora pasa por un problema matrimonial, muy mal ejemplificado y que nunca termina de cerrar, mientras su suegro tiene problemas de salud, solo por momentos, y el resto de los personajes no tiene una intervención acorde a lo que se podría haber hecho.
Lo que en las primeras dos películas era utilizado para crear incomodidad en el espectador, haciendo quedar mal a nuestro protagonista por no pertenecer a la clase social de “elite” o por tener un trabajo considerado de mujeres, no lo continúan utilizando para hacer una comedia estadounidense más del montón, tal vez deberían haber sido solo dos películas para cerrar por todo lo alto y no dejar un sabor amargo con un final que pudo ser mejor.
Por Franco Palacios