El último de los aniversarios (que no importan): a 32 años de ‘El último de los mohicanos’ por Leandro Magallanes
¿32 años de una película, cuentan cómo aniversario?
Sí y no, porque pasa un nuevo año de su existencia, pero al no ser un número redondo como 30 o 40 años, no parece tan relevante. Sin embargo, haciendo un poco de esfuerzo, podemos encontrar una conexión con la actualidad y la fecha de estreno en Argentina de El último de los mohicanos (The Last of the Mohicans, 1992), que fue estrenada en nuestro país el 18 de marzo de 1993. Esta fecha coincide con una semana en la que la justicia argentina rechazó una solicitud del gobierno para instalar un impuesto al video, algo que afectaba directamente a quienes querían consumir cultura en su hogar. Actualmente, nos encontramos atravesando una situación similar, pero con la desfinanciación del cine argentino y su producción. Aunque no se solicitan la inclusión de nuevos impuestos (por ahora) como se pensó en 1993, se quitan fondos, otra forma de afectar a la cultura. Además, el impuesto PAÍS, todavía vigente, afecta a las plataformas de streaming, como Netflix, donde se puede ver El último de los mohicanos desde hace unos seis meses.
Un poco de análisis
La película nos cuenta la lucha entre el ejército británico y el francés por las colonias americanas durante el siglo dieciocho, lucha que fuerza a colonos y nativos americanos a elegir un lado, ya que hasta ese momento no necesitaban tomar una decisión. En este enfrentamiento, nuestro héroe Hawkeye, interpretado por Daniel-Day Lewis, que es un huérfano que fue adoptado por el último de los mohicanos, rescata a Cora y Alice Munro, hijas del coronel Munro, el cual está a cargo de la defensa del fuerte Fort William Henry. En este fuerte pasará la mayor parte de la película, ya que sucederá la disputa entre ambos ejércitos. Volviendo al rescate de Hawkeye, allí es dónde conoce a Cora Munro, con quien comenzará un romance que, en la película, se siente un poco forzado. Vista con los ojos de hoy, además de tener un ritmo algo cansino y ser más contemplativa que una película de acción y aventuras en sí misma, El último de los mohicanos es parte de una saga de películas épicas e históricas que empezó -probablemente- con Danza con lobos (Dances with Wolves, 1990) de Kevin Costner, y continuó con Corazón valiente (Braveheart, 1995) de Mel Gibson, hasta su punto máximo con Gladiador (Gladiator, 2000) de Ridley Scott, y -si se quiere- con 300 (300, 2006) de Zack Snyder. Que, si bien no tratan exactamente del mismo tiempo ni lugar, de cierta forma dialogan entre sí. No obstante, corre con la (mala) suerte de ser víctima de su época: un interés romántico el cual el héroe debe rescatar, y algunas escenas de acción para mantener la atención entre tanta contemplación. A pesar de cumplir con todas las convenciones del género para lograr una buena película épica histórica, y ser narrativamente correcta, es tan cumplidora que -un poco- aburre, y no corre ningún riesgo realmente, como veremos en otras obras del director. En ese cumplimiento de las convenciones, también entra la banda sonora, que abraza y amplifica la atmósfera que propone Mann, cosa que logra perfectamente, transmitiendo esa épica buscada.
Recordando una crítica de la época
El crítico Eduardo Antín (Quintín), en el número 13 de la revista El amante y en su nota «Cómo filmar mal: un método» (sic) publicada en el año de estreno de la película, menciona una lista irónica de puntos que Michael Mann, director de El último de los mohicanos, podría haber seguido durante la realización de la película. Partiendo de ese punto, y, aunque la película puede caer en ciertos clichés, de ninguna manera está mal filmada. Cuenta con una excelente puesta en escena, recreación de época y escenas de acción. Incluso, y citando a Quintín, “Cuente todo el final con una música fuerte y sin sonido de ambiente”, es una decisión estética correcta para la época.
Pero, ¿es eso suficiente para que una obra sea entretenida? La elección de Daniel Day-Lewis viviendo en la selva para adaptarse a su papel, nos plantea otra pregunta: ¿le suma realmente a la película, o no es importante? Considerando que el mismo actor luego sufrió consecuencias psicológicas por esta decisión, algo inconcebible hoy en día debido a la mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental, ¿podría haber interpretado el mismo papel sin tener que pasar por eso? Quién sabe, probablemente sí; pero le da un toque de grandeza al rodaje de la película, de esas anécdotas que son parte luego de la historia del cine.
Técnica y estilo de Michael Mann
Otras características presentes en El último de los mohicanos, que luego se convertirían en insignias de la autoría de Mann, son su exigencia durante el rodaje (algunas escenas se realizaron hasta 20 veces) y su habilidad extraordinaria para filmar escenas de noche. Esto se puede observar desde Mi profesión: Ladrón (Thief, 1981), Cazador de hombres (Manhunter, 1986) hasta Colateral: Lugar y tiempo equivocado (Collateral, 2004), una película que transcurre toda en una sola noche, o Miami Vice (Miami Vice, 2006), donde la oscuridad es casi un personaje más. No obstante, en El último de los mohicanos, a pesar de que podemos ver la técnica de Mann al filmar, no podemos notar tanto su autoría: él comentó en varias oportunidades que el corte que salió en cines no era su corte (algo que repetiría con algunas películas al sacar sus versiones director’s cut), y que su corte original era de aproximadamente tres horas, lo que nos deja preguntándonos si esa decisión puede haber hecho la película más interesante.
Comparación con la primera película
Haciendo un paralelo con la película homónima de 1936, dirigida por George B. Seitz, y, a pesar de que ambas obras están basadas en la misma novela escrita por James Fenimore Cooper (y cada una toma sus libertades, por supuesto), encontramos algunas diferencias que merecen la pena ser mencionadas. En la película de los años 30, uno de los personajes usa la palabra “gay” para referirse a que Alice Munro está feliz, algo que ya no se utiliza en ese sentido, ni hoy ni en 1992. Además, el tratamiento de Michael Mann es mucho más realista y humano sobre los indígenas (incluso contrataron a más de 900 nativos americanos para el rodaje), haciéndolos hablar en un inglés con tiempos verbales correctos (de hecho, hay muchas escenas habladas en su lenguaje nativo), a diferencia de la película de George Seitz, que presenta un enfoque más ignorante, simplista y estereotipado. En cuanto a los tintes racistas que puede tener la película de Mann, estos son verosímiles respecto a la época tanto de la película como de la obra original; no es posible retratar situaciones así sin replicarlas ni modificar la historia. Asimismo, la espectacularidad de la obra de Mann es abismalmente superior a la de 1936, claramente, debido a la tecnología disponible en ambas épocas.
Evolución en la representación indígena
Sin embargo, los tiempos cambian y, aunque se han contado historias similares en el cine, el año pasado se estrenó Los asesinos de la Luna (Killers of the Flower Moon, 2023) dirigida por Martin Scorsese, donde vemos cómo la industria ha avanzado a la hora de retratar historias de época. En la película de Scorsese, uno de los personajes principales es interpretado por Lily Gladstone, actriz de origen indígena (y nominada al Oscar), algo que no ocurría, hasta entonces, en dramas épicos anteriores. Durante prácticamente toda la historia del cine, los personajes interpretados por indígenas o sus descendientes, estuvieron en segundo plano. Incluso, cuando Marlon Brando rechazó su premio Oscar por El padrino (The Godfather, 1972), enviando a la activista Sacheen Littlefeather en su lugar, todas las personas presentes se quedaron en silencio (y algunos hasta repudiando el hecho). Hoy, esa decisión sería aplaudida durante 20 horas en Cannes, y 30 minutos en los Oscars.
…Para ir cerrando
En la filmografía de Michael Mann, es tal vez una de sus películas menos recordadas o mencionadas, que, a pesar de haber sido un éxito de taquilla, hoy recordamos más películas como Fuego contra fuego (Heat, 1995) como punto altísimo; y luego algunas de las mencionadas anteriormente, como Colateral: Lugar y tiempo equivocado, Mi profesión: Ladrón, incluso hasta El informante (The Insider, 1999), que ocupan un lugar más importante e interesante en su filmografía, y que el paso del tiempo las fue colocando más arriba que El último de los mohicanos.