
Fascinación Por Tamara Rey
Tanto Brian De Palma como el guionista Paul Schrader reconocen la influencia hitchcockiana de Vértigo (Vertigo, 1958) en Fascinación. Una alusión innegable de que el maestro del suspenso ha sido uno de los grandes referentes del cineasta dentro de su amplia y controversial filmografía. Algunas de sus obras han quedado algo perdidas en los estantes como lo sería Fascinación (Columbia conservó la película durante casi un año antes de lanzarla a los cines, y fue estrenada tres meses antes de Carrie (1976)), si bien obtuvo un recibimiento optimista por gran parte de la crítica y hasta resultó sorpresivamente un éxito en sus finanzas no se encuentra entre las películas más reconocidas del director.
Fascinación estampa el misterio desde el comienzo, una primera secuencia de títulos donde proyecta un imponente plano en picado de una escalinata hacia la cúpula de una iglesia mientras se va insertando retratos por Bart De Palma y estremecedores acordes de Bernard Herrmann. En la primera escena el bajo contraste de luces y sombras por la noche con figuras de detectives y una mansión de fondo sella lo que va a ser un thriller, y probablemente psicológico.
Nueva Orleans, 1959. Michael (Cliff Robertson) es un hombre de negocios de alto poder adquisitivo a quien extorsionan con la entrega de una importante suma de dinero tras el secuestro de su esposa Elizabeth (Geneviève Bujold) y Amy, la hija de ambos. La estrategia por parte de la policía para encontrarlas falla y los secuestradores escapan con ellas y accidentalmente mueren. Pasan los años, mediante una panorámica circular de Michael observando cómo las máquinas excavadoras construyen el mausoleo en memoria de su mujer e hija, la imagen se funde sin cortar el movimiento para trasladarse al año 1975 con el monumento ya construído, una réplica de la «Basilica di San Miniato al Monte» donde él y su esposa fallecida se habían conocido.
Michael viaja a Florencia invitado por su íntimo amigo y socio Bob (John Lithgow), después ver a ellos conversando en un café y la cámara oscilando entre un personaje y el otro Michael visita la iglesia donde había conocido a Elizabeth, estando allí dentro queda deslumbrado y obsesionado por una mujer: Sandra, de una apariencia increíblemente igual a su esposa.
La pequeña Amy se había salvado, algunos espectadores darán cuenta de ésto antes que otros. Sandra se está por casar con su padre sin que él lo sepa, es su propia hija tomando parte de una perversa venganza. El «tío Bob» es quien resulta haber sido el villano en traicionar a Michael aquella vez y vuelve a ejecutar el mismo plan 16 años más tarde usando de nuevo a ésta niña, ahora mujer adulta, para darle una segunda oportunidad a él de rescatarla pero extorsionándolo con la misma suma de dinero.
Los productores de Columbia Pictures decidieron eliminar parte de la película que planteaba temas de incesto creyendo que podía perjudicar a la recepción por parte del público, ¿habrán temido lo mismo las Productoras Show East Co. Ltd, Egg Films con su película Oldboy (2003) o Microscope con La mujer que cantaba (Incendies, 2010) Ideas que pueden convertirse en lo más infartante cinematográficamente como aquél álbum de fotos en la película de Chan-Wook Parky donde el personaje descubre por una represalia del pasado que su hija es la mujer con la cual se está acostando, o los dos hermanos gemelos interpretando que «uno más uno puede ser uno» en el filme de Denis Villeneuve, momento donde se revela que el padre y hermano de ellos que están buscando es la misma persona.
Contarlo con su propio rostro
El personaje de Cliff Robertson no interpreta un personaje salvaje y heroico del siglo XXI como Denzel Washington en Hombre en llamas (Man on Fire, 2004) planificando una obra maestra de venganza por el secuestro de una niña por la cual se ha encariñado, no se asimila tampoco a Ricardo Darin en El secreto de sus ojos (2009) quien quedó detenidamente obsesionado en el tiempo por intentar develar la verdad del asesinato de una mujer. Y salvando aún más las distancias tampoco es la expresión de la atormentada frustración de Tom Cruise en Fachada (The Firm, 1993) que de ser un joven ambicioso y afortunado pasa a ser la carnada fácil de su propio entorno. Robertson, aunque se muestre inmutable ante una terrible tragedia logra reflejar su vacío, y lo hace sumergiéndose en una extrema fascinación.
Ojos que hablan
Sandra (Amy) observa una pintura que es un retrato de ella de pequeña con su madre, un plano y contraplano de miradas acercándose cada vez más, claro no es el pánico que genera El Orfanato (2007) cuando la protagonista juega al «un dos tres», pero circunda una idea visual semejante, aquella mujer perdió a su madre y en la historia de Juan Antonio Bayona la madre perdió a su hijo.
Danzar con lobos
Un travelling circular del baile entre Michael y Amy en sus brazos da comienzo a la historia de De Palma cerrando con la misma técnica visual al final del filme en la escena del aeropuerto donde la cámara baila alrededor de ellos. En El misterio del Soho (Last Night in Soho, 2021) la chica radiante en busca de un futuro para sí misma baila en sus sueños entrelazándose con una bella y deseada mujer que fue en realidad una víctima de abusos y violaciones. Una danza de dobles, la inocencia y el amor contra el arrebatamiento, abuso y poder por un otro, u otros.
La fotografía por Vilmos Zsigmond y el montaje de Paul Hirsch en Fascinación son verdaderamente magníficos, la imagen neblinosa por dentro y fuera de una mansión, el seguimiento por los callejones y sombras gigantescas, los paneos como olas que confunden, movimientos circulares envolviendo a los personajes, los planos picados marcando supremacía de una iglesia que connota la vida y la muerte; una atmósfera extraña e ilusoria, una historia sobre la obsesión por alguien que ya no existe.