
Supersticiones, tradición y licantropía por Jorge Pinzón Bermúdez
Un hombre lobo americano en Londres (1981)
En Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, 1981) el mito del licántropo (sujeto mitad hombre y mitad lobo) reviste su forma, aparentemente, más clásica y hegemónica. La campiña inglesa, la influencia lunar y una estrella con cinco puntas que simboliza la maldición son la herencia más directa de El lobo humano (Werewolf in London, 1935), de Stuart Walker y El hombre lobo (The Wolfman, 1941), de George Waggner. Un par de yankees se pierden en los páramos del norte de Inglaterra, solo atendiendo dos advertencias de los lugareños: deben ir por la ruta, no ingresar en campos ni bosques, y deben tener “cuidado con la luna”. Esta frase, además de funcionar inmediatamente como Tagline, va ser repetida como un mantra durante el resto de la película. El encuentro con la bestia dejará secuelas, un muerto y un herido. Resulta interesante como el contraste inicial entre el escepticismo que encarnan los norteamericanos, y el misticismo que acompaña la niebla de los páramos, y del cual están imbuidos los lugareños; va devenir en un conflicto entre el consciente y el inconsciente. Entre lo que es real y lo que no. Quién sobrevive a la mordida de un hombre lobo ¿Se convierte en uno?
Nazareno Cruz y el lobo (1975)
«¡Jeremías, Jeremías! No dejes parir a tu mujer. Seis hijos te dio el señor… El séptimo leche de diabla mamará y te nacerá lobizón». Esa es la maldición con la cual la bruja lechiguana abre Nazareno Cruz y el lobo (1975) de Leonardo Favio. Dicha maldición se hará efectiva al momento en que el protagonista se enamore. El director argentino logra hacer que cohabiten la mitología guaraní, la religiosidad cristiana y uno de los géneros cinematográficos con mayor tradición en la cinematografía nacional: el melodrama. El sincretismo generado da como resultado una fábula lisérgica, con imágenes que abrazan lo pagano y que atraviesan diversos tonos, situándose en la ruralidad del siglo XIX. Quien hará de garante en el paso a lo fantástico va ser el mandinga de Alfredo Alcón. No es quien genera el hechizo, pero si quien se hace presente para hacerlo realidad. Este ser aparecerá representado como un gaucho, con la particularidad de hablar recitando versos, propios de la gauchesca; genero literario originario del Rio de la Plata y dotando al relato de otra capa de liturgia folclórica vernácula. Favio comprende el arte de narrar, como también las diversas tradiciones populares que se agolpan en su propio país; y que terminan por fundirse en el folclore nacional.
Hombre lobo (Wolf Man, 2025)
La visión de Leigh Whannell con respecto al tratamiento que deben tener los clásicos del horror de la Universal está atada a una convicción: desacralizarlo todo. La mística y la fantasía desaparecen. Lo que se evidenciaba en El hombre invisible (The Invisible Man, 2020), se profundiza en Hombre lobo (Wolf Man, 2025). El inicio plantea la desaparición de un senderista en las montañas de Oregon quien habría contraído una enfermedad de origen animal llamada por los ojibwe, nativos norteamericanos al noreste de Estados Unidos y al sureste de Canadá, Ma’iigan Odengwen/ Cara de lobo. El anuncio inicial podría pretender una relación con el mito del Wendigo, también de la mitología Ojibwe, criatura maligna de aspecto humano/animal con apetito de carne humana; el cual podría encontrar un paralelismo con el licántropo más clásico de la cultura anglosajona. Esta pretensión es rápidamente abandonada para dar paso a un drama familiar, en donde la aparición de un “hombre lobo”, solo sucede para desarrollar los vínculos entre cada uno de los integrantes de dicha familia. La licantropía queda despojada de cualquier tipo de superstición, su lugar es ocupado por una especie de rabia carece de aspectos singulares del propio mito que pretende refundar.