María Luisa Bemberg: “De eso sí se habla” por Matías Carricart
Maria Luisa Bemberg: “De eso sí se habla”
Por Matías Carricart
El último abril se cumplieron cien años del nacimiento de María Luisa Bemberg, una de las cineastas más importantes del país. Directora y guionista, nació en el seno de una familia patricia: fue la hija de Otto Eduardo Bemberg, dueño de la cervecería Quilmes, y Sofía Elena Bengoelea; además de sobrina de la escritora Silvina Ocampo.
Tuvo la vida que se enseñaba por aquel entonces dentro del círculo aristocrático al que pertenecía: la de formar un matrimonio y tener hijos. Se casó con el arquitecto Carlos María Miguens en 1945, tuvo cuatro hijos y vivió en España y Francia. Hasta que en 1954 decidió divorciarse. “Pasé de ser la señora de Miguens a ser la señora de nadie”, dijo en un reportaje.
Su primer acercamiento artístico de manera activa fue con la fundación del Teatro del Globo en 1958. Fue luego de su divorcio que empezó a ser influenciada por los movimientos de cine de aquella época: las películas de Ingmar Bergman, el neorrealismo italiano y la Nouvelle Vague francesa. A eso le sumó una formación autodidacta: se fanatizó con Virginia Woolf, viajó a Francia a conocer a Simone de Bouvier y tradujo a Kate Millett. Bemberg ya tenía una base teórica para lo que luego será su cine.
Escribió dos guiones: “Crónica de una señora” (1971), dirigido por Raúl de la Torre y “Triángulo de cuatro” (1975), dirigido por Fernando Ayala. Sin embargo, creyó que sus personajes femeninos no estaban retratados como ella pretendía, por lo que decidió que estar a cargo de filmar sus propias historias.
Primero dirigió dos cortos “El mundo de la mujer” (1972) y “Juguetes” (1978), hasta que, en 1980, a sus 58 años, estrenó su ópera prima: “Momentos” (1980). Narra la historia de Lucía (Graciela Dufau), una mujer que no tiene suerte con sus parejas: del primero queda viuda, del segundo no puede quedar embarazada y, finalmente, escapa con un tercero que termina siendo un camino más tortuoso que placentero. La película fue considerada transgresora para su época por mostrar el adulterio de una mujer. Por el lado de los personajes masculinos, mientras que su segunda pareja Mauricio (Héctor Bidonde), es mostrado como aburrido, serio, sin emociones, a Nicolás (Miguel Ángel Solá) lo muestra como un controlador que quiere adueñarse de las decisiones de la protagonista.
Dos años después, dirigió “Señora de nadie” (1982), donde la historia se da a la inversa: esta vez, el marido es el infiel. Bemberg aborda cómo cambia la vida de Leonor (Luisina Brando) tras este descubrimiento, hasta encontrar su propio camino. El orgullo de la mujer es más grande que el de la vida acomodada, aunque también eso traiga la herida de no ver a sus hijos. Por otra parte, mostró un personaje homosexual lejos de la caricaturización que se les daba por aquel entonces. Precisamente, por la aparición de este personaje, la película fue cajoneada y no pudo ser su ópera prima.Con dos películas, Bemberg ya dejaba su marca y era considerada como una cineasta feminista. Además, ambas contaron con la producción de Lita Stantic, otra mujer importante en la historia del cine nacional.
A Bemberg no le gustaron las críticas de “Señora de nadie”, que se quejaban de su feminismo. Por eso, Stantic le dijo que tenía que hacer una película romántica y le propuso la historia de Camila O’Gorman, una joven de clase alta que se enamoraba del sacerdote Ladislao Gutiérrez durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. La rebeldía de ambos, la de ella contra su estamento, y la de él contra la Iglesia, y las escenas de sexo desde el punto de vista femenino, fueron algunas de las decisiones de la directora que la diferenciaron del cine argentino de la época. “Camila” (1984) fue un éxito: la vieron casi tres millones de personas y fue nominada al Óscar como mejor película extranjera. Fue la gran consagración de María Luisa Bemberg como directora.
Su siguiente película fue “Miss Mary” (1986), sobre una familia de la oligarquía ajena a la realidad social en la época de la década infame y que devino en el peronismo,intentando mantener su status. Con la actriz británica Julie Christie como protagonista, se puede decir que es su película más autorreferencial, no porque retrate cada punto exacto de su vida sino porque muestra lo que ella vivió: la decisión de su familia aristocrática de mantener a sus hijos en una burbuja mientras una institutriz educa a las niñas con el matrimonio como objetivo.“Miss Mary es mi film más predilecto porque hay muchas cosas que tienen que ver conmigo”, reconoció en una entrevista. Además, no deja de lado el contexto político de la época: desde la asunción de José Félix Uriburu al 17 de octubre de 1945, todo visto desde el miedo de una clase dominante que teme ser desplazada.
Para “Yo, la peor de todas” (1990) vuelve a basarse en una historia real: la de Sor Juana Inés de la Cruz, una monja que vivió en México durante el virreinato españoldel Siglo XVII, que enseñaba canto y astronomía a sus alumnas y que iniciaba disputas entre la Iglesia Católica y la Corona española por su accionar. Sor Juana realiza acciones que las mujeres no tenían permitidas, como sus escritos criticando a los teólogos. “Yo, la peor de todas” fue lo que terminó escribiendo con sangre Sor Juana, que llegó a los hábitos para escapar del matrimonio y la Iglesia la terminó expulsando.
Sin saberlo, su última película fue “De eso no se habla” (1993), una comedia trágica sobre el romance entre Charlotte (Alejandra Quevedo), una joven que sufre enanismo, y Ludovico (Marcello Mastroianni), un extranjero que llega al pueblo y la ve de forma distinta al que la ven sus vecinos, que callan en su condición por imposición de su madre. Fue su última película como directora, aunque dejó escrito gran parte del guion de “El impostor” que terminó filmando su colaborador Alejandro Maci.
Trece años duró la carrera de la Bemberg como directora de largometrajes. Una mujer que se hizo cargo de las cámaras para retratar a las mujeres de una forma diferente, dándoles una voz propia. No quedan dudas que Bemberg cumplió su objetivo y dejó su marca en la historia del cine nacional, fundamental para que hoy haya más directoras.