
Cuerpos expuestos con brillos y penumbras Por Mariana Dimant
Juegos de placer (Boogie Nights, 1997)
En la era dorada del cine para adultos, ubicados dentro de California, a fines de los ‘70, es donde nos sumerge Paul Thomas Anderson en su segundo largometraje. Como una de las variantes de búsqueda del sueño americano, el actor porno llamado Dirk Diggler (Mark Wahlberg ) se deja seducir por el posible estrellato, el glamour y el reconocimiento que este trabajo puede obsequiarle. En la especie de familia que forma el elenco de los films de Jack Horner, siente conseguir una validación que en su hogar estaba ausente. El ascenso es efímero y las relaciones de compañerismo o amistad, muestran la fragilidad de lo que es funcional al negocio individual. Entre fiestas de rodaje, consumo de drogas, y el embriagador ambiente que lo circunda, el narcisismo enaltecido de Dirk, no ve que el usufructo de sus dotes como mercancía, tiene fecha de caducidad. Los maltratos, los abusos, la impotencia y la frustración, aparecerán de distintas formas, como espejo de la sociedad consumista y de esta industria que toma y desecha a sus actores cual comida chatarra. Semillero de futuros grandes intérpretes como Phillip Seymour Hoffman, Mark Wahlberg, Julianne Moore, Heather Graham y Alfred Molina, el largometraje suma una banda sonora apropiada para acompañar las hipnóticas imágenes de esta rentable mercantilizacion de cuerpos y almas.
Showgirls (1995)
La diva de un show de bailarinas eróticas de Las Vegas le dice a Nomi, la aspirante a ocupar su lugar: “Siempre hay alguien más joven y más hambrienta de gloria, bajando las escaleras detrás tuyo”. Frase que resume el núcleo del filme del holandés Paul Verhoeven: la ambición de éxito y dinero puede tomar ribetes peligrosos y dolorosos para las chicas en ascenso. Con una puesta en escena suntuosa, y vibrantes números de baile, la protagonista atraviesa competencias, traiciones, celos, y enfrentamientos con un temple de asombroso estoicismo. En este entorno crudo -que nunca oculta su crudeza-, Nomi aprende de ese mundo de explotación y decide adaptarse y escalar. Es notable descubrir que, ante una secuencia de violación, la venganza será un acto de sororidad a manos de la protagonista, para con la víctima, su única amiga. Denostada en su estreno, esta obra “menor” del cineasta – luego del éxito de Bajos instintos (Basic Instinct, 1992)-, fue merecidamente valorizada posteriormente.
Anora (2024)
Sean Baker, creador de interesantes films sobre trabajadoras y trabajadores sexuales, nos captura con esta fábula de una cenicienta oscura y postmoderna. Al conocer a un joven ruso, hijo de oligarcas, Ani, -que es bailarina y acompañante sexual-, comienza a ilusionarse con un futuro lejos del club nocturno de Nueva York. Cuando, luego de compartir un par de semanas juntos, él le ofrece matrimonio, y aceleradamente, se realiza en Las Vegas…el cuento de hadas comienza a resquebrajarse. La reacción de la familia del recién casado, no tardará en mostrar su influyente poder. Virando hacia la comedia, llena de una extraña frescura y con unos personajes tan queribles como ridículos, el film hilvana la búsqueda de la independencia de la protagonista, con cierto realismo de la oposición de clases. La obediencia, la impotencia y la resignación será el destino de nuestra heroína menos favorecida, como consecuencia. La autenticidad, la intensidad y la transparencia de Mickey Maddison como intérprete, iluminan el film cuando ya viene dotado de suficiente luminosidad narrativa y de tono. El director declaró sobre sus películas que indagan esta temática que “Si hay alguna intención en ellas, es contar historias humanas, que estén ayudando a eliminar el estigma que siempre estuvo asociado a esta forma de vida”. Y Anora lo logra con creces.