
Entre copas: Es una excusa para tomar vino, yo estoy Por Pam Rodríguez
Descubrir el sentido y las ganas de vivir a través de un viaje con amigos es una experiencia enriquecedora especialmente si tenemos en cuenta la fuerza de la comunidad como red de seguridad, como motor de acción y reafirmación del ser.
Entre copas (Sideways,2004) dirigida por Alexander Payne conocido por Los que se quedan (The Holdovers, 2023) y Nebraska (2013) protagonizada por Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen y Cristina Oh es una buddy movie (conocida como película de amigos generalmente varones que son el principal vínculo de la trama) sobre un hombre divorciado y otro a punto de casarse que realizan un viaje a el Valle Santa Ynez (al norte de Santa Bárbara, California, Estados Unidos) que es una de las regiones de cultivo de uva más diversas, destacando no solo sus bellísimos paisajes sino también la increíble calidad de sus vinos, que al día de hoy continúa siendo un destino elegido para los amantes del mismo.
El título original de la película “Sideways” refiere a la posición en que se deben guardar las botellas para ser correctamente añejadas, las mismas deben colocarse de lado para que el corcho permanezca siempre húmedo. Podríamos hablar aquí no sólo sobre su verosimilitud sino además sobre el impacto que esta obra tuvo en el mundo, puesto que gracias a la interpretación de Giamatti, considerado una autoridad por los aficionados al vino, el Merlot tuvo un gran descenso en las ventas y el Pinot Noir alcanzó una popularidad por una escena por la que podría(¿debería?) hacerse responsable: Miles Raymond (Giamatti) gritando: “No, si alguien pide Merlot, me voy”.
Ganadora del Oscar a mejor guión adaptado la película se asemeja a un eterno recorrido, un viaje a través de enredos amorosos, amistad y viñedos formando una triada que hace de esta película una escapada a territorios mágicos y se podría decir necesario para el amante del cine.
Es así que 20 años después el enoturismo sigue considerando el Valle de Santa Ynez como destino obligatorio para los conocedores del vino, entonces podríamos hacer un breve reconocimiento a la fuerza imparable que es el cine que atraviesa el tiempo, el espacio y los vínculos sin necesidad de juzgarlos. Los reconoce, los observa y los imita como un gran lente angular que permite observar no solo al sujeto sino al universo que lo compone. Como un círculo vicioso que nunca desea terminar (y por la fuerza misma que genera no puede) el ser humano existe y alguien hará una película sobre él, que verá en cine y abrirá su mente, lo que le permitirá repensar y hacer cine sobre aquello (o escribir sobre ello, querido lector).
El cine no es magia, es el resultado del trabajo colaborativo de muchas personas en ocasiones con poquísimo presupuesto. Resulta maravilloso descubrir el impacto que tiene en la vida de los espectadores, en el “mundo real”.