
Los puentes de Madison: Adorable puente, se ha creado entre los dos Por Mariana Dimant

Desde chica sé que la experiencia de ir al cine debe suscitar emociones, conmover. Haber ido a ver esta película con poco más de veinte años, fue una experiencias conmovedora y emocionante. Tanto la historia como la manera en que es interpretada, me tocó una fibra íntima que me dejó pensando profundamente en temas que estaba estudiando en mi carrera: el amor y el deseo, la sexualidad y la sensualidad, la pareja, la familia, los mandatos, la culpa y el “deber ser”. El amor entre Robert y Francesca dejó una huella indeleble como deseo y temor a una pasión imposible.
La película de Clint Eastwood está basada en un libro de Robert J.Waller (de igual título), comienza con la escena de dos hermanos a los que les entregan las llaves de la caja de seguridad de su madre recién fallecida. Su hijo y su hija descubren cartas, diarios, y objetos que dan testimonio de una historia de pasión que vivió con un fotógrafo, durante cuatro días, cuando ellos tenían 16 y 17 años. Un amor adúltero, pero que permaneció toda la vida en el recuerdo y el sentir de su madre, el cual se revela recién tras su muerte. La historia es contada por Francesca, quien fue un ama de casa en un poblado rural en Iowa, a mediados de los años 60, casada con David, el padre de sus hijos. En una carta, donde la madre destaca curiosamente que ahora en la vejez perdió el miedo, se anima a relatar y a mostrar los recuerdos que dejó este amor como un legado de una madre a sus hijos. Si bien ellos no son los protagonistas, sino los destinatarios, vivirán con intensidad y consecuencias decisivas, los efectos de esta travesía. Los puentes a los que hace referencia el título, podrían aludir al pasaje que todos realizan al tener conocimiento de esta historia: ninguno sale del mismo modo que entró; tanto los hijos como los espectadores, asistimos al develamiento de Francesca, desde ser vista como la madre que ellos creyeron tener a la madre/mujer que tuvieron sin saberlo.
Los encuentros entre Francesca y Robert son narrados mediante flashbacks, pero sin duda son el núcleo dramático con más potencia y eficacia del film. La inevitable atracción y los intentos por disimularla, junto con la irresistible seducción que aflora en ambos, es mostrada de forma magistral tanto por el director como por los protagonistas. Desde el primer encuentro, la composición de los personajes de Meryl Streep y Clint Eastwood van sumando sensibilidad y compromiso. El enamoramiento – sutil y medido al principio, y sensual e hipnótico en su concreción- nos envuelve en una espiral de cálido romanticismo culminando en un maduro erotismo filmado con sobriedad e intensidad.
Como uno de los últimos grandes realizadores clásicos, Eastwood casi invisibiliza la mano de director, para que todo fluya sin estridencias ni exagerado melodrama. Meryl Streep realiza una actuación excepcional. Su interpretación es tan detallada que dota a Francesca de mínimos gestos, que trasmiten de manera sublime su caída en el enamoramiento, con las conflictivas transformaciones internas que implica. Siguiendo con los puentes como pasaje, Francesca transita de ser la esposa y madre que cuida de su hogar e hijos, a una mujer que descubre la sensualidad y la embriaguez que despierta el amor. Clint Eastwood, leyenda viva, nos muestra un hombre de mundo, que se sensibiliza al caer enamorado, con una vulnerabilidad y una entrega -alejada del tipo duro de siempre- pocas veces vista, como en la emblemática escena debajo de la lluvia.
El conflicto aparece cuando los días se acaban porque la familia de Francesca regresa, y los amantes parecen no poder separarse. Robert es contundente cuando ella le pide que le diga la verdad sobre lo que le pasa con ella: “Esta certeza se tiene una sola vez en la vida”, afirma, hablando de su amor; y Francesca, a pesar que parece dudar si irse con él o quedarse, sabe que el mandato de seguir siendo madre y esposa será preponderante a la hora de decidir. Los factores sociales y personales determinan en gran medida la elección de esta mujer, pero podemos ampliar la mirada hacia factores antropológicos: hay una relación básica en los roles masculino y femenino : la mujer es la guardiana del hogar, la que cria hijos, la que los nutre, y es el pilar de la familia .El hombre sale de cacería, va a la guerra, explora el mundo y no se ata a nada más que a sus armas y su posible gloria.
Esto se ve reflejado en el film, cuando Francesca supone que Robert se aburre escuchando a una ama de casa “en el fin del mundo”. El responde que no es el fin del mundo, que es su casa, es decir, el espacio sagrado donde ella reina. Y cuando ella le pregunta en qué lugar del mundo se sintió más feliz, Robert, fotógrafo de la revista National Geographic, responde que fue en Africa, símbolo de un continente salvaje, donde en la fantasía general, impera la ley de la fuerza, y no hay restricciones a los excesos. Si nos ubicamos en el punto de vista de los vecinos de Francesca -y también su hijo varón participa de esta creencia- Robert es visto como un transgresor, un extranjero extravagante que seduce a la mujer de otro y quiere llevarla afuera de un orden familiar teóricamente inviolable. Entonces, el conflicto de los amantes, se enriquece si agregamos esta visión fundacional.
Francesca puede vivir sus cuatro días de amor con el extranjero, pero no podrá entregarse a perder su casa y su familia: su primer amor y donde decidió hundir sus raíces.
Sus hijos, luego del tránsito por los diarios, pueden entender el deseo de su madre al acceder a esparcir sus cenizas en el mismo puente cubierto donde fueron esparcidas las de Robert. Con ese acto simbólico, se permite la unión definitiva de los amantes, reivindicando el derecho de su madre a la pasión. Las palabras del diario de Francesca son el legado definitivo que, como madre, desea que ellos consigan cumplir sin dolorosas renuncias: “Hagan todo lo que esté en sus manos para ser felices en esta vida.”

